Si es necesario lo redactaré en forma de acta para que el asunto adquiera seriedad aunque con acta o sin acta, este asunto ya es demasiado serio. Hablo de los hijos que no tuve, de aquellos que pudieron ser y no fueron y que en sueños o a veces ronroneándome en mis entrañas me vienen a provocar un sentimiento de culpabilidad por no haberles dado el ser. A esos hijos me refiero, mas, no a sus madres, que al fin y al cabo algo de complicidad comparten conmigo. Pero ¿Qué puedo hacer si esa relación no trascendió y disuelto el amago de vínculo, condenados fueron las mitades de ellas y las mitades mías a vagar entre las sombras de lo ni siquiera abortado? A ellas no me dirijo, a quienes pusieron los ojos en mí y que quizás soñaron con la posibilidad de unir sus vidas a la mía, yo no quise o al final ellas se desengañaron, del pedestal caí o simplemente fui yo el que me desencanté, la magia fue un paramento sin posibilidad de sustentación, algunas citas nunca se concretaron y los besos y caricias fueron simples ilusiones, bocados que se transformaron en sensaciones insaboras. Reconozco que en la mayoría de los casos naufragué en los mares de la inexpresividad, ahuyentando a cuanta damisela me salió al paso.
Hijos míos de rostro difuso, perdonen esta faceta de mi ser ya que estoy seguro que esta fue una de las causas de la no concreción de sus existencias o de su no existencia, pero de todo ello me confieso, como ya lo he expresado, solamente responsable a medias. No me pregunten por el resto. Sé en donde y en quienes se encuentran sus otras mitades, sus otras no vidas, sus cuerpos no alumbrados, asumo el pesado fardo de su triste diseminación que los ha transformado en una especie de rompecabezas genético que, tengo la desconsoladora certeza, que nunca he de completar.
Es por ello que cuando veo a mis dos hijos concretos robustos, carnales, arrogantes jovenzuelos respirando de esta vida que si cuajó en sus moldes genéticos, algo dentro de mi cuerpo se desgarra y siento como si pequeñas manitas recorrieran mi epidermis rasguñando una migaja de ternura, entiendo que son ustedes los que se alborotan y tratan de berrear con sus gargantitas inútiles, que anhelan un mimo que se quedó congelado en lo indefinido, intuyo que sólo desean que yo los mire a sus ojos sin pupilas, que bese esas cuencas que no acunan lágrimas, que les diga palabras amorosas a sus espíritus incompletos, que rece una oración por sus espectros inacabados. Compréndannos en el fondo de vuestros remedos de almas tijereteadas por las dudas compartidas entre aquellas y este que ahora les pide perdón por haber frustrado su derecho a vivir…
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