¿Sientes algo, Pamela? ¿Sientes tu corazón?
¿Debajo del agua?
¿Dónde estás?
No sé. Buceo sola. Sola por dentro.
Afuera hay un pez enorme.
Tiene los ojos bellos.
Escamas tostadas.
Aletas largas.
Branquias en la boca.
Verborrea en su corazón.
Dispuesta a cazarlo,
pero no tengo lanza.
No... qué perdida de tiempo,
prefiero seguir nadando.

El tiempo me lleva consigo,
¿cuánto tiempo?
Me hundo cual Titanic carnívora,
alma en celo, sirena hambrienta
con el cabello quemado
y los ojos hinchados.
Arde la herida, la sal,
tiene que ser la sal.
¿Dónde hay sal
si este no es el mar?

Entonces saco la cabeza
y aterrizo en la realidad.
Un marinero me espera
afuera de la piscina.
¿Qué arde entonces?
¿El amor que perdí?
¿La amistad que lloré?
¿Qué es?
Miro al marinero.
No hay sangre, ni lágrimas, ni dolor.
No hay ahogos, ni sal, ni conchitas.
El mar ha desaparecido
para entrar a otro.

¿Dónde estás, Pamela?

No preguntes mejor.

El barco se hundió.