Cuando supe que fue ella quine llamó a mi puerta, un frio subió por toda mi espina dorsal. Era ella a quien esperaba y sin embargo mi cuerpo no me respondía para ir a abrirle la puerta, y es que cuando hablé con ella por télefono el día anterior y despúes de tantas cosas que habían pasado entre los dos todo esperé menos que me fuera a proponer que no vieramos y mucho menos que nos vieramos en mi apratamento... Pero ahí estaba ella llamando a mi puerta y yo sin saber que hacer, evocaba aquellas veces en que llamaba a mi puerta yo que venía a hacerse mía. Pero en ese instante no sabía a qué venía ¡no sabía qué quería! Sin embargo yo si sabía que era lo que yo deseaba, la deseaba a ella, imaginaba que al abrir la puerta estaría vestida con la gavardina blanca que tantas veces vestía sin nada abajo de ella, imaginaba que se lanzaría dobre mí con las mismas fuerzas que lo hacía antes, y que luego me besaría apasionadanadamente para después hacer el amor por todos los rincones de mi apartamento. fue entonces que me llené de valor y abrí la puerta, pero sólo quedaba aquel aroma de su fragancia preferida de la que nunca aprendí su nombre en francés y una nota tirada en el piso. al levantarla noté que era mi puño el que la había escrito y al leerla supe que fue la carta con la que intentaba decirle que ya no la amaba.