El asunto era simple... no había nada más que reflexionar, ni por qué llamarse a la autocompasión o al desconsuelo. En el fondo había sido siempre una negociación. Los resultados, ahora insatisfactorios, solo pedían un final, un término. La edad de los corazones rotos moría ahí. Nunca fue amor, pensó, así que no hay nada de que lamentarse. La pregunta era, sin embargo, perturbadora: estaba para siempre ida la etapa DEL AMOR? Si, de ese amor con mayúsculas y letra trémula. Había acaso cedido EL AMOR a esta interminable, simple, trivial negociación de sexo impersonal y a ratos?
Qué habría de decir, por conclusión? No lamento nada... tal vez... por que nunca hubo nada que pudiera lamentarse. Es tan aburrido ser adulto... tan monótona esta lucidez! El cuerpo se acostumbra y eso es lo peor... ya no existe la caricia abrumadora, ya no hay nadie que se acerque a la perfección, ni príncipe azul, ni amor soñado, ni orgasmo mágico... todo se diluye y al final llega el hastío.
Por enésima vez él había olvidado la llamada telefónica, el mensaje a tiempo... por enésima vez ella sabía que todo era vacuo, desprovisto de sentido, un niño muerto al momento de nacer... por enésima vez le golpeaba la vanalidad de lo efímero. No obstante, por primera vez faltaba la desilusión en esta cita incumplida. Qué podría decirle? Y mirá... si te gusté pero te faltó la garra para aceptarlo, cosa tuya... si no te gusté, qué hacías aquí?... también cosa tuya. La realidad, ni blanca ni negra, es apenas un paisaje impresionista a tintas cremas: inteligente, si, pero no el más inteligente de todos mis amantes... atractivo, puede ser, pero los hay mejores... sexualmente, interesante apenas... en lo afectivo, casi autista... en lo intelectual, lleno de miedo. Ese era el epitafio, tan falto de pasión como todo lo vivido, como todo lo por vivir... ni siquiera la rabia era genuina. Tomó una última copa de vino y fue a dormir. |