Yace moribunda hoy
la que siempre agonizaba
entre golpes y caricias,
entre llantos y juerga.
Ya no la buscan desenfrenadas
aquellas manos mentirosas
ni los besos egoístas
que no miran más allá,
que no besan por lo perdurable,
que sólo respiran mientras dure
el solitario acto de besar.
Tendida toda ella
la refresca el reunir de sus cristales,
la bandada alza el vuelo
tras el último disparo,
abrazando la inminencia dulce de la clausura.
Jadea Gloria, postrada,
gimiendo de amor sincero
por vez primera,
amor por romper tus cadenas.
Se lanza al precipicio, vida arriba,
al impacto que ya no promete
las nuevas torturas sexuales
que le impedían saltar.
Atrás quedan
la cotidiana oferta callejera,
la minifalda, el escote, la espera,
qué suerte que ya no deambula
la tentación en carne de coche,
sobre ruedas y sobre ellas.
Su mano ya no recibirá
el cómplice billete atractivo que,
en risas y absurdo coqueteo ritual,
hacía estallar la pena.
Al fin se fue Gloria, ya partió.
Y, como es la vida y sus jugarretas,
al paraíso que, por su condición
los pecadores jamás pudieran.
Ahora la cubre, de pies a cabeza,
aquella sábana blanca que, antes,
quién lo diría,
siempre estuvo revuelta.
Viva Gloria libre.
Viva Gloria en paz.
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