D. Gabriel, entrado en muchos años, pelo blanco, y muy bien “trajeado”, hacia su entrada en el bar., cual patricio romano, erguido y con la dignidad de un juez (que es lo que había sido antes de jubilarse), siempre a la misma hora, como los toreros en la plaza a las 5 de la tarde, se sentaba en su mesa (se diría que estaba reservada) nadie más que el la ocupaba, hasta bien entrada la madrugada, pedía una botella, y cuando estaba vacia, el cantinero de inmediato la remplazaba por una nueva (tenía ordenes de la familia de hacerlo así) y por la cuenta que le tenía y por lo bien que le pagaban, se cuidaba muy mucho de que D. Gabriel estuviese bien atendido.
A la una de la mañana,todos los días, un sirvienta muy bien uniformada se acercaba a la mesa de D. Gabriel y sin mediar palabra, lo tomaba del brazo, le ayudaba a levantarse y salían con el buen hombre del brazo, sin dignidad y completamente borracho.
Un parroquiano recién llegado al barrio, estaba muy intrigado, con D. Gabriel y con las muchas horas que se pasaba solo, bebiendo botella, tras botella, hasta quedarse casi sin conocimiento, una noche cuando llego la doncella, la esperó en la puerta y la abordó.
-Perdone srta., Va a pensar. que me meto donde no me llaman?, ¿pero como es posible que la familia de ese pobre anciano permite que beba de esa forma?
-no se dan cuenta que se está matando?
la sirvienta se encogió de hombros, y de una forma muy confidencial, casí al oído le dijo.
- Mire Vd. la familia lo permite porque se está muriendo y no tiene remedio, está desahuciado.
El parroquiano se sintió muy apesadumbrado, entró en el bar, cabizbajo y pensativo y se colocó en la barra donde el dueño trajinaba, al verlo tan triste le preguntó el motivo.
- !Pobre hombre D. Gabriel!, se está muriendo. dijo.
El dueño del bar le miro fijamente, y contestó con sarcasmo
-Si, si, D. Gabriel, !pobre! tiene una grave enfermedad, de la que se está muriendo desde hace 20 años. LA SOLEDAD.
Y siguió trajinando. |