En cualquier parte, puedes conseguir algo que la otra gente, simplemente... no puede.
Llegó a su casa, y antes de pensar en prender un cigarro y comenzar a analizar su día. Comenzó a vomitar. Vomitaba y vomitaba sin saber porque. Solamente sabía que se sentía más liviano, ese vomito era como si hubiera sacado todo lo malo que lo tenía de una u otra forma... intranquilo. Pero luego pensaba que sería imposible poder sacar todo lo malo que él pudiera guardar, siempre se había sentido lo peor, entonces pensaba que guardaba muchas cosas malas y perjudiciales para él.
Luego salió de su casa y comenzó a caminar... De repente se da cuenta de que todo había sido un sueño. Y que le hacía mal quizás soñar ese tipo de cosas, que de una u otra forma algo de libertad muestran. Él tenía que afrontar la realidad. No podía salir cuando quisiera de su casa. Es más, ni siquiera tenía casa.
Decía también que él podía conseguir cosas, que otra gente no podía conseguir por más que tratara. Nunca nadie le creyó eso. Todos decían que él estaba perdido. Nunca mencionó que podría haber conseguido.
Yo sí le creía. Quizás es porque soy su compañero y ahora lo estoy viendo con pena y amargura. Como intenta escapar del frío en esta celda, trata de acurrucarse con el par de frazadas viejas que tiene e intenta acomodarse con el incómodo colchón que algo lo protege de la dureza de las tablas. Intenta muchas cosas. Pero sin embargo, en esta celda, no resulta ninguna. El mayor castigo no es el de estar encerrado en tres paredes y una reja. El mayor castigo no se conoce, hasta que no tengas la oportunidad de vivir en una celda... quizás no quieras tener esa oportunidad por miedo a afrontar la realidad... es una realidad que es imposible imaginarla, aunque trates y te esfuerces de sentirte como yo y mi amigo que ya no sabe nada de él. Se siente raro, y también ya se siente perdido y olvidado en esta sociedad, por estar detrás de las rejas...
Ahora mi amigo consiguió descansar. Quizás no por mucho rato. Pero el cerrar los ojos, y relajarse un rato, ya fue un gran logro. Está dormido y prometí hace un rato cuidarlo. No sé de qué, pero él me lo pidió, y acepté su petición solamente para que él se sienta un poco más tranquilo.
En dos minutos más me apagarán la luz, no la luz que necesito para escribir todo esto acerca de mi amigo. Si no, la luz que me mantiene vivo y que permite que tú leas todo esto. Moriré sí o sí. Aunque no es fácil asumir la muerte, cuando sabes el tiempo que te queda de vida.
Me condenaron por algo injusto. Pero eso ya no tiene importancia. Estoy condenado y moriré aunque trate de resistirme. Aunque trate de esquivar esa maldita bala que penetrará en mi cuerpo, matará a mi corazón y luego intentará de liquidarme a mí. Pero yo nunca moriré psicológicamente, porque quiero seguir cuidando a mi amigo que no sabe que me quitarán la vida.
Me gustaría que él supiera que ahora me queda sólo un minuto con él. Pero no quiero contárselo. Aparte, él está descansado profundamente, lo que no suele ocurrir en esta maldita celda, injusta y llena de odio hacia la ley... también injusta.
Me acaban de venir avisar, que el fusilamiento se atrasó un rato. Que será en tres horas más o quizás se realice mañana..
Yo quiero que si me van a matar. Me maten cuanto antes. Si sé que voy a morir, ¿Para qué estoy viviendo?, ¿Tendrá algún sentido mi vida, en estos momentos en que sé mi destino?. Para mí que sé lo que pasará, no tiene sentido alguno. Para mi amigo que lo sigo mirando y duerme en la inocencia, claro que tiene sentido mi vida. No sabe nada del futuro que tendré. Quiero que lo sepa, pero no se lo diré hasta que me vengan a buscar a esta celda. O simplemente, quizás nunca se lo diga y lo sabrá porque me iré, escuchará unos cuantos balazos y no volveré jamás...
...Me acabo de despertar por la culpa de esta fría celda, y ahora no tengo idea si es de día o de noche. Si falta mucho para el fusilamiento, falta poco, ya pasó, o la mejor opción sería, que ya despertaré de toda esta pesadilla. No creo en esa opción... ya me habría desvelado.
Ahora miro a mi amigo en el preciso instante en que se juntan nuestras miradas. Se le cae una lágrima y no sé porque será. Pero sin embargo, el nerviosismo me mata y me sale del alma una fría pregunta: ¿Qué pasa?... no abre la boca y sin embargo, su otro ojo, tampoco se cohíbe de tirar agua.
Luego me dijo... “tus ojos, son reveladores de tú futuro. Están llenos de miedo, impaciencia y odio. Sin embargo, mis ojos no paran de expulsar agua, porque no soportan la idea de que se valla un compañero que he admirado mucho y que me ha hecho sentir la persona más libre de este mundo, en un lugar que huele a odio, ingratitud y te privan de la libertad en todo momento...”
Luego de estas palabras escuché mi nombre a través del viejo parlante, ya un poco roto y sin pintura. En ese preciso instante, nos abrazamos y ninguno de los dos pudo contener las lágrimas. Me dio un beso en la mejilla, en el mismo momento en que sentí un golpe en la espalda y me decían: “Para de llorar que igual te vas a morir”. Pensé: “Son hombres sin sentimientos, que no saben lo desesperante que es, saber que la vida se te acaba en unos cuantos segundos más...”
“Llegó la hora...”, dijo alguien. Yo caminaba con cara apenada y con la cabeza llena de recuerdos por los pasillos. Luego entré a una sala donde me esperaba una amiga. Nunca la quise como amiga. Siempre estuve enamorado de ella. Sin embargo, ella sólo quería mi amistad.
Ella lloraba y solamente me pudo decir un par de palabras: “te quiero mucho y nunca me voy a olvidar de ti”. Su cara, estaba empapada de pena. Sus ojos nunca habían expulsado tantas lágrimas. Yo también lloraba, me di cuenta que quizás, podría ser muy querido en el mundo... había visto tres personas antes de mi muerte. Dos lloraban y una me molestaba.
Le dije a mi amiga, que cierre los ojos y me obedeció. Le di un beso en los labios y me abrazó. Me senté donde debía sentarme y ella se quedó allí. Me acompañó hasta el final, con toda la cara apenada, y no paró de mirarme.
Me vendaron los ojos como es de costumbre (eso me dijeron), y le voy a pasar a ella, este cuaderno, con este lápiz, para que termine de contar lo últimos minutos de mi corta vida (16 años es poco, creo). Le regalo mi cuaderno para que lo siga apenando un poco más. “Toma mi amor, ahora tu decides que quieres que salga en este cuaderno, o que prefieres ahorrarte...”-le dije-.
Me da un beso y luego yo le doy uno. Él, valientemente se sienta, cuando cinco hombres, se preparan para dispararle. Luego escuché tres ruidos muy seguidamente: El balazo; luego el grito de su fiel compañero, y dos segundo más tarde... el golpe de este cuaderno y este lápiz cuando chocan con el piso que también... creo que estaba apenado.
FIN
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