17.02.05
02.02 pm
(Abandono)
"Bajo el umbral te miro caminar despacio; te alejas , te desvaneces devorado en la niebla llevándote mis sueños, trato de llamarte, pero no me oyes; te sigues alejando mientras rueda la noche silenciosa en lagrimas que corren tras de ti, y se alejan hacia lo más oscuro." El final de la noche - Gina Aguad
Serían cerca de las cinco de la mañana cuando despertó de un sobresalto. Había soñado una vez más con ella. Esta vez se le apareció mientras caminaba en un campo de trigos viendo al sol dibujarse entre los granos. Desde la izquierda alguien gritaba su nombre despacio, pero él sabía que era ella y corría fuerte para alcanzarla. Cada vez la voz se hacía más imperceptibe, y el corría veloz. Pero cuando la vieron sus ojos, blanca como la leche, y con su traje de novia, hermosa como siempre, sus piernas no quisieron continuar. Por más que el luchaba por moverlas de su lugar, estas parecían estar clavadas para siempre en la tierra.
Cuando despertó estaba rígido y hasta un poco acalambado. Sabía que no podría conciliar el sueño nuevamente, así que se levantó y abrió las ventanas buscando la noche.
La brisa fue golpeando de a poco su rostro con el aroma de aquella mujer que rondaba en el aire. Se inquietó, dió vueltas sobre sí mismo, recorrió el campo de trigo una vez más y sintió sus besos de antes tan reales que le dió un escalofrío. Fue entonces cuando decidió salir a despejarse.
La noche estaba fresca, deliciosa, como a él le gustaba. Incluso caía un suave rocío de miel sobre su rostro frio. Caminaba lentamente, de vez en cuando mirando las luces y los autos, pero constantemente caían cortinas de imagenes en su mente, de palabras, cartas y susurros. Despertaban en su memoria aquellas sonrisas junto a ella, aquellos ojos que no volvería a ver, y el aroma que de vez en cuando sentía en el aire.
El peso en su pecho que no podía evitar le recordó cuanto la amaba, antes cuando todo fue distinto. Le recordó que había prometido amarla eternamente pero... Al fin y al cabo era ella quien había decidido alejarse...
No pudo evitar que las lagrimas fueran llegando de a una a sus ojos pequeños. Pero no dejó de caminar un segundo, es más, su paso se apresuraba a medida que goteaba por dentro lágrimas de dolor.
Revoloteaban en su mente mariposas antiguas que habían estado en el lugar de su union. El sonido de mar tan penetrante se hacía presente junto a miles de sonidos que acudían a atomentarlo por última vez.
-Ella me dejó primero, me abandonó cuando más la amaba. Ibamos a casarnos, a ser tan felices, pero, ella se fue, ella... -
Las paredes de la noche de a poco se tornaba claras. Y él no dejaba de repetirse que no estaba rompiendo su promesa de amor eterno, no. Era cierto que ahora estaba con Catalina, pero ella lo había dejado primero, y él había tenido que llorar en silencio sin siquiera poder decirle que siempre la amaría.
Pero era inevitable dejarla. Sabía que ella nunca volvería. También debía abandonarla y guardar su recuerdo bien al fondo de su corazón, pero bien al fondo para no sentir culpa alguna.
Ya amanecía y los pájaros no cesaban de cantar, tal como lo habían heho la mañana en que ella partió. Le había avisado que lo dejaría, pero él se aferró a la idea de amarla eternamente. Lloraron juntos cuantas veces, sabían que en algun momento ella tenía que partir.
Aquella mañana recibió un llamado telefónico que le anunciaría que aquel era el peor día de su vida. Recordaba como le había costado tanto asimilarlo. Hasta que la vió, hermosa como siempre, ahora con sus ojos cerrados. Cerrados para siempre, pues siempre estaría durmiendo, soñando sus sueños, viviendo silenciosa a su lado, hasta que él decidiera dejarla. Hasta hoy.
Hoy diría a todos que pasaría el resto de su vida con Catalina, se casarían.. En este momento era cuando más le dolía en su pecho tener que dejarla, no haber podido casarse con ella como lo habían planeado tantas veces...
Se casaría con otra mujer, debía dejarla.
Un viento fuerte sopló esparciendo el aroma que lo había acompañado hasta ahora. Sopló tan fuerte que espantó las sombras de ella que lo rondaban, y calmó su corazón abatido que ya no sentía culpa.
La mañana se abrió completamente ante sus ojos. Volvió a su casa mientras las últimas estrellas no dejaban de observarlo como si fueran ojos del más allá.
02.59 pm |