No soy túpido. Sé que ta carta puede parecerte pantosa y causarte calofríos. Quiero que me entiendas, soy pecial. Me pasó algo cepcional cuando niño. Los birros nos posaron y después nos pulsaron del país y nos mandaron al ilio. Entonces, sin ninguna peranza ni tímulo, mirando las trellas una noche me dije: Teban, tienes que cambiar. Asume el tado de las cosas. Aquí en Paña, siendo tranjero, un iliado más, sabrán que tú eres el que tirpa y que nadie te tirpa nada a ti. Nadie me va a cluir, no me trujarán trabajando.
Ahora lo sabes. Te lo dijo tu amigo el critor. Tupendo. No intentaré negar que me volví un tafador, pero con eso pagué tus tudios. Sin mis delitos nunca hubieras terminado la cuela. Además, nunca torsioné a nadie. Cierto, maté al critor, pero que no pude soportar que te trechara entre sus brazos en la tación. Le cupí la cara, le mordí el croto y lo arrojé por las caleras. Desde el suelo se puso a hacer un cándalo, con los pies y las manos en el aire como un carabajo. Tuve que rematarlo de un tiro de copeta y después capé. Tu sin crúpulos me abandonaste.
Desde mi condite te cribo con peranza, aunque la carcha lo cubre todo. Quiero que tés aquí, conmigo, para mirarte como una tatua, una cultura. Tu ausencia me duele como una pina. Si no te veo me volveré quizofrénico. Aunque te traño, no cambiaré. No me arrepiento. Soy un criminal pero quisiera tablecer claramente, y no a modo de cusa, que me hice malvado por culpa de mi ilio. Soy un hombre íntegro clavizado por las circunstancias, que ha logrado surgir por su propio fuerzo.
Por favor críbeme.
Tu poso que te pera
Teban Pinoza Píndola.
(Escrito en la colaboración con mi hijo Andrés) |