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Inicio / Cuenteros Locales / boves48 / SOBRE DIOS

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Cuando la muerte me miró; me escondí rápido, y a hurtadillas me deslicé lejos perdiéndola, me moví rápido entre la gente y logré escabullírmele; desesperado y aterrorizado me costaba respirar fue entonces que decidí buscar a Dios; a ese dios magnánimo y omnipotente... omnipresente y paternal de barba blanca y frondosa, ése; que desde niños nos han pintado en los catecismos y a lo largo de toda nuestra vida, ése; que nos observa amoroso desde la pupila de sus ojos, apacible, glorioso, majestuoso.

Debía hallarlo para no ser atrapado por la muerte que me buscaba; laboriosa, por todo el barrio, ella preguntaba a todo aquel que me conocía y todos asustados me negaban; y de verdad nadie se imaginaba donde me encontraba. Fui precavido mientras huía borré mis huellas del asfalto frotándolo esmeradamente con los dedos y algo de saliva.
Embalado y secándome los dedos en la pierna de mis pantalones daba pequeños saltos antes de comenzar mi escapada.

Corrí a través de montañas, selvas y ríos atravesé el mar, crispado de oleaje y salitre, y corrí, corrí si que corrí tratando de alejarme de mis propios miedos y busqué la montaña mas alta del mundo y comencé a escalarla, subía por ella porque tenía la seguridad de que en lo mas alto, dios estaría esperándome.

Ni el helado viento, ni el hambre me harían desistir o abandonar mi búsqueda. Con las manos sangrando y la mente llena de abismales precipicios logré alcanzar la piedra mas alta, jadeante me subí a ella; basculante y con los brazos horizontales pude observar debajo al mundo que dormía apaciblemente tendido y enrollado como un perro sarnoso y viejo.
Un manto de nubes como velos de tul lo arropaba y mal que bien lo protegía del frío y de mi vista.

Dirigí la mirada al cielo y comencé a saltar tratando de ver a dios en las alturas. Lanzaba manotazos en el aire entre violento y tambaleante. Ingenuo pretendía tropezar el borde de los vestidos del señor mientras gritaba:
-¡¡Dios!! ¡¡Dios!!
-¿Donde estás dios???
y pensé que no estaba lo suficientemente alto. Medité un poco en la causa y resolví desgarrarme las ropas, haciendo un pequeño montón para pararme en ellos y seguir gritando y brincando, el frío me erizaba la piel, yo temblaba y tiritaba helado pero no conseguía resultado alguno, dios parecía no hacerme caso o quizás... bueno mejor ni pensarlo no me puedo hacer de la idea que dios que no existe.

Rápido me desgarré la piel haciendo largos jirones y limpiamente me la desprendí de la carne para hacer un pequeño ovillo sobre la ropa y montarme encima

-¡¡Dios!! ¡¡Dios!!
-Gritaba-
-¿dónde estás?
-Nadie contestaba-

Solo el viento hacía dúo con el eco contestando con mis propios gritos, pero dios no hablaba, el silencio se tragaba todo el lugar y a mí con él.
Ya no temblaba; la piel arremolinada en el suelo se me pegaba en los pies cuando saltaba, pero... el vacío que me crecía gélido en el alma era mas hondo y profundo que el mismo precipicio, él callaba.

Llorando me arranque la carne y los músculos y junto con las ropas y la piel hice una pila más alta para pararme encima un poco mas alto apenas unos centímetros mas alto tratando de ser notado por mi señor. Inestable, tambaleante y con precario equilibrio seguí llamando al padre gritándole con todas las fuerzas, pero al parecer todo era inútil; Dios no me contestaba.
Vacié mis vísceras y luego mis huesos haciendo un poquito mas alto mi improvisado montículo mientras gritaba fuerte, a viva vos sin recibir respuesta alguna, sólo el eco de mi vos con aéreo y desesperado plañido.
Llorando agarré mi desnuda cabeza; ósea, pelada y aún húmeda de fluidos y la encajé en uno de mis huesos; Que firme se fijaba en el montón de carnes, con cuidado me paré encima Tambaleante señalé hacia el cielo y con voz cargada de amargura y rabia ordené: - - ¡¡¡Dios Existe!!!
- te lo ordeno señor, existe y aparécete ante mí no dejes que me convierta por la muerte en un débil hálito de vapor sobre mi calavera fría y vacía...
A mis espaldas la muerte recostada en un torcido árbol se escudriñaba los dientes con un palito sonreía y me miraba...solo me miraba.
Ella era la dueña del tiempo yo sólo una víctima de mis creencias vanas.

Texto agregado el 23-02-2005, y leído por 197 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
31-03-2008 hola es tu yerna Michel, mi nick aqui es "juney" este cuento se las trae... buen estilo! juney
26-04-2006 Eres una maravilla, una inspiración narrativa, mis estrellas, que mas, a ver, si, unos aplausos,clap, clap, y mi respeto. impresa
13-03-2006 Muy bueno. aukisa
28-04-2005 sorprendente relato digno de vos. Me inclino ante ti amigo Boves, una vez más. MIs***** josef
09-03-2005 Me encanta la imagen final de la muerte...Así me la imagino, parado como quien dice: "No importa cuanto grites, corras, y busques a Dios, cuando yo vengo por ti, no hay Dios, tiempo, espacio, ni creencia que valga..." Y Dios, donde estaba?????? Adieu. NemesisAmante
23-02-2005 Buen escrito.¿Has probado a buscar a Dios en tu corazón en vez de en las alturas? puede que esté más cerca de lo que piensas encoruja
 
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