Donde habita el olvido (defensa del amor)
"y la vida siguió como siguen las cosas que no tienen mucho sentido" Joaquin Sabina
Hermosas mujeres de labios rojísimos, ojos grandes algunos, verdes, azules, como la miel, como la primavera, como la noche, hermosuras de bocanadas humeantes. Escuchan atentamente historias de poesía, con olor a cerveza me miran y ríen. Sueñan, si, sueñan con que las amen, aunque sea por piedad mas de una noche. Audaces sorprendentemente te invitan a que les ames eternamente, como fieras bestiales te quebrantan los principios y feliz te embobas y le mientes falsos amores, sin saber que como patitos de cuna delicados en convulsiones tiernas de ojos cerrados morirían de un solo pestañeo.
Desnuda y salada de mañana, abraza mi pecho lanudo, y en la confusa jaqueca dolor de cabeza desconoce la habitación, no es novata en ese tipo de episodios, y lo sé, pero aún se sorprende de los excesos, le beso la frente tierno y busco me mire, pero se escabulle y tapa sus senos con las sabanas. Lo confieso, de un principio no comprendía esas actitudes y en poemas me calqué las noches de ellas para entender, y nada, me acostumbré, siempre es igual, la mañana silenciosa sin miradas sin calor, sentada en la cama largos minutos sus codos en las rodillas descalza sobre el piso helado, su cabello cae acaricia levemente su senos que contemplo entre desabotonada blusa. La miro y silenciosa, porque sé que no recuerda siquiera mi nombre. Aplico estrategia para evitar conversaciones de arrepentimiento, para salvar mi conciencia molestosa cuando recuerdo haberla hecho mía en su delirante éxtasis nocturno, en calzoncillos camino al baño entreabierta la puerta y veo dos rostros el mío y el mío, mis ojeras me critican pero me felicito por la gran pesca y espero paciente, por el reflejo la miro, sentada pensativa y arrepentida como todas, me busca y no me ve, silenciosa se viste y de mi escritorio entre poemas y papeles saca mi dinero y se marcha. Cono de costumbre desde el balcón la miro se alejan su tacones sonoros, y la recorro por ultima vez, ¡que pantorrillas!, ¡que muslos!, ¡que caderas!, ¡que culo!, busco mi lápiz y escribo inspirado versos para un disco quizá para un éxito de ventas quizá pa ganar un poco mas de verdes, quizá pa beber mas, pá dedicarles poemas a la miles y ardientes doncellitas borrachas afortunadas que amanecen en mi cama.
Entre lagrimas que dificultan la visión y neblina, el camino a ninguna parte emprende, la plaza y una banquita acogen aquél cansado cuerpecito que es observado por el anciano jardinero que riega el pasto y se entristece otra vez del acostumbrado cuadro de jovencitas de labios rojos y tacones llorando en la misma banca horas y horas hasta clarear completamente y llegar los niños, ella prefiere seguir su camino, ¡que lástima! Volver a casa, chirrea la puerta traidora y cae largamente de su cuerpecito la sombra por el pasillo al primer paso arruga su frente para escuchar el ensordecedor grito y la lluvia de insultos, que a pesar de ser costumbre duelen como cuchillas, la cama helada recibe la tormenta rubia sobre la almohada, el techo nuevamente la enfrenta desafiante silencioso como una blanca hoja de papel, aunque ni de papel ni de poetas quiere saber ya, charlatanes. |