Cuando una vez, por un segundo, tus ojos en mis ojos se fijaron,
sentí que dejaba de respirar y que el mundo entero se había esfumado.
Cuando una vez, por un segundo, tus manos a las mías se aferraron,
sentí que mi corazón se detuvo y que mi sonrisa me habría delatado.
Y cuando una vez, por fin, tus palabras me conquistaron,
tu indiferencia, más tarde, me mostró que también en un segundo todo había terminado.