Estar en control
Esa hermosa mañana Raúl se encontraba tirado sobre la arena a la orilla del mar, gozando de la tibieza del sol y la frescura de la brisa. La inmensa quietud del lugar le proporcionaba la paz y tranquilidad que tanto anhelaba. Hacía tanto tiempo desde que esos deseos estuvieron presentes en su cabeza, siempre de manera constante; como si hubiesen sido tallados en la roca, más nunca parecían materializarse del todo. Las diversas preocupaciones cotidianas de la vida parecían adquirir, por sí mismas, una prioridad implacable que estaba muy lejos de su control.
Apenas hacía unas cuantas horas que había regresado del trabajo, deseando no volver jamás. Sólo unos instantes bastaron y un pensamiento se fijó en su mente; de pronto… ahí estaba. Pensó en regresar al pasado y cambiar ciertos aspectos de su actitud y carácter… ahora, unos instantes después, miraba el resultado. Se sentía justamente como siempre lo quiso: seguro de sí mismo.
Poco a poco de dio cuenta de su entorno. Se encontraba solo. La cara amargada de su jefe y la estridente voz de su esposa, las dos cosas que tanto detestaba, no figuraban más dentro de sus preocupaciones. Ninguna cosa, lugar o criatura, que él no deseaba ver, se encontraba cerca. Miró sus manos y cuerpo con cierto grado de asombro. Se sentía rejuvenecido, atlético, lleno de energía y vigor. Cualquier otro pensamiento que cruzaba por su mente sorprendida, invariablemente era seguido de un ¡Zaz! Allí estaba otra vez. Sus pensamientos se fueron convirtiendo en hechos de manera instantánea. Es decir, a la velocidad de la luz.
La frase hizo eco en medio de sus pensamientos: “A la velocidad de la luz”. Poco a poco se dio cuenta del poder que tenía y cómo lo manejaba: a su entera voluntad. Era como “El toque de Midas”. Las palabras resonaron una vez más y una sensación de omnipresencia fluía en él como fuente inagotable de poder y energía. Podía desplazarse a voluntad, hacer desaparecer y materializar todo cuanto pasara por su mente: Por fin tenía el control. Ahora podría decir adiós a tantos años de miseria y frustración.
Raúl pensó que nunca podría lograrlo. Fueron muchas las veces que soñó despierto en torno a ello. ¿Cuánto tiempo pasó en realidad? Sería imposible saberlo. Pudieron haber sido los treinta y tantos años de espera, no obstante, también parecían ser solo unos instantes. Aunque siempre estuvo presente la misma inquietud, jamás creyó que pudiese venir tan rápido…
“Tan rápido”. Esa frase, de alguna manera lo hizo sentir un tanto incómodo. ¿Cuánto tiempo duraría todo esto? No lo sabía; y lejos estaba de imaginar que tan sólo con dos palabras se podría desbaratar todo el poder y la seguridad de que ahora gozaba. Sí, dos palabras pronunciadas por aquella horrible voz que tanto detestaba podrían acabar con toda su omnipresencia, su velocidad de pensamiento y su control.
La duda se apoderó de él mientras el temor invadió todo su ser; sudoroso visualizó la imagen de su esposa. La única imagen que tenía el poder de sacudirlo por completo y desbaratar sus sueños de grandeza y poder. Sí, allí estaba ella frente a él, imponente y majestuosa, intimidante. Su boca se abrió y como un sonoro estruendo, pronunció las dos fatídicas palabras que lo hicieron estremecer: ¡Raúl! Mmmm. Qué?... Se te hace tarde para el trabajo.
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