La inocencia del alma tiene la sensación de una mirada perdida,
la armonía eterna que recorre un anhelo es infinita,
imploramos sin cansancio el amor sincero y puro,
la nostalgia de una ilusión perfecta se convierte en presente y futuro.
Es verdad que nuestros anhelos son un sueño, y
el paraíso dorado del espíritu es la brisa encantadora de la vida.
Me duele el alma y no sé a que se debe este dolor,
me duele el saber que a veces el amor no lo es todo,
me duele el alma llorar sin consuelo, y
lamentarme sin conocer la verdadera realidad,
claro que me duele el no poder apartarme de este abismo
que quizá de significado lleve amor, desgracia,
traición o engaño y el corazón trata de explicarme una gran verdad,
pero no lo comprendo,
ojalá no sea demasiado tarde cuando entienda su lenguaje celestial.
Así me siento dolida, con un dolor profundo,
con un dolor eterno, infinito,
sí, es verdad que no sé que decir,
pero aquí me tienes escribiendo y
tratando de escribir algo que valga la pena,
porque a veces me siento atada,
atada a una amargura a un sufrimiento
que no tiene origen ni sentido y su final es incierto.
Mi ser se ausenta y conserva solamente la nostalgia y
al alejarse no puede recuperar la ilusión.
Inocente ante la maldad me atreví a soñar,
a vivir una quimera que para ser real
es demasiado perfecta.
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