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Inicio / Cuenteros Locales / La_columna / CARAMELOS PEGAJOSOS. En la columna de los lunes pequeños entre realidades y sueños. Por carloel22.

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Cuando uno viaja obligado laboralmente, nunca viaja a gusto.
Dejo en mi caso, un hijo adolescente por quince días, un negocio recargado de trabajo y una gata huérfana de padre.
Pero a veces la amistad hace que uno acepte hacer el viaje.

Pasó esto años atrás y mi semblante en el micro debía ser ese que no muestran toda la alegría.
Comenzó ofreciéndome un caramelo todo pegajoso y masticado que sacó de su boca, para limpiarse luego con total naturalidad, sus manitos sobre la manga de mi camisa blanca.
Después se le dió por mirarme y al mirarme hacer monerías con las manos.
Cuando llegó la hora del almuerzo me trajo sonriendo su alfajor.
Y mas tarde acomodó su cabeza sobre mi brazo para compartir la pantalla de una película de dibujos animados.
Obtuvo lo que se había propuesto, una sonrisa, destrozarme el corazón cuando se bajó una estación antes y llevarse dos besos sobre sus cachetes sonrojados.

"Obrar es fácil; Pensar difícil; obrar de acuerdo con lo pensado, incómodo". escribe Goethe en su "Wilhelm Meister" asentando una gran verdad.

El idealismo contrario al materialismo primero, no consiste en poblar de ilusiones la cabeza; consiste en descubrir una realidad en nuestros anhelos y sueños y trabajar por ella, para que algún día el sueño se convierta en realidad.
El materialista es víctima de sus sentidos, aprisionado y esclavizado por su debilidad.
El espiritualista imagina un mundo ideal, pero no siempre tiene el valor de realizar sus sueños.
El ideal imaginado no es un absurdo. Tiene su lógica. Es una realidad en potencia; es lo que queremos que sea y aún no hemos logrado, pero cuya arquitectura entrevemos magnífica, porque todo (lo real y lo irreal) está en el hombre a la espera de que le entreguemos la forma de nuestras ambiciones.
Durante el viaje la niña tenía por objetivo obtener su ideal imaginado y realizó su sueño, ese de robarse una sonrisa.
Lo que necesitamos para conquistar los sueños, es un poco de locura. Locura que sea sorda alguna vez a la voz de los intereses, al consejo de los cobardes, y la resignación de los miopes, para ver por encima de la estepa uniforme del pensamiento vulgar.

Pero tal vez a veces para lograr el objetivo se necesite de un corazón obstinado y sin especulaciones o temores, como el corazón de un niño; un mundo interior de hostería para reposar los sueños solo por un día y abrirle luego las ventanas a la vida transformando lo imposible en posible.

"Comenzó ofreciéndome un caramelo todo pegajoso y masticado que sacó de su boca".
Hoy en su Córdoba natal, Marina la niña del caramelo es una de mis mejores amigas.

Texto agregado el 21-02-2005, y leído por 341 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
02-03-2005 "Durante el viaje la niña tenía por objetivo (...) robarse una sonrisa"... "... tal vez a veces para lograr el objetivo se necesite de un corazón obstinado y sin especulaciones o temores...". Y la niña ni lo sabía, ella tenía su sueño, so onjetivo, pero seguro que no se lo planteaba como tal. Mucha verdad en lo que escribes luna-lunera
23-02-2005 Amigo: la cita de Goethe es muy buena, pero tu meditación no le va en zaga. Gracias por compartir. Máximo. islero
21-02-2005 Muy interesante. Se aprecia enormemente el valor por lo sencillo, como es la relación con un niño, sencilla y bella, llena de sinceridad. Me gusta eso. Saludos. jabani
21-02-2005 De tu columna entresaco el valor del equilibrio entre el materialismo a ultranza y el idealismo idem. El valor de entregarte a los deseos y aprender con ellos. Me refiero a los profundos deseos, no a los condicionados. Para eso hay que volver a ser niño en viaje de vuelta. Una buena reflexión la que nos propones en tu hermosa columna. Un abrazo y ***** graju
21-02-2005 Sobresaliente. Inteligente. Perfectamente escrito. Si tuviera el mundo el espíritu de un niño... Ya has dicho tú bastante, pues ¡eso! 5* y pq no hay + Ruth
21-02-2005 La vida tiene esas hermosas circunstancias, sorpresivas, que te deparan la amistad incondicional de quien menos piensas y supones encontrar. Valorarlas y mantenerlas inalterables es en verdad un mérito. con caramelo pegajoso y todo. Mis estrellas y un abrazo. Shou
21-02-2005 Buena columna, el ideal imaginado siempre se potencia si se lo permitimos. cristobal
21-02-2005 Interesante columna, los niños son los que nos roban la cordura. Consiguen hacernos sonreir ante imposibles y que nos gusten hasta los caramelos masticados ondina
 
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