Habían cientos de cosas que el joven Herzug se estaba perdiendo.
Miles de sueños por segundo cuadrado. Miles de aventuras que escapaban de sus manos.
Cientos de posibilidades de descubrirse a sí mismo. Tantas de odio habría conocido.
Mientras los demás niños jugaban en las calles, él nisiquiera las pisaba, tan solo había estado en ellas, ya ni siquiera las imaginaba.
De cuantas amigas y amigos le llamaron a la puerta para jugar ahora ya no iban. ¿Habrían dejado de creer en él?
De cuantos familiares le abrazaban y besaban, no quedaba ni uno. Ninguno querría besarlo ahora.
De cuantos juguetes Herzug rompía, sólo éstos sabrían de su estado. Normal, partidos incluso Herzug quedaron.
Pues es mejor así ahora que Herzug ha sido enterrado, mas no hay que ser tan humano.
De entre todos los niños que juegan éstos son los que sobran. Son los que pierden de entre todos, todos los seres huraños.




No se acuesten sin leer "Los nuevos juguetes de Evelyn en la feliz feliz noche buena", tal vez despierten débiles y temblorosos esta noche...