Zona rural, árboles testigos de mi inocencia, escondidas, cabalgatas, en companía paso los días; zona urbana, edificios cómplices de mi inicio, ancho de espadas, de basto, de copa y también de oro.
¿En dónde carajo, estoy metida?, oscuridad, ruidos, personas, no logro descubrir donde me encuentro.
Vivo, nunca sueño porque simplemente acá no se logra dormir, cada momento es continuo al anterior, con personas que sonríen ante la mirada de los demás, comparten esa carta de mano en mano, cuando la baraja anuncia la nueva partida; mentira todas son mentiras, todos finjen esa sonrisa, todo aparenta ser algo, pero no es nada, simplemente no es nada, ellos están, pero finjen, viven pero no han nacido aún, se divierten sin saber cómo.
Viven una vida que no es más que un juego compartido, con personas que como ellos no saben que la vida no es el juego que se juega, sino el que sabiendo que se está jugango se gana cuando al darlo por terminado se sonríe por haber llegado, no por haber ganado, sino por haber logrado llegar al fin, sin volverlo a empezar, haber llegado a aquella carta del mazo que al recogerla ya no está, se ha esfumado por entre las manos de quien antes la había creado.
Jugar no es tan fácil como lo demuestran las cartas, jugar no es ganar al concluirlo, sino ganar habiéndo descubierto un lugar, más allá de donde se encontraba uno al empezarlo.
Muchos son los pueden jugar, pero ¿quién sería capáz de llegar al final de este JUEGO SIN CARTAS?
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