Vagabunda idea la que brota de mi pensamiento y es que han de entrar a mis oídos los ruidos de tu llanto. Se romperán con la fragilidad del hielo uno a uno de mis dedos pues el frío que los ha tomado es amargura pagada por el diablo. Basta ya de llamar a la luz que se contempla en la luna no me desharé de la noche que me toma como presa. Me han cambiado las caricias de tu amor por látigos de fuego que abren llagas en mi pecho. El sonido de tu nombre lo escucho tras el aullido doloroso de un ser moribundo. Ahora conozco el sabor del agua envenenada por tus manos es el líquido que recorre mis venas hasta el cauce del suicidio. Los buitres comen lo último que de mi queda y se comen mis ojos los gusanos que se asoman de tu reflejo. Las fauces de la muerte quedan insaciables de mis huesos ya no queda más.
Texto agregado el 20-02-2005, y leído por 122 visitantes. (1 voto)