¿Quién puede decir con seguridad
qué la rosa tiene espinas solamente?,
yo no lo creo, y mil razones tengo
para deducir su hipocresía.
Llevas un aroma inigualable,
tus rayos de luz reflejan las estrellas
contigo caminaba contra el tiempo, y
sin pensarlo te protegía
del impetuoso viento.
Me inspiraste confianza, no lo niego,
fingiste consolarme;
y cuando me acercaba
para descifrarte mis secretos,
sonriente me decías:
no lo pienses dos veces
soy tu confidente...
No quiero ni pensar
que tu amistad fue fingida,
no sentiste compasión...,
¿qué daño te hice?,
si humildemente elogiaba tus fulgores, pero
me arrebataste todo
de lo nada que yo tenía,
me arrebataste mi amiga fiel
que después de mi madre es la vida.
Por la espalda me clavabas tus puñales,
mi cuerpo mi alma lo sentían;
ignoré aquellas quejas, y
aunque el corazón me lo decía
seguí siendo tu amiga.
Una tarde...,
de mi pecho arrancaste la ilusión,
de mi destino la vida,
ya nada, absolutamente nada te hace falta
para terminar conmigo.
No sabía:
que mi sufrimiento era tu felicidad,
que mi dolor era tu alegría,
que mi muerte es tu vida.
Aunque tu osadía
simboliza el peor de los males,
te considero la mejor de las flores todavía.
Entonces estoy segura
que la rosa tiene más que espinas,
sus puñales invisibles van matando lentamente, y
mucho tiempo se tarda en descubrir su hipocresía.
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