Me puse mi mejor pinta para salir esta noche, los pantalones apretados y la camisa negra, mis zapatillas última moda y mucho gel en el pelo, mi secreto: un poco de base para que no se noten las imperfecciones de la cara, esto de la pubertad me tiene loco. Necesitaba verme bien, el Pancho llevaba a su hermana, toda para mí, ya estaba arreglado, así que solo me quedaba esperar. Hoy se celebra el cumpleaños de la Camila, su casa es grande y con un patio enorme, seguro que habrá un lugar para los dos en algún matorral oscuro. El único problema, la Elisa, mi hermana gemela que debia llevar a la fiesta o no tendría permiso; es media fome para sus cosas, así que mi mama pensó que la mejor forma de animarla a salir era conmigo su hermanito querido, por desgracia mía. A fin de cuentas que tan terrible puede ser, la dejo en un sillón y yo a lo mió, me espera una gran noche.
Gracias a Dios me prestaron el auto, solo porque iba con la Elisa y me hicieron jurar que no la dejaría sola, pobrecita ella tan tímida y recatada. Antes de llegar pase a comprar cigarrillos y unas mentitas por cualquier cosa. Nos demoramos catorce minutos en llegar, se me hizo eterno, pero bueno, ya estábamos ahí. La casa estaba llena, así que me costo encontrar estacionamiento para el auto. Antes de bajarme me preocupe de que mi pelo estuviera en orden al igual que mi ropa, lo mas importante, hoy voy a ganador. Todos los conocidos estaban ahí, pero no podía encontrar al Pancho, quien debía hacerme el enganche con su preciosa hermanita. Alcance a tomar dos tragos cuando por fin los diviso, estaban en un grupo en el patio; partí, obviamente con mi hermana a cuestas, parecía un pulpo pegado a mis espaldas, no se despegaba de ni por un segundo. Los saludos pertinentes, hola hola, besos, abrazos, lo típico. El Pancho me presenta a mí y a mi hermana a Ximena, su hermana menor, hermosa, carismática, perfecta. Solo me quedaba meterme en la conversación y así poco a poco ganarme su confianza y su atención. Como ya se había acabado mi trago, hice la del galán y ofrecí traerle uno a Ximena y otro para mi claro; mientras tanto le hice un encargo a mi hermana, le exigí que la entretuviera, para que no se me escapara, además me di cuenta que las dos se llevaron bastante bien desde un comienzo. Partí entonces al bar., ahí estaba la cumpleañera y un sequito de gente aduladora a su alrededor, debía saludarla y conversar un rato, nunca tan roto, a fin de cuentas era su cumpleaños. Media hora me demore en llegar con los tragos. Cuando volví Ximena y mi hermana no estaban. Hice una mirada panorámica rápida por el jardín sin poder divisarlas. ¿Dónde estarán estas?. Camine por la casa con las dos copas en la mano, la mía y la de Ximena. No estaban por ninguna parte. Ya comencé a preocuparme. Le pregunte a Pancho quien estaba a esas horas en estado de intemperancia, el menos idóneo para disipar mis dudas. De pronto se me apretó en estomago, algo raro pasa. Avance a la parte trasera de la casa; hacia lo mas oscuro, tenia un mal presentimiento. Ahí encontré algunas parejas en dudosas actitudes, mejor dicho dudosas posiciones, seguí mi instinto y busque más. Ahí estaban, mi pacata hermanita y la perfecta Ximena abrazadas dándose un tremendo beso en la boca. Solo atine a gritar, ¡Y ustedes par de mariconas!. Ambas me miraron con cara picara y soltaron una carcajada. Que pasa hermanito, por que tanto escándalo, no me encargaste entretenerla. Y Ximena, quien por primera vez se dirigía a mí en toda la noche me dijo quitándome ambas copas de la mano: gracias por los tragos cuñado. Ellas se alejaron juntas, tomados sus respectivos tragos, y yo me quede petrificado, sin mujer y sin trago.
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