26 minutos mal aprovechados

A veinte minutos de encontrarte con la muerte te logras percatar de que aunque la vida resulta ser tristemente hemofílica y poco usual, para muchos realmente no es importante lo que se supone que deba pasar,
En estos momentos sería fácil escupirle el ojo al destino que se supone que debía tener, el que, por razones aparentemente desconocidas por lo menos para mi está tan cerca y tan lejos como el frío beso de la incertidumbre, (magnifica reina de los seres incompletos),...
sería fácil, si por lo menos la suerte me concediera un minuto fuera de mí para darle paso a la indiferencia cinética que a diario me susurra “regresa a donde siempre debiste estar”,
Si la hoz de la verdad no apuñalara y divulgara a los cuatro vientos que mi vida ha sido una gama de bendiciones de las que muchos hubiesen deseado ser victimas, si lograra transmutar esas molestas sonrisas amarillas que me regala la ironía,
Pero, obviamente no soy mas que la misma fulana insustancial de siempre, con fantasmas dramaturgos de los vientos y sin muchas ganas de merecer la concepción cavérnica de la tranquilidad, vetada por los dioses para someterme a la hostil depuración del arrepentimiento,
Y sí,
para su aritmético asombro y mi vulgar e inconsolable risa
Sigo esperando lo que tal vez no llegará, (por que no lo dejo salir o por que nunca ha sido), eso de lo que se alimentan las insensateces de las brujas y las sanguijuelas de la bruma cuando por casos como el mío, la divina materia se convierte en no mas que orgiásticos excrementos sonoros, y en gemidos ensalivados...

Han pasado seis largo siglos (que algunos llaman minutos)
después de las diez, llegaré tarde a mi cita, apresuraré mi quejumbrosa y mordisqueada boca a exhalar el ultimo gritillo que saldrá después de mi irrevocable sentencia... el silencio