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AMIGOS

-El sol con su esplendor fue pintando los colores, primero los tonos vivos, luego los tonos ocres. El gallito bataráz que ya estaba levantado, después de despertar a todos, estaba desayunando, aprovechando los granos que al recorrer iba encontrando.
-Bartolo, un perro grandote que había estado de guardia toda la noche, seguía malhumorado, el sueño lo atacaba. Como desde la cocina no le trajeron comida, tenía hambre, no estaba para agasajos. Por culpa de un zorro intruso, que visitaba gallineros, lo mandaron a cuidar, con los ojos bien abiertos y las orejas paradas, escuchando en el silencio. Para colmo, se quedo solo, porque su amigo el Benteveo, un cuzquito ladrador, de raza desconocida, se lo llevó el patrón, para hacer guardia donde estaban las máquinas de la trilla.
-Todo le salía mal. Si hasta el dúo de pulgas que vivían entre el pelo, estaban meta picar, provocando un molestia, que no podía evitar. Así que decidió salir, a corretear por el campo, a visitar a su amigo que lo estaba esperando. Era un tero, que tenía muchos años, que siempre había vivido al costado del bañado. La familia se hizo grande. Después se fueron volando a conquistar nuevos campos, a esconder su nidada y gritar en otro lado.
-Bartolo cruzó el alambrado, que daba al cuadro de alfalfa, que estaba cosechado, y se paró en una taipa, recuerdo de un arrozal, de muchos años. Miró hacia el Sur, y vio algunas palomas torcazas, que en la orilla del monte, se estaban organizado para atacar el maizal de don Orlando.
-Siguió camino. Llegó al zanjón, que iba hasta el bañado, y que cuando llovía, se transformaba en un canal que desagotaba el campo. Don tero estaba tranquilo. Lo había visto, allá lejos, cuando salía del cuadro y por supuesto no gritó, no era necesario. Se juntaron los amigos, debajo de un espinillo, que se llenaba de loros, cuando era época de cosecha, pero que ahora, estaba solo. – Hola, dijo-, cuando llegó el perro. Empezaron a conversar, hablando un poco de todo, de los gorriones intrusos, de los tordos, que se robaban todo. – Ud., sabe don Bartolo, que ayer vino a visitarme el Cleto, uno de mis hijos mayores, y me contó, que donde se quedó aquerenciado, por culpa de una terita, que vio cuando iba pasando. La gente anda alborotada, y los paisanos salen con sus perros, a recorrer por el campo, buscando, él no sabe que, pero se ve, que es algo misterioso y malo-. - De todas maneras el Cleto, que es compadre de un zorzal, que es cantor, comprobó que lo que le contó su amigo, coincidía con lo que vio, cuando pasaba por la casa de los González, que viven cerca del camino, entrando por el callejón. Resulta que en el gallinero, echado a la sombra, rodeado de gallinas, estaba un zorro grandote, haciéndose el distraído. Cuando m´hijo se dio cuenta de lo que estaba pasando, por poco tuvo un accidente. Diga que iba planeando, porque en su camino, casi se topa con un árbol.-. - Me parece, que esa es la razón de tanta preocupación.
-El perro escuchaba atento, reflexionando en silencio, porque un zorro en un gallinero, por muy cómodo que viviera, siempre sería un motivo para estar preocupado y con las orejas alertas. –Don tero, yo tengo un problema parecido, pero sabemos quien es, y lo estamos esperando, para agarrarlo robando, y colgarlo del alambrado, para escarmiento de todos, para que sepan si aparecen, a lo que se están arriesgando.-. - En una oportunidad lo vi, ya venía amaneciendo. Ni siquiera toreé, estaba lejos. A otro día me enteré, que ese pillo sinvergüenza, había atacado de nuevo.-





Mire Bartolo, yo no soy nadie para enseñar. Solo tengo la experiencia de muchos años volando. De mucho tiempo gritando, para esconder la nidada.- -Pero éste es un caso difícil. El rival es muy astuto. Su vida es eso, atacar, esconderse, engañar, mostrar lo que no es, confundir, hacerle creer que ya lo va a agarrar. Y de pronto escapar, desaparecer, no estar. Es una tarea complicada, la que en este momento tiene. Le aconsejo meditar, tratar de pensar como él, para poderse ubicar, estar en el instante justo cuando vaya a empezar.-
-Después siguieron charlando. Les llegó el medio día. El perro se despidió, y con un trote cansino, a la casa regresó. Se puso a comer y luego a descansar. Era la hora de la siesta, todo estaba en silencio. Solo andaban las gallinas, con el pico muy abierto, para mitigar el calor, que de veras, estaba haciendo. Una brisa discontinua, sopleteaba en el potrero, levantando nubes de polvo, que luego se iban diluyendo. Bartolo dormitaba. La canícula rodeaba lo que se estaba moviendo. El agua de la batea, casi hervía. Una avispas negras rodeaban la bomba, sabiendo que de allí saldría, el líquido para su sustento. Don Pedro apareció en el patio, se dirigió al bombeador, que le entregó el vital elemento. Los insectos alborotados, aprovecharon el momento. Y disfrutaron cada gota, que como collar de perlas se fueron desparramando al costado de la batea. Lo que caía adentro, como en un horno, se iba fundiendo.
-El perro alzó la cabeza. Se quedó mirando el campo. En la orilla del arroyo, allá en el bajo, unos patitos silbones, estaban revoloteando. Algo los había asustado. ¿Será la comadreja mora, que huevos anda robando?.¿ Será el peón de los Galíndez ¿ que a veces anda pescando, buscando las tarariras, que al sol se están calentando? Observó donde vivía don Tero. Su amigo estaba volando, como dándole un aviso que algo estaba pasando. Se enderezó lentamente, y luego al tranco, costeó el alambrado, para poderse acercar y seguir mirando. Los patos ya se habían ido. Una bandada de loros, parados en los siete hilos, cotorreaban y cotorreaban, indecisos, asustados.
-Bartolo llegó al esquinero y se quedó escuchando. El arroyo tiene un vado que usan los vecinos, para evitarse la vuelta, de ir por el puente alto. Al lugar lo eligieron los camineros, cuando llegó el asfalto, y como quedó tan trasmano, todos pasan por el bajo. Muchos son los matorrales y árboles que el cauce rodean, y un tupido follaje forman. Los tamariscos, los sauces, los mimbres, los amarillos, incluso algunos paraísos, sin olvidarse de los ceibos, con sus flores color sangre.
-La situación era tensa, nadie sabía que pasaba. Los gorriones estaban quietos. De pronto en la maleza asomó una cabeza. ¡ Era un caballo rayado! Luego apareció otro y otro. Bartolo desconcertado, no sabía si torear o ponerse a correr. Si lo que le pasaba era miedo o solo curiosidad. Estaba paralizado. Después llegó un hombre que con un látigo largo, los estaba vigilando. Los animales bebían y comían los pastos, pero nunca se apartaban de su amo, que por su nombre los iba llamando. Luego se fueron alejando, rumbo al camino asfaltado, donde había un camión pintado de colorado, que los estaba esperando. Los subieron y partieron, dejando a todos intrigados, porque nadie en la zona, tenía caballos rayados.
-Una vez calmado el campo, el perro visitó al tero. Estuvieron comentando.¿Entiende algo don Tero?.El ave contestó, con vos baja y controlada. ¡La verdad, no entiendo nada! He visto cosas raras, difíciles de comprender, pero que con el paso del tiempo y acumulando experiencia, un día apareció una explicación que las dudas me sacó.

Pero esto, la verdad me intriga. Conozco muchos pelajes: alazanes, doradillos, ruanos, tubianos, zainos, tordillos, y algún tostao revenido, que con el negro azabache, completaban algunos tonos de la infinidad de colores que visten la caballada. Pero un caballo rayado, no lo había visto en mi vida. – Así Bartolo, volvió al patio. Se escuchaban ruidos, seguro estaban mateando, para salir un poco más tarde, cuando el calor aflojara, a continuar con las tareas que realiza una familia de campo, que vive en las cuchillas entrerrianas.
-Aquí que acaba la historia de dos entrañables amigos, que salvadas las diferencias, vivieron hace muchos años, en el arroyo “Molino” Departamento de Concepción del Uruguay – Prov. de Entre Ríos.
fin

Nota: En éste relato, hay mucha imaginación. Pero que mis ojos vieron, en el campo, un perro estar echado junto a un tero. ESO ES LA PURA VERDAD.

Texto agregado el 19-02-2005, y leído por 103 visitantes. (0 votos)


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