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Inicio / Cuenteros Locales / elnuevo / STREAM OF CONSONANCE (Flujo de consciencia) II

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Estaba sentado en un tamburete metálico bastante incómodo, apoiando el codo en la barra circular húmeda de alcohol. Era el punto álgido de la noche. La sala se dejaba entrever de entre una intensa humareda y un fondo negro con matices de grises según el rato. Humo casi transparente de formas y contornos azules. Sonaba alguna melodía de fondo pero no consigo recordar cual. Es posible que fuera imperceptible. Solo... algo de música de fondo. La idea de música, la imagen de algún instrumento difuminado por el entorno. Los ojos me mostraban un paisaje frío y silencioso. Sin embargo, hacía calor y la piel sudaba viva y eufórica a ritmo de jazz mestizo metalizado que me estremecía y le daba otra consistencia al wiskey con cola que sostenía. No era jazz lo que sonaba, pero el aire sofocante y ebrio por el que las ondas transportaban el sonido lo mutaba hasta convertirlo en ese delicioso fondo apenas perceptible que recorría mi dermis. No escuchaba pero sentía las notas tocando acontecimientos amorosos y fugaces que podrían devenirse en la noche que se estaba construyendo. Esta noche era un especie de arquitecto al que le entregaban su gran proyecto soñado, sin él saberlo. A mi alrededor había distintos rostros, totalemnte ajenos al mundo, a los que con un poco de esfuerzo habría podido desvelar, mas no me interesó lo más mínimo. Luego la ví. Su rostro llenó el encuadre que mis ojos sostenían hacía rato, en ese estado en que uno lo mira todo sin la más mínima atención e incapaz de recordar nada. O eso creía.
Más humo y de repente estoy hablando alegremente con ella, con desenfreno, con unas inegables ansias ocultas de conocerla. De conocerla hasta la saciedad. De saber el porqué de cada espasmo de sangre que su corazón bombeaba, de conocer ese pequeño pestañeo involuntaria que ella hacía sin darse cuenta cada vez que alguien la intimidaba un poco. La amaba, aunque eso lo supe luego, con el recuerdo. En aquél momento, simplemente me hacía sentir vivo, lo cual es mucho. Hasta el momento, había estado invadido por una sensación de asco profundo, de carroñero arrastrando un cuerpo muerto sin ningún sentido hacia otro dia más. Otro dia más hacia la muerte. Una muerte de la cual hacia ya tiempo que sabía de ella. Simplemente estaba allí, y yo seguía con lo que fuese que se había transformado mi vida. Por la noche, el alcohol envenenando y mitigando mis venas ardientes y desbocadas que circulan sin control alguno. Y ella, era como un reflejo de mi mismo, una distorsión por fin adecuada con mi modo de ser. Era la realidad que tanto había buscado. Era mirarla y tener la certeza. Tener la certeza.
Seguiamos con el ritual y mientras bailabamos de forma un tanto tímido nos íbamos susurrando comentarios estúpidos, pero de vital importancia, al oído. Sentía su piel electrizante y caliente cerca mis pómulos, y ahora sus ojos estaban abiertos de par en par obserbando los míos. Sus ojos brillaban como un estanque en atardecer de fin de verano y un intermitente circulo le daba forma. Se me hizo un nudo en la boca. Dios, era algo completamente visceral. Heché un trago de wiskey, y me reconforté un instante. Seguimos hablando cada vez más cerca, hasta que sus labios estaban apenas a unos centímetros de los míos. Entonces, sin dejar de hablar hasta rozarla, la besé. La besé como quien no quiere la cosa, como si se tratara de un pequeño accidente sin mala intención, como quién tira una miga de pan a las palomas. Ella, en vez de apartarse como pensé que haría, me sostuvo la cabeza y continuabamos besándonos. Exploté, exploté y una gran calma se apoderó de mi. Estaba en júbilo, en extasis, en orgasmo mental que prolongaba su suave lengua acariciando la mía, lamiendome suavemente los labios, incrementando el ritmo a que nos besabamos. Fue terriblemente dulce y pasional conmigo. Un beso. Un solo beso y estaba entregado en sus manos de forma total y entera.
Otra vez humo, y nos estábamos despidiendo, sin soltar una solo palabra, con una mirada de mañana te llamo. Mañana te llamo y nos vamos por ahí, pensaba yo. Pero quería más. Estaba dispuesto a entregarle el mundo y disponerlo a nuestro antojo. Sería nuestro juguete sexual, una pelota que rozaría nuestros dos cuerpos desnudos, unos dioses que la harian rodar por y para su único disfrute y goce.
Al dia siguiente coincidimos sin más. Sin decirnos nada, empezamos a caminar por las calles de la ciudad de forma tranquila y un tanto fría. Le pasé la mano por encima su hombro y ella pasó la suya por mi cintura. A ratos nos mirabamos. Nos sonreíamos ligeramente con una mirada perdida. Una mirada de alucinación perpétua, de extasis perenne al que uno llegue a acostumbrar-se como algo cuotidiano. No nos dijimos nada en toda la tarde. Nos amábamos. Eso era sobradamente suficiente. Sobradamente suficiente para irnos en algún rincón y morir, los dos, alegremente. Para instalarnos en algún paraje lejano y vivir. ¡Vivir! Dios mío, no sabía si estaba preparado par esto, pero por primera vez me sentía con fuerzas reales. De todas formas, tanto daba. Estaba somnámbulo, idiotizado, sedado de por vida. Una leve sonrisa es todo lo que podría salir de mi rostro.
Y de repente, más humo, y la historia cambiaba, se volvía más mundana. Nos encontrabamos; veía su preciosa silueta tumbar la calle. La paré, estabamos de frente mas no lográbamos comunicarnos, temíamos de nosotros mismos. No habíamos sido educados para esto. De repente sabíamos lo que queríamos pero no el modo como conseguirlo. Había un objetivo. No lo habia puesta ni ella ni yo, pero estaba. De repente, había aparecido “un como”. “Un como” que rompió el momento eterno, un como que nos volvió a la vida en comunidad, a la “cordura”, que me hizo recordar que debía ir al peluquero a cortarme el pelo de atrás, que esta noche estaría mirando las noticias de las nueve, con sus respectivos comentarios; un como que me recordó que mañana era mi santo y que todos me felicitarían por un puñado de letras que me habían puesto de pequeño. Hoy es tu día, dirían contentos. Y volvería a sentir asco. Asco del espejo entre los miles de millones de espejos que soy. Asco de seguir con el cuento de siempre y no hacer nada al respecto. ¿Acaso podía hacer algo? Ni tan siquiera me era permitido salvarme a mi mismo. Y esos bichuelos disfrazados deambulando entre un mundo de imagenes que reflejamos; nuestra vida. El mundo, esa estúpida suma de nuestros estúpidos reflejos diarios. Nosotros, simples sensores que nos catalogábamos. De tal forma nos convertíamos en sensores. Y así con todo. Absolutamente con todo.





Lo nuestro también fue una farsa -¿sinó a qué podía venir tal expressión de dicha?-, mas lo sabíamos, cada cual a su modo. Fue una farsa porqué ambos veníamos de una farsa mucho más grande. No podía ser de otra forma. -Y mañana, al ser yo otro, resultará ser lo mismo-. Estoy totalmente convencido que nuestro cielo habría sido vagabundear como dos viejos orangutanes en busca de nada, sin hacer nada más que nada. El silencio habría revelado nuestro amor, El amor, que era la vida misma. Y no habría engaño alguno. El engaño no era en la tierra, por habernos puesto aquí. El engaño era habernos puesto nosotros en la tierra. Eramos parte, por eso no había diferencia alguna con nada, aunque nos sea totalmente imposible comprender. De echo, no éramos ni parte. Dios, todo conocimiento lo habíamos puesto nosotros. Y ahora lo veía claro. Nunca podríamos conocernos, de ningún modo. Bastaba poco para comprender que eso no era más que un ligero capricho nuestro. La solución ni tan solo era el comprender. La solución, menuda estupidez. ¿Como podíamos querer saber lo que éramos cuándo ya éramos? Solo queríamos saber. Saber para seguir muertos desde nuestros pedestales. En ningún momento tuvimos el valor de vivir a secas. El intento se quedó en eso: i-n-t-e-n-t-o. -Lo vi muy claro y, sin embargo, no me di cuenta de mi ingenuidad, de mi “verlo claro”.
Y pasó inombrable tiempo. Olvidamos, los dos olvidamos.De todas formas, los dos olvidamos. Yo seguía intentando imponerme objetivos para funcionar de un modo estable. Para ser capaz de llevar una vida íntegra, aunque fuese eso el ir contracorreinte. Había tanteado frutos prohibidos, y el pecado original resultaba ser el hecho mismo de saberlo. La comparación. Sin eso, no habia nada más que lo que corresponde. Ni dolor, ni placer, ni, ni, ni... Yo mismo peligraba en todo esto, y por eso me era algo totalmente impensable. De ahí, que pudiese percibir la falsedad de nuestra breve relación, y al mismo tiempo amarla con toda mi alma, que se dice. Por eso mi máxima aspiración era lo máximo a que podía aspirar. Nada más. Y de ahí que fuera posible cumplirse. Que todo fuera posible. Como un sueño. Como mi sueño, en el que ella me besaba.
Ahora era de día, y sabía que ella tenía forma. Despertaba en otro sueño, más yo ya había escogido.

Texto agregado el 18-02-2005, y leído por 116 visitantes. (0 votos)


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