Hallarse así tendida en una red de ensueños, lejana, singular, equidistante a la verdad que aflora de esos labios, segura, pasajera del tiempo, intimista, constante al eco de unas frases. Bajo el audio, los diferentes rostros se expanden en el territorio de las voces, mientras cada influjo se derrama como una suave brisa del sur hurgando en las memorias. Latente, inscripta en una misma sintonía de emociones, distante, paralela, interceptando el magnetismo, esfumada en una espiral certera de ilusiones, callada o altiva, inspirada, homónima. La tarde delata los sentidos hundiendo su nostalgia bajo el hueco de mi alma, me induce como destinataria de otros mundos, se aleja, vuelve a instigar esos polos de atracción, balbucea, destella mil palabras en el recorrido de los labios, resiste, suspira acobardada, lanza un gemido que se opaca contra el mundo, vuelve a descubrir mis ojos tras los muros, me advierte, mientras caigo nuevamente entre esos brazos. La luna funde su existencia con la ceniza de tu boca, me irradia deslizando blancos, atada al cuerpo de su gloria como un deshielo de los Dioses arrojado a los espíritus, mientras la humanidad se expande sigilosa entorno a esos instantes. No te detengas, mi ser aún percibe el cosquilleo de tu risa tras los cristales de mi sino.
Ana Cecilia.
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