Eran las 6:36 PM cuando te vi, sentado en la arena, de espaldas hacia mi, pero con la mirada frente al océano. Me produciste escalofríos, aunque ni siquiera habías notado la diminuta presencia de alguien más. La forma en que hablabas con ese mar, los bosquejos dibujados por tus manos, tu perfume transmitiéndose en los choques de las olas, todo era demasiado cotidiano, pero sin embargo demasiado irreal. Sentí que te conocía, aún sin mirar tus ojos ni conocer tu rostro, te sentí, con un dolor y una alegría que al mismo tiempo me rompió y me unió el corazón como un rompecabezas. Me enamoré, súbitamente mis emociones me hicieron entender que eras Tú, el etesio que me sorprendía tiempo antes entre las flores, en un remolino, en una poesía de papel. Jugaste con la arena como si esta fuese una persona igual que tú, parecías desconectado de este mundo muchas veces poco agraciado.
Corriste y en un suspiro abrazaste el mar con su inmensidad. Volviste al mismo lugar de antes, te sentaste tranquilo, evitando romper el silencio armónico que transmitía el mar. Yo todavía un poco lejos de ti, vi cómo caía una lagrima azul por tu mejilla, descubriendo que por la misma recorría el mismo río. Acepté ña dulce hipótesis de que cuando conoces a la persona de tus sueñios se detiene el tiempo. Crudo atardecer frente a mis pupilas ya dilatas de tanto mirarte, helada hasta los huesos, sintiendo la sangre recorrer mis infinitas venas, decidí caminar hacia ti y presentarme. Me senté a pocos metros de distancia y comence a concentrarme. De pronto toqué tu mano en la pantalla oceánica del agua cielo y volviendo a la realidad sonreí al ver que te asustaste. Era un susto infantil y sonrojado, totalmente timido, por fin estabas sintiendo lo que yo había sentido, por fin habias descubierto que yo, al igual que tú, también podía hablar con el mar.
Fue así como me enamoré de ti.
2:34 AM 10/02/05
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