Aquel fue un día extraño. Recuerdo que por la mañana al salir de clase de biología solo quedamos tú y yo en el salón de clases. Cuando me dirigía hacia la puerta tus brazos me atraparon por atrás, me abrazaste muy fuerte y dijiste cariñosamente mi nombre. Creo que me he de haber sonrojado bastante, ni mente dejo de trabajar y lo único que se me ocurrió fue voltear y abrasarte también. Cercanos y lejanos… tu cabeza en mi hombro pero el resto del cuerpo totalmente separado. Sentí que ese momento duro horas, aunque se que no pudo durar mas de medio minuto. Atrás, la puerta se abrió de golpe y entro un muchacho que solo nos miro y arrojo su mochila contra una banca.
Ese mismo día, cuando estabas sentada afuera de unos de los salones del pasillo por el que nadie nunca pasa, note que había algo extraño en tu mirada. Me acerque y me senté junto a ti sin decir nada, pude observar que una lagrima rodaba por tu mejilla. Tu mirada estaba clavada en la vacía pared de enfrente; un segundo después tenías la cabeza en mi hombro y yo acariciaba tu cabello, eso no duro mucho; Creo que tú también tenías miedo.
Me entregaste tu cuaderno de dibujos al salir de la escuela; me sorprendió la símilaridad con mis dibujos. Me encanto la inocencia de los trazos y la madurez de los temas; negro, rojo y azul, cada color representaba una cosa, cada línea estaba en el lugar preciso, nunca había visto que alguien entendiera el concepto de un cuaderno de dibujo tan bien.
Semanas antes, cuando me hablaste bien por primera vez, me preguntaste por mi libreta, la tomaste y observabas cada unos de los dibujos por más de 5 minutos. Nunca nadie duraba más de diez segundos en uno solo, nunca nadie sabía como comer mis dibujos. Solo tú.
Solo tú entendiste cuando te platique la historia de mis cuatro intentos de suicidio frustrados. Solo tú entendiste las razones que tenis para matar a Gabriel. Solo tú. Por eso me había enamorado de ti. Solo tu veías algo bello en mi, solo tu veías lo que hacia sin estar presente. Solo tú…
Al salir del edificio recuerdo que caminamos juntos hasta la esquina de la calle. Nuestras manos chocaron repetidas ocasiones pero ninguno de los dos dijimos nada. Me abrazaste para despedirte de mí, fue una despedida que se extendió por varios minutos. El silencio resultaba agradable. Recuerdo que al acercar nuestras mejillas tú bajabas la cabeza a mi hombro y negabas. No sabía como interpretar eso. Solo tenía miedo. Me abrazaste muy fuerte antes de salir corriendo hacia donde te esperaba tu madre en el auto.
Cuando viajaba en el metro, de regreso a mi casa, todo parecía no tener importancia; nadie me miraba, a nadie le importaba… eso me hizo sentir seguro, bien, tranquilo. Todo parecía más calido y agradable.
Al entrar en mi casa el ambiente estaba demasiado tenso. Mi madre sollozaba sentada en la sala, con una taza de café en la mano; mi padrastro la miraba juzgándola y le decía que lo que ella hacia no era un trabajo, si no una especie de diversión; mi hermano veía la televisión sin notar siquiera que sus padres se pelaban tras de el. La escena me dio asco y corrí a mi habitación, donde puse musica (No recuerdo si Radiohead o Múm) y me tiré en la cama. Tal vez me quede dormido por que el tiempo corrió demasiado aprisa.
Cuando me levante me sentía enojado, no recuero específicamente por que, pero solo se me ocurrió pintar, pero no pintar con cualquier cosa, pintar con sangre, como lo había hecho varias veces antes. Así que saqué una aguja hipodérmica para pinchar un dedo, pero me pareció aburrido. Me dirigí al cajón y saqué una navaja nueva, me levante la parte de abajo del pantalón, hasta la rodilla y di un navajazo que en el momento no sentí, pero lentamente un cosquilleo recorrió la herida junto con una delgada línea roja que se volvió mas y mas intensa hasta dejar brotar ese hermoso liquido rojo que capture en un vaso. Fácil pasaron unos cinco minutos y la herida no había cerrado, cosa que me preocupo por que normalmente cicatrizaba demasiado rápido. Cuando llene el cuarto vaso y mi vista comenzó a volverse borrosa me espante de verdad. Creí que me iba a desangrar aquel día. Cosa curiosa, cuando lo había intentado apropósito mis venas se cerraron en un abrir y cerrar de ojos, en cambio ahora por un accidente no dejaba de brotar sangre.
Decidí que lo mejor seria hablar contigo por última vez, y si me resultaba posible decirte lo que sentía. Así que tome el teléfono y marque tu número celular. Cuando sonó el tono la primera vez me asuste y colgué rápidamente. No sirvió de nada, devolviste la llamada al minuto. Al escuchar tu voz sentí un escalofrió por todo el cuerpo. –hola. Vi que llamaste, ¿Por que colgaste?, ¿Que sucede?-no te pude responder inmediatamente –verás- dije al fin –es que no me siento muy bien y…- no sabia que decir –creo que mañana no podré ir a la escuela- ¿que sucede?, ¿de que te sientes mal?- me preguntaste- hem... no es nada. Creo… bueno, la verdad. –trague saliva, tu ya sabias que hacia eso y me habías pedido que no lo hiciera por favor-la verdad es que hice aquello que me pediste que dejara de hacer-no respondiste, solo escuchaba tu reparación – ¿hola?- si, he… no se que decirte. ¿Por que lo hiciste? -preguntaste- veras… la verdad es que no lo sé- dije –pero creo que hay algo mal- mire mi pierna y observe que la hemorragia se había detenido, pero aun así me faltaba mas de un litro de sangre. Al ver los cinco vasos alineados sobre la mesita tome uno y comencé a beber mientras te escuchaba –hay… ¡niño!.. ¡¿Por que?!- parecía que estabas a punto de llorar, cosa que me hizo un nudo en la garganta- ¿como que no irás mañana?, ¿Qué pasa?... necesito verte… ¿Dónde estas?, ¿Dónde te veo?-me alerte un poco, y renegué varias veces, pero por fin me convenciste, la verdad es que yo también te quería ver. Tome una venda y la até con fuerza en la herida, cojeando salí de mi casa.
Al viajar en el metro me senté en la parte de hasta adelante del vagón, sentía que toso el metal del tren crujía y se deformaba formando un vértice al final del vagón. Veía que la gente flotaba en ves de caminar y mi cabeza daba vueltas y vueltas. Preferí cerrar los ojos hasta llegar a la estación del centro.
Al llegar al sitio que me dijiste y te vi ahí sentada operándome me sentí mucho mejor, ahora el pesar de los ojos hacia parecer que era todo un hermoso sueño. Me senté y me abrasaste, me preguntaste los detalles que te conté con exactitud. Después sacaste unas pastillas rojas de tu mochila y dijiste que tenían hierro, que ayudarían para la perdida de sangre. La tomé.
El sueño pesaba cada minuto más, y ya comenzaba a alucinar, todo se veía borroso, pero tus ojos me reanimaban. Te observe durante unos minutos que permanecimos en silencio. Depuse me dijiste que no querías que me muriera, que no querías que me hiciera daño – ¿sabes?, te quiero mucho, y si te sigues haciendo daño ya no te voy a querer… (Más tarde entendí que era mas bien una especie de envidia)- esa fue la frase que me aclaro un poco las cosas – me quiere- pensé. Unos minutos después me abrasaste de nuevo, cosa que había estado haciendo, y como lo habías hecho antes bajabas tu cabeza y la recargabas en mi hombro, pensativa, mientras negabas con ella. No se exactamente lo que sucedió en ese momento, solo recuerdo que estábamos sentados uno frente al otro y que estábamos mucho mas cerca de lo normal, recuerdo que negabas y que un segundo depuse me estabas besando. Todo fue demasiado extraño, por lo etéreo del ambiente llegue a creer que se trataba de un sueño. Duró alrededor de un minuto, cuando nos separamos la cara de sorpresa de ambos fue demasiado notoria, me abrazaste de nuevo muy fuerte, besaste mi cuello, luego te quedaste ahí, y quedamos por mucho tiempo en silencio.
Cuando caminábamos hacia el metro ya era de noche y yo no sabía si aquello había ocurrido. Todo mi cuerpo temblaba, no estoy seguro si por lo nervioso o por que no llevaba ni suéter ni chamarra. Estábamos platicando sobre que sucedería, me preguntaste que pretendía y nos reímos al recordar todas las indirectas que dábamos con miedo. Esa noche soñé que hundías en medio de un mar inmenso y que yo era el culpable.
Las cosas no pudieron salir mejor durante los siguientes meses, el conocer a tu familia fue un paso difícil, luego el salirme de mi casa por ya no soportar el ambiente. Sin embargo todo sucedió de una manera agradable por que estabas tú.
Había días en los que mis pensamientos se mezclaban con los tuyos o en los que no veía lo que el otro estaba haciendo aunque estuviéramos a kilómetros de distancia.
Era todo perfecto, fueron años entrañables, encantadores. Recuerdo que disfrutábamos de beber sangre uno del otro, de huir del sol y de mordernos el cuello, todo aquello era hermoso. Pero queríamos más, no nos conformamos con mezclar nuestra sangre, con hacer el amor, con vivir juntos, con estar uno el cabeza del otro, todos los días. Queríamos estar juntos por siempre, queríamos ser uno.
Un día cuando regresé del trabajo me esperabas sentada en nuestra diminuta sala mientras escuchabas “Mogwai” y escribías una carta. Dejaste el cuaderno a un lado, te acercaste y me besaste, recorriste mi mejilla hasta llegar a mi oído y me propusiste que lleváramos a cabo lo que habíamos soñado durante tanto tiempo, que las cosas ya estaban en orden. Que nuestras almas ya estaban listas para fusionarse. Y todo sucedió esa misma noche, una noche eterna. Pero el plan no resultó.
No entiendo aún. El plan era perfecto… hacerlo juntos. Y por eso ahora estoy solo, por eso me quedare así eternamente, por eso será un agonía eterna. Prefiero vivir esa noche todo el tiempo, una noche eterna, la noche mas perfecta, no la madrigada… aún no entiendo, aun no entiendo por que yo sobreviví a una dosis tan fuerte de pastillas para dormir, 20 pastillas, tu 10… aún no entiendo por que estoy paralizado y atrapado en un hospital y tu estas tres metros bajo tierra.
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