Abinda y Natín se habían conocido hace ya varios años. A lo largo de su adultez, ellos entablaron una gran amistad. Ellos no se veían a menudo, por la dificultad de vivir muy distanciados.
A veces pasaban varios meses sin cruzar miradas, pero cuando se encontraban disfrutaban mucho de tal acontecimiento. A medida que pasaba el tiempo, el amor entre ellos se intensificaba y el deseo de verse más a menudo era cada vez mayor. Pero ocurría que al mismo tiempo, tanto ella como él vivían cada vez más ocupados.
Teléfono mediante, les llevaba tiempo tratar de concertar alguna cita pero sin poder coincidir en lugar ni horario. A pesar del deseo que tenían de verse, ellos priorizaban sus respectivas obligaciones.
La presencia de ambos, cada cual en su contexto era importante. Ella estaba muy ligada al campo de la Psicología, y él al de la Filosofía. Tanto ella como él aprendían y enseñaban mutuamente con a las personas con las que se relacionaban.
Un día, luego de haber agotado posibilidades de encuentro, Abinda le propuso a Natín que en el filo que corte a esa noche (las cero horas), él se concentre en ella y viceversa.
Así lo hicieron. En la primera noche empezaron a “sentirse” vagamente antes de quedarse profundamente dormidos.
Se empezaban a reconocer a través de sus “cuerpos etéreos” - estos cuerpos son iguales a los físicos pero con la diferencia que son mucho más sutiles y se manifiestan y desplazan en el seno de una “dimensión paralela intermedia”.
Esta zona llamada “Mezplán”, es una dimensión que no pertenece al reino de la conciencia despierta pero tampoco pertenece a la dimensión de los sueños (dimensión onírica)
Así, cada noche se invocaban mutuamente antes de rendirse al invencible poder del sueño. Y descubrieron que, paulatinamente, y con mucha persistencia, se podían contactar cada vez mejor. Fue como cuando un artista comienza a pintar su obra, primero es sólo un caótico esbozo de líneas y curvas, pero luego de un período de tiempo ya tiene la imagen clara y plasmada. De esta misma forma, antes del sueño, los “cuerpos etéreos” de Abinda y Natín al cabo de un buen tiempo de práctica pudieron encontrarse nítidamente “reales” y conscientes en la zona de Mezplán.
Allí, generalmente, pasaban no más de una hora juntos. Podían conversar, amarse, y hasta jugar como niños
Una noche, salieron a explorar la misteriosa infinitud de “Mezplán. Súbitamente, se hallaron frente a un inmenso salón. Sus etéreas paredes tan diáfanas como el cristal y tan livianas como una suspendida pluma parecían descansar sobre la mullidez de una blanca nube.
Dominados por la curiosidad, entraron a través de una ancha abertura que se hallaba en el centro de una de sus paredes.
Allí, observaban azorados a otros seres como ellos mismos. Sobre el muro de la pared del fondo les llamó la atención una puerta dorada que tenuemente brillaba con luz propia.
De pronto, observaron que un “ser’ se dirigió hacia esa puerta. Por la transparencia mental que imperaba en el ambiente, enseguida adivinaron su nombre: Nekompreno. Este, estiró su brazo, y con delicados dedos tocó la puerta. Esperó por un momento que se abriera, pero fue en vano. Luego volvió sobre sus pasos donde se encontraba sentado.
Abinda y Natín se dirigieron hacia Nekompreno y él le preguntó qué significado encerraba esa puerta.
_ Es la puerta de la “Multidimensión”, cordialmente respondió.
_Qué es lo que hay detrás de ella? Indagó Natín.
_Los que entraron ahí dijeron que no hay palabras para describir lo que allí se encuentra.
_Es accesible a cualquier ser que la quiera explorar?
_No, solamente tienen acceso los seres que han alcanzado la frecuencia vibratoria necesaria por haber aprendido a no “criticarse-condenarse” a si mismos.
_Y me imagino que también se refiere a los que no “critican-condenan” al prójimo, agregó Abinda. _Por añadidura amigos, contestó Nekompreno.
Abinda y Natín se miraron, se interpretaron sin hablar y se dirigieron hacia esa misteriosa puerta. Tomados de la mano tocaron la magia y la textura de la dorada puerta, y de repente se abrió lentamente.
Un diáfano vacío de cambiantes colores iba abriéndose ante sus ojos. Ambos sintieron el deseo de penetrar en él, y sin hablar así lo hicieron.
Y de pronto se sintieron navegar sobre una “múltiple dimensión” en la que estaban ausentes nuestro tiempo y espacio conocidos.
Mientras tanto, en esta ‘realidad tridimensional” lo cuerpos físicos de Ahinda y Natín quedaron hundidos en el. más profundo de los sueños.
Fue así que pasaron días y meses, y ellos todavía permanecen dormidos.
Los médicos y especialistas descubrieron este anormal hecho y han decidido poner ambos cuerpos en una sala especial para observarlos y estudiar sus reacciones.
Pero no pudieron despertarlos, ni descubrir nada en la extraña pareja. Todo se reduce a un simple “dormir’. Y misteriosamente, a pesar de que no comen ni beben, sus cuerpos físicos no acusan el menor desgaste.
Hasta el día de hoy no se sabe por dónde están sus “cuerpos etéreos’, porque están navegando en una dimensión que está vedada a las mentes que critican y condenan a cualquier conducta humana. Lo único que se sabe es que Abinda y Natín están recorriendo y prestando alguna ayuda espiritual en los infranqueables “mundos mentales” que las personas conflictuadas crean con sus creencias.
No se sabe cuándo van a retornar sus “cuerpos etéreos”, y conciencias a sus respectivos cuerpos físicos.
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