“… No sé, sal a caminar, mira las plantas de la calle, mójate con la lluvia, cántale una canción a un gato, entra en un bar de borrachos, mírate al espejo… Fundamentalmente nada existe, y mi asunto es lo metafísico, pensar en eso y sumergirme en las preguntas es mi tema, no me hagas dar respuestas que no tengo.” Eso me dijiste, y quedé con una profunda sensación de frío en todo el cuerpo.
Tomé la micro, y fue como si estuviera bajo la lluvia. El vidrio frío me seduce, su transparencia, y el santiago sucio que refleja al fondo es un espectáculo de la tristeza. ¿Cómo no va a haber un espacio para mi entre tanto mundo? Sé que, mientras, en Valparaíso oscurece, los perros persiguen a los autos, y debe haber alguien asomado en su ventana, recordando su niñez, queriendo estar ahí, entre medio del pasto seco del verano y cerca de la manguera que escupe agua fría.
Me bajé en Macul con Irarrazabal y tomé el metro. El vagón casi vacío tiene un olor a limpio, a nuevo, pero al mismo tiempo hay barro en el suelo, rayados en el vidrio, y alla en el fondo una mujer gorda y vieja con una bolsa que parece contener basura, enfrenta la mirada de un tipo que juega con la luz pequeñita de un señalador.
Puedo pasar la noche aquí, pienso, en el vagón, y claro, todo sería una anécdota para contarte, para conquistar tus ojos azules y mantenerte aquí, en el abismo de mi imaginación, de mi ficticio. Por alguna parte escuché que el lenguaje crea realidad, y tu y yo somos solo lenguaje. Sólo un código, unidades estructurales tejidas, lanzadas al aire, que allí se reproducen, componen un mapa de coordenadas donde la mente transita.
Claro que es válido imaginar entonces, y las imágenes producidas poblan este tejido ya instalado en el aire.
El timbre sordo anuncia la estación Santa Lucía. Dejo en el suelo acurrucada mi imagen desordenada y oscura, antes de cruzar el umbral la miro a los ojos y ella me devuelve una luz intensamente roja. Allí queda palpitando, y yo afuera piso un mar de cenizas. Mis pasos suenan como gotas de agua, de pronto todo es blanco y cuando salgo a la superficie el viento ciego me rasga la cara. Yo, entonces herida, sangro todas las letras.
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