(...)

Dame una mano.
_ Dame la otra.
_¿Qué es eso que se acerca hacia nosotros?
_Creo que es un pájaro.
_ De nuevo nos visitan los pájaros
_ Sí.
_Me gustan los pájaros. Por eso permito que nos visiten.
_¿Tú no quieres?
_Si. Claro que sí; a mi también me gustan.
_¿De qué color es?
_Azul. Yo quería que fuese azul.
_Pero no hay pájaros azules...
_Sí, aquí tienes una muestra...
_Yo creo que es verde, casi amarillo. Como el sol. Como un día de verano (y playa).
_No, esos son de otros colores. Pero también son azules. Aunque tienen otras tonalidades azules.
_Cielos. Yo no veo ese color que tú ves. ¿Qué color azul tiene?
_Azul cobalto. Azul metálico. Como el infinito.
_¿A ti te parece que el infinito es de color metálico? Curioso. ¿Por qué razón?
_Es muy sencillo. Todo lo que se eterniza ante los ojos lleva impreso un sello metálico. Por ejemplo: el sol, ardiente, dorado como el oro. El oro mismo suspendido en el cielo; inagotable, inalcanzable para seguir alumbrándonos. Alumbrándolo todo. Imagínate si lo alcanzásemos. Acabaríamos con la belleza. Lo fundiríamos todo, y todo él acabaría bajo nuestras manos.
También están las piedras. Piedras de las casas, de los ríos, de las playas, de las calles. Piedras de la montaña. Trocitos de montaña que sí hemos ido alcanzando, porque somos atrevidos. Mucho. Afortunadamente hay muchas, y algunas alejadas, altas, inalcanzables como el mismo sol. Qué decir de esas montañas que tocan con sus dedos el mismo sol y unen sus huellas, sus propios corazones. Pero esas, afortunadamente, están a salvo...

Y hay más: El metal que late en las flores, que vuela en sus estambres, después de haber saltado del fondo de la tierra, entre sus raíces, al viento de sus hojas, de sus pequeñas ramas, de sus levísimos halos de colores, que se alejan en la primavera tardía... para volver, siempre volver a alguna parte, a recordar ese camino que han aprendido. Y...

_ Dios santo. Nunca había pensado así sobre los metales. ¿Hay más metales aún? Dime al menos uno más...

Si. Hay muchos. Innombrables en el resto de los planetas. Por ejemplo en Mercurio: es el mensajero de los dioses. Su metal es ágil, inteligente, espacial. No tiene peso. Solo vuela, vuela, entre el resto de los planetas. No se puede tocar con las manos. Ni ver con los ojos. Tan solo otros ojos, los de una parte interna, asoman a veces a ese aspecto luminoso.

_ Entonces... si ese pájaro es azul cobalto. Azul metálico. Pájaro infinito. Entonces... pudiera venir de Mercurio... ¿O es muy descabellado?
_ Hum... aprendes rápido...

(...)