En un bello lugar alejado de la ciudad, un hombre muy especial, algo entrado en años, era conocido por tener grandes conocimientos sobre Matemática.
Pero aparte de saber resolver toda clase de operación complicada, poseía la rara facultad de tasar el valor de las personas, no por el significante del dinero sino mediante cifras numéricas .

A pesar de ser conocido como sabio matemático, muchas personas que lo habían visitado estaban desconformes con la evaluación recibida.

Cierto día, un hombre llamado Jumilo, llegó a su casa, para constatar cómo era aquel hombre, considerado sabio por algunos, pero también considerado injusto por otros.

_Estoy algo desorientado en cuanto a mi persona, por eso he venido desde muy lejos a saber cuánto valgo- comenzó Jumilo con el diálogo.
_Bien, hombre. Empieza diciéndome, desde tu infancia qué es lo que aprendiste a hacer.

_Desde niño he trabajado algunos años en una tienda comprando y vendiendo mercaderías. _Entonces eres comerciante. El hombre calculador anotó un cero en una hoja.
_Bien ¿qué mas?- agregó.

_Luego trabajé por algunos años en una carpintería.
_Entonces, también eres carpintero. El hombre anotó otro cero, al lado del cero anterior.
_Bien ¿qué más?- agregó.

_Luego, trabajando algunos años aprendí a construir casas.
_Entonces, también eres albañil. El hombre anotó otro cero.
_Bien ¿qué más?- agregó.

_Luego estudié magisterio, y me recibí.
_Entonces también eres maestro.
El hombre anotó otro cero.
_Bien ¿qué más?- agregó.

_ Insatisfecho por ese cargo estudié para ejercer en colegios secundarios.
_Entonces, también eres profesor. El hombre calculador anotó otro cero.
_Bien, qué más?- agregó. _Insatisfecho con ese logro, me especialicé con

estudios universitarios. _Entonces, también eres Licenciado. El hombre anotó otro cero.
_ Bien, qué más?- agregó

_Eso es todo lo que aprendí en mi vida, contestó Jumilo.
Entonces, el hombre calculador le entregó el papel con los seis ceros anotados.
_Eso es lo que vales- agregó.
_No entiendo, he viajado mucho para llegar hasta este lugar y usted me dice que no valgo nada- contestó desorientado.

_No seas tonto! ¿no te das cuenta que yo sé lo que hago? Yo veo las cosas de ese modo y tu no tienes derecho a refutarme. ¿Acaso crees que no tengo razón?
_Si es así como usted lo ve debe ser así señor- respondió Jumilo.

_¿Acaso crees que tu puedes ver esta cuestión de otra manera?
_Sí señor, pero ante todo Respeto su punto de vista.
_¿Cómo osas contradecirme si eres un hombre insignificante?...Ajah! pensé que te considerabas inferior a mí. Pero ahora con tu desacuerdo, parece que te crees superior a mí!- respondió el hombre calculador, elevando el tono de voz.
_No señor, la verdad que vine aquí para aprender algo de usted, pero también creo que en esencia, nosotros dos somos igualmente humanos, por lo tanto, no me siento ni inferior, ni superior a usted.

_Este diálogo ya terminó de exasperarme, vete de aquí necio, y no quiero volver a verte!
_¿Cuánto le debo señor por el tiempo que le hice perder?
_Has logrado que me enoje! no quiero que me pagues con dinero, pero en cambio quiero que saques todas las piedras que hay en mi jardín.

Serenamente, Jumilo obedeció. Luego de un par de horas de trabajo, decidió marcharse.

_Está como usted lo pidió señor. Entonces, el hombre calculador le pidió la hoja a Jumilo (que le había dado antes con los seis ceros anotados).

_Hoy es un gran día! Me has demostrado con hechos:

Que eres Respetuoso,

También que tu Autoestima es equilibrada.

También me has demostrado que eres Humilde...

Y el hombre calculador escribió el número UNO delante de los seis ceros y se lo extendió.

_Esto es lo que vales hombre.
Jumilo leyó el papel, emocionado y sin palabras, abrazó al hombre calculador.

Después emprendió el regreso reflexionando sobre sus valorizaciones de esos tres principios.

(Cuento adaptado) elkore