La muerte se asoma como una salida compensatoria, como un refugio maternal donde se disiparán todos los dolores y terminará la infernal consecución de segundos estériles de la existencia. La muerte atrae como un polo magnético y oscuro. Como un pozo hondo de infinitas posibilidades. Es la promesa de la reversibilidad del sufrimiento y la esperanza de alivio para las almas abatidas y las mentes atormentadas. Que importa si ignoramos el sendero por el que correrá la nueva etapa de existencia que abre la muerte, si es que existe! De cualquier modo, es inevitable caer en este abismo desconocido. De cualquier modo, tarde o temprano seremos llamados a dejar esta vida y estos cuerpos, para enfrentarnos a lo desconocido que esconde la muerte tras su silencio inescrutable. Al desprenderse de la carne y posiblemente de los pensamientos que nos arraigan a este plano dimensional, quizás nuestro ser, si así podemos seguir llamándolo, encuentre un estado etéreo de armonía y tranquilidad. Quizás los tormentos de la vida humana desaparezcan. Quizás la pesada carga que arrastramos quede atrás junto al ser material que una vez ocupamos. Aunque también es posible que todo lo que nos hace humanos perezca y en su lugar quede el vacío de la nada. Es posible que la peor pesadilla(el peor temor) del ser humano y su alma "inmortal" sea realidad, y con la muerte toda fibra humana, espíritu, pensamiento y sentimiento se apaguen definitivamente sin dejar rastro mas que en el mundo material donde moramos en nuestro paso efímero por la vida. Pero todo esto no hace menos atractiva a la muerte, ni menos balsámica. Cuando llega el momento en que la vida se transforma en una monstruosa jaula que encierra al ser o en una pesada cruz sobre los hombros maltrechos, la muerte con todas sus incógnitas y riesgos surge como un destello de luz en la oscuridad, así como lo hace la vida misma al nacer desde la no-existencia. La muerte desea la vida y la vida desea la muerte, en un circulo interminable de alternancia.