CAPITULO II
Eran las nueve o diez de la mañana, cuando un coche llegó a la hacienda, de este bajaron varios tipos de traje negro dos, y el resto negro o gris, Alfredo dudo un rato, luego bajo del balcón.
- Buenos días, señor Salas.
- Buen día, señor Rodríguez- respondió un tipo alto de traje gris, con acento español - como le prometí, los profesores que han de continuar educando a vuestra hija.
- Es un gusto conocerle s-señor Rodríguez- habló uno de los profesores, se notaba que no dominaba bien el español.
- Pero pasen, al comedor para que desayunen.
- Oh, lo siento. Pero no podré acompañarlos esta vez tengo que volver al pueblo- dijo Salas.
- Entonces Ud. no le dará clases a mi hija?
- No, y cuanto lo siento.
- Y quién alguno de sus colegas le reemplazara?
- Oh no, ninguno de ellos.
- Entonces él vendrá después, supongo.
- Suponéis mal, él se ha quedado en el coche. Esperadme un momento.
El señor Salas se detuvo frente a la puerta del coche y llamo a alguien Michelle Keith, este reemplazaría a Salas en Lenguaje e Idiomas. Alfredo se imaginó a Keith barbudo como los demás, un hombre de una edad aproximada a cualquiera de los otros maestros... su imaginación sobrepaso la realidad, pues cuando el reemplazo se Salas bajo del coche se dio cuenta de que su edad no superaría los veinticuatro años de edad, tenía que ser una broma de mal gusto por parte de Salas, ya que ningún profesor que el conociese fuera tan joven, y que sucedería con Margarita? Correría peligro con este Keith?
- Buen día señor Rodríguez- dijo con cortesía el muchacho.
- Joven Keith, es un placer- respondiendo al saludo solo por cortesía a los otros caballeros.
- Así que esto es Valparaíso?, nunca creí que fuera tan bello.
- Bueno señores os dejo, tengo que irme ahora.
- Bernardo, puedo confiar en el? Bueno, ya sabes por que.
- No os preocupéis, es tan confiable como yo.
- Estas seguro?
- Por supuesto.
Salas se fue de nuevo en por donde había llegado. Alfredo no confiaba en Keith, y si no fuera el, si no ella la que se enamorara de el, cuantas ideas mas le cruzaban por la cabeza quería ver el futuro, que pasaría si... se enamoraran. “Basta de pensamientos tan ridículos- se dijo a si mismo Alfredo- solo tengo que estar pendiente”.
Todos los profesores entraron al comedor, cada uno tomo su puesto, que Alfredo le asignó a cada uno. Desayunaron placidamente, desayunaron en silencio.
Luego mandó don Alfredo a tres trabajadores que llevasen las maletas de los nuevos huéspedes a sus respectivas habitaciones, en donde vivirían por un año, y en donde darían clases a una adolescente.
Los nuevos maestros fueron cada uno a su habitación, tomaron un baño e inmediatamente bajaron para ser llevados al salón en donde impartirían sus clases. Los licenciados Edward Simmonds y Fred Morris (de matemáticas e historia respectivamente) le dieron cumplidos a Alfredo por la organización dela casa, Vicente Mendoza y Horacio Bonar (de Bellas Artes y Economía) solo seguían en la charla de sus colegas; pero Michelle Keith permanecía dentro de su propio mundo, seguía de cerca, de muy cerca a sus cinco mayores no haciendo mas ruido que con sus zapatos cuando caminaba sobre el piso de acacia pulida.
Llegaron a la habitación, esta no era muy lujosa como las otras habitaciones, pero si más cómoda para estudiar.
- Siéntanse cómodos caballeros, en un instante han de conocer a sus alumnas.
- Perdón- interrumpió Morris- pero nos dijeron que solo era una niña.
- Oh si, lo se. Solo nombran a mi hija, pero permito que estudien dos hijas de mis empleados.
- Entonces serán tres las chicas que hemos de educar- termino Simmonds.
No tuvieron que esperar mucho cuando a la habitación entraron tres jovencitas de casi la misma edad: Margarita, Adriana y Teresa, todas ellas crecieron juntas, eran grandes amigas desde muy chiquitas, solo en vacaciones Adriana y Teresa trabajaban en los oficios de la casa. Alfredo les permitía que jugasen juntas, él no era de esos que discriminaban a sus sirvientes, en cambio procuraba ser lo mas cordial con ellos para evitar cualquier contratiempo en la hacienda.
Las chicas se presentaron, dando su nombre, edad y el área que más les encantaba. Los profesores se presentaron muy cordialmente. Alfredo no dejaba de fijar sus ojos en Michelle, quería ver la manera en como veía este a su hija, todo inútil el muchacho solo alzo su mirada para presentarse, es como si advirtiera que el padre de la chica lo tenia en la mira. Alfredo observó que lo único que hizo el joven era pasar un bolígrafo entre sus dedos de la mano derecha.
- Bien caballeros, estas son sus alumnas a partir de ahora.
- Inteligentes se ven- dijo Mendoza.
- Claro que lo son- inquirió Alfredo- quienes sean de Valparaíso son excelentes para todo.
- Eso lo veremos este año- susurro Bonar al oído de Morris.
- Entonces ustedes comenzarían desde mañana.
- Por supuesto, a eso hemos venido.
Se levantaron de sus asientos muy cortésmente, las chicas se despidieron, los caballeros hablaron un rato más, pero el menos viejo se retiro a su habitación. Keith no hizo nada que le disgustara, pero su hija y las otras dos chicas, creyó Alfredo, le miraban muy de seguido. Quizá se extrañaban también de un profesor tan joven o... no seria que... no nunca le paso por la cabeza de que su hija hubiera sido idiotizada por el profesor.
A la hora de la cena Alfredo no hizo mas que seguir en su misión de encontrar con lo que hubiera de sospechar del joven profesor, pero no, nada hasta ahora. Pero su hija si le miraba de seguido. Esto le inquietaba a Alfredo demasiado. Mientras comían los profesores hablaban con Alfredo de la hacienda, su producción y de negocios, allí también Keith permaneció callado. Varias veces le vieron sonreírse mientras comían, no sabían porque, seguramente por cuanto decían.
Se levantaron de la mesa, Keith y los otros profesores dieron las gracias, la tercera vez que hablaba el muchacho desde que había llegado.
|