Alumbrado por una tenue luz, el juez con sólo una mirada, indicó que se presentara el caso, enérgica voz se oyó:
No habrá en la tierra una criatura semejante a Sara Kinkle: un hermosos espíritu dotado de una exquisita inteligencia dentro de un envase fino y delicado. Ella condujo su vida lo mejor posible, entre las limitaciones que su mundo le imponía. La razón de este juicio...- El juez movió la cabeza e interrumpió diciendo:
- ¡Qué ella relate su historia! -
- No encontré nada – dijo Sara en tono melancólico - busqué, pero no encontré nada. Él se había ido. Sólo quedaron sus zapatos en un rincón y su mirada en el espejo. “El espejo te va a robar los ojos”, le decía, pero no me hizo caso... Ellos me perseguían y nunca me dejaron olvidarlo.
Me sentaba en la silla del jardín, donde Octavio pasó horas buscando las respuestas que tanto anheló, hasta llegué a pensar que tal vez por eso se fue. Nunca antes sentí tanto frío.
Ahora pienso en su música y en lo bien que me hacía, en su cabello... y en lo horrible de sus últimas horas. No pude hacer nada, ni siquiera que pensara en aquella noche bajo el árbol iluminado por una luna enorme y amarilla.
Después de su muerte no pude conciliar el sueño. Él irrumpía con su sonrisa, me asustaba. Realmente me asustaba-.
Sara rompió en llanto, hubo un gran silencio. La voz se suavizó e intercedió ante la impaciencia del juez.
- ¿Merece más pena esta alma, cuya falta se reduce a no querer vivir más en ese mundo? Ella expiró semejante al a noche: en búsqueda de su amado día, condenada a perseguirlo por siempre- Se hizo nuevamente el silencio...- ¿La muerte de Sara fue suicidio?- dijo estentóreamente la voz mientras rodeaba al juez y al espíritu ahora desfallecido de aquella mortal.
El resto de los asistentes, miles de seres de tan diversos aspectos, levantaban y bajaban sus pulgares en señal de sentencia... Pero entones la mirada del gran juez, como un rayo, se posó en los ojos de Sara y dijo:
- No sabrán la sentencia por lo que ha ocurrido, al fin de cuentas mis pensamientos no son los vuestros y sus caminos no son los míos -.
Entonces Sara entendió todo y, por fin, su corazón encontró la paz.
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