¡Que más da! No siempre se gana y por lo menos esta vez sí que aprendí la lección y ¡se acabó! Pero,... ella era distinta, esa sonrisa no era artificial ni su mirada embustera. ¡No! Pero esta si que fue la última, ¡no más!. Hasta yo puedo aburrirme de ser un miserable e ingenuo mocoso (aunque la niñez se me haya escapado por la puerta de atrás hace siglos.), ¡y me harté!. ¡Ahora me perdió para siempre! Y se la heredo a ese inconsciente faldero al que arrastra de la mano como infante al kinder. Obviamente, a veces me acuerdo de algunas cosas buenas, que puedo decir... no sé... sus masajes, porque si que sabía como hacerlos, suavizarte, deshacerte y llevarte a levitar, volverte aire, trapo. mmm.... sí todavía los siento en mi dorso y en la nuca todavía percibo la humedad de su respiración.... ¡Ya!, ¡No se hable más!. Igual tengo mi orgullo y no iba a venir una niñita a complicarme, a hacerse la interesante con un hombre tan experimentado como yo... ¡qué me importa su amistad!, ¡que se la lleve al carajo!, como si yo fuera un conformista. ... y pensar que yo le enseñe a besar como una diosa, y a acariciar... sus manos eran tan suaves y frescas... bueno... verdaderamente una lástima, ¡pero me agoté!, ¡las cosas las acabo yo! ¡Claro! Cuando la conocí era ideal, le gustaba todo lo que a mí, era toda complacencia, para donde iba yo iba ella, era mi reflejo, mis sueños, mi sombra... ... y no obstante, sigue siendo mi sombra, mas hoy no a mi lado, sino sobre mi, como cuando el sol está a punto de desaparecer en el horizonte, su sombra se alarga hasta mi nicho a pesar de lo distante que la siento... los siento. ¡Ja! y ahora viene a mí, incluso a ratos llora. En ocasiones ha intentado congraciarse con flores, pero yo frío, impávido y sereno... no puedo negar que por momentos siento que el agujero en mi pecho se expande infinitamente y una pequeña punzada que recuerda mi agonía, pero yo, hasta el final, digno. Es cierto que anteriormente dije que nunca más y que volví a caer, pero hoy me siento distinto, duro, como una roca. Tengo el corazón seco, muerto, y no sólo por que lo esté hace años y años, más bien, porque sé que esta vez ninguna vendrá acá abajo a embriagarme de ilusiones. ¡Si... era preciosa!, pero bueno, en realidad también lo fueron todas las anteriores, y, definitivamente, ¡ya no más!, y no solamente porque sea imposible volver con los vivos, sino porque esta vez estoy completamente convencido. |