La muerte de Don Mu
La muerte, es sin duda un paso hacia un lugar desconocido, algunos me podrán argumentar que hay algo más después de dicho suceso, otros que el cuerpo se deshace por un ciclo natural, y al descomponerse se vuelve polvo, otros más consideran que es un requisito fundamental para poder vivir de nuevo, ya sea con bases metafísicas o con tus creencias propias.
Lo que narraré a continuación es una historia que le sucedió a un ser muy querido para mí, su sobrenombre es Don Mu, y considero que para hablar de la muerte de alguien, hay que comenzar con el paso previo (el que tan existe que estamos en él), la vida.
Pues bien, después de darle un trago a mi té (estoy muy enfermo y el clima de esta ciudad no ayuda mucho), comenzaré relatando la forma en que lo conocí, lo recuerdo bien, fue hace más de 2 años, un Octubre, un día sin más ni más, apareció en mi casa, claro, de momento me asuste, por que ¿quién no haría eso cuando un desconocido allana tu morada?, pues bien, quise golpearlo, pero cuando su rostro miré una expresión muy familiar reconocí en su apacible rostro. Hasta la fecha no sé bien de dónde salió, ni por que entró a mi casa, lo que sí es que desde ese día mi vida cambió totalmente, cada charla con él, sus historias de amor (era un ser enamorado, de esos que poco existen en la faz de esta tierra), sus anécdotas de vida, aquella vez cuando por primera vez probó el néctar de una de las maravillas andantes (quizá la única que nos quede en este planeta), la mujer.
Con el rostro enjutado en lágrimas, el buen Don Mu hizo su presentación, me contó que él venía de un lugar muy lejano (calculo que de Austin, no muy lejano, pero bueno) y me platicó con alegría que ese día mi vida iba a cambiar, que había tenido él la gran oportunidad de conocer a una persona como yo, que siempre me anduvo buscando y esa misma noche (octubre 20, ¡cómo olvidar esa fecha!) Por casualidad me miró a través de las persianas que adornan mi cocina.
Su trato muy amable, su afinidad sensible, de no haberlo conocido muy bien pensaría que no fue alguien vivo, que no es posible que en esta tierra alguien de su calidad moral, sentimental y con su fidelidad... no, probablemente era más que una persona.
Pero bueno, me estaba desviando de mi relato, pues bien, basta decir que me comentó que había encontrado al amor de su vida, yo entusiasmado lo felicité, y le di un gran abrazo, a lo que él me comentó: - No es que no esté animado, sólo que el amor no es eterno, sólo lo es mientras dura. - Con gran sorpresa le comenté que por que estaba tan alegre y el por qué de su respuesta, rápidamente comentó que estaba muy feliz de poder tener a alguien a quien dedicarle cada mañana, cada respirar y que yo, mediante él, iba a conocer muchas cosas acerca de ese cuento llamado Amor.
Lo miré en silencio, no quería provocar que su voz callase, pues empecé a pensar en todas aquellas cosas que me habían pasado, el sufrimiento por terminar con el ‘amor de tu vida’, que sólo fue un martirio prolongado y que murió gracias a no se quién, de verdad gracias. Pero ahora estaba ante un desconocido que me llenaba de un sentimiento muy extraño, el sentimiento que te obliga a escuchar y querer beber cada palabra que salía de Don Mu, de su sabiduría sobrenatural, de su personalidad.
El tiempo pasó, no sé si nueve o diez meses, pero en ese tiempo Don Mu me enseñó todo lo que soy ahora, si bien mis raíces siguen bien cimentadas, cada palabra que me convidó es una sabiduría poco común, me enseñó, pues a vivir a través de él, no sé cómo ni cuándo comenzó a pasar esto, pero yo bien sabía cuando estaba aprendiendo a amar a Sofía (su gran nuevo amor), con delicadeza a su encuentro, me platicaba cada idea que pasaba por su mente, creo que así es que las antiguas Academias Griegas forjaron a los grandes pensantes, yo lo escuchaba, ponía todo mi ser en esas pláticas, aquellos momentos en que yo era, y a la vez, no lo fuí.
Don Mu, sabiendo que algo iba a pasar en su vida, me dijo: emprenderé un viaje, al parecer sin regreso, iré lejos, pero quiero que sepas que ya sabes todo lo que anhelabas saber, has aprendido a amar, a entregarte (ahora sí con plena consciencia de ello), a ser alguien que está satisfecho de todo lo que ha hecho, mi labor está llegando a su fin contigo.
¿Podía yo dejarlo ir? Sabía que su vida estaba en riesgo, por que para fortuna (o no), Don Mu le entregó todo a Sofía, le enseñó muchas cosas y todo aquello me lo transmitió, de las últimas conversaciones que entablé con él, me comentó que lo iban a abandonar, pues el amor en la distancia no es posible (claro, para las mentes inmaduras), pero cada quien tiene sus ideas, me comentó que si siempre la hubo apoyado, no veía el por qué ahora iba a cambiar su parecer, que si su amor no podía continuar, para qué seguir, que ella decidía, aunque sólo pensara per sé.
El tiempo pasó, creo que fueron unas tres semanas, recibí una visita, de sorpresa en mi casa, no reconocí este rostro, su voz era totalmente desconocida, y me preguntó tal extraño personaje: ¿Es posible ser amigo del ser amado? Lo reconocí, supe que era él, que en poco tiempo una vida tan apacible, tan rica, murió, murió por quién le enseñó, lo que me transmitió.
Después de dicha pregunta, cayó en mis brazos, y se esfumó, quizá se convirtió en alguna parte de mí, quizá no murió y mi mente lo imaginó, pero lo que sí sé, es que la incógnita sigue, que Don Mu murió, y sé que murió, por que morí con él.
- Stojkovic |