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La iglesia era bellísima pero comparada con ella cabría decir que la construyeron de mala gana y con apuramientos. El vestido no era un factor de belleza sino ella sola; aunque habría llegado más tarde y sin peinar, ese día las circunstancias la decoraron con tal simpleza que yo nunca vi...Pero bueno, la boda tenía que proseguir. Ella sudaba, temblaba, volvía la mirada hacia la gente, parpadeaba sincronizadamente con los suspiros que daba. Estaba muy nerviosa...Y de pronto a mí me dolía el estómago, sin embargo, por qué no decirlo, era el día más feliz de nuestras vidas, pero...Nuevamente el dolor en las tripas me punzaba hasta el alma de soltero que poco a poco iba dejando en el olvido. -¿Aceptas?-, me codea ella imprudentemente. La gente se ríe...-¡Oh, sí acepto amor!-, pero otro retortijón me hace saltar hacia delante, casi frente al púlpito.
-¿Qué pasa?-, -¡Nada mi vida!-. En realidad si pasaba algo. Estaba a punto de cagarme en medio de mi propia boda. Cuando me propuse seguir fingiendo sentí que una cucharada de mazamorra se revolcaba retozante en el interior de mis intestinos provocando un gruñido que pensé, solo yo había de escuchar, no obstante el ruido alcanzó hasta los oídos del chofer de la carroza en que seríamos llevados directo a un hotel de cinco estrellas, pagado por mi suegro... El gesto de repugnancia de los familiares y amigos se hizo aún más evidente y sugestivo cuando el primer pedo salió desesperado como buscando la torta de siete pisos, lo siguió otro más fuerte y uno final que me lanzó sobre el padre y a este sobre la alfombra roja que salía hasta los primeros peldaños de la puerta de aquella iglesia abarrotada de tanta gente.
Ella limitada a taparse las fosas de la nariz dejó caer unas lágrimas de vergüenza que se le escurrieron por dentro de los guantes de seda, mientras los cólicos seguían doblándome cual si fuera yo una marioneta de cartón mojado. Las personas de la primeras bancas salieron huyendo como si una guerra habríase desatado en ese lugar, he de suponer que era yo una bomba o un tanque o quizá una especie de “Pearl Harbor”. Los demás, o sonreían, o se ocultaban entre los desconocidos mientras ella sufría la peor de las ofensas. Yo sin poder consolarla me despojé de la corbata y me recosté de lado, al sentir que poco a poco me estaba inflando. Era como si una droga me paralizase. No era lluvia, aunque lo parecía por el número de gotas, sino sus lágrimas que empezaron a caer sobre mi espalda, entonces volví la mirada hacia ella pero no me quiso ver. Ahora yo sentía esa vergüenza y también algo que revoloteaba dentro de mí como una gallina del tamaño de un gallo, una gran turbulencia que de seguro pronto evacuaría...Salí corriendo en busca de un baño...Lejos, muy lejos.
Al querer volver habían transcurrido dos horas, una que se me fue en expulsar aquella maldición que lo arruinó todo, y la otra vacilando en volver, dudando que la boda continuaría. De todos modos retorné al lugar sin albergar ninguna esperanza en el corazón, quizá lo hice para recoger la corbata que era alquilada...
Cabizbajo y avergonzado caminé hacia allá tratando de olvidar lo ocurrido, sin embargo, la alfombra arrugada, y aquel olor extraterrestre, me trajeron tristes imágenes que se esfumaron de inmediato al ver que ella me esperaba sentada en una de las últimas bancas aguardando por mí para continuar lo que nos habíamos jurado algún día...

Texto agregado el 15-02-2005, y leído por 129 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
18-02-2005 jejejejejje!!!! Pobre chico!!! jejejje! definitivamente me gustó..jejje...ni me lo quiero imaginar, besoos, chela xwoman
 
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