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Inicio / Cuenteros Locales / Daicelot / Hermetismo de retinas hacia adentro

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Interrumpo una cosa para hacer otra en el mismo y eterno círculo vicioso que al morir deja herederos. Así es como me encuentro aquí mismo, de nuevo dirías, de nuevo sí, esperando otra vez y para siempre que llegue el momento claro o la luminiscencia que no se exprese sólo en teorías de un afán bastardo. Porque el aire de verano debe ser de otra forma, debe ser más tibio que el otro y no más helado. No tiene por qué ser un invierno en miniatura o una exclamación rutilante de que lo que estás viviendo pase a ser, necesariamente, un, digamos, acto de supervivencia frente a los diluvios de los tiempos. Entonces claro, comienzo a extrañar, o a dejar de esperar, o a sentarse y saber que en realidad todas las cosas que se plantean como realidad son inalcanzables. Todas las situaciones-cosa-sueños-posibles son tan mito como los del rey Arturo e ideas afines, y así las ilusiones se van tiñendo de una extraña melancolía pensante que no deja rebelarse en contra las reglas autoimpuestas. Y todo está tan poco claro para mí que se nota en la forma de poner estas letras, que van desde el desorden a la incoherencia y de paso se pierden del sentido que intentaba darles por culpa de este afán misterioso de encriptar lo que estoy diciendo (y en realidad no entiendo las causas de ese comportamiento, porque quisiera que de verdad se pudiera asimilar correctamente lo que quiero hacer comprender y darle la batalla al absoluto velo de imaginaciones o entrelineas o momentos que payasean entre en el caos y la incomprensión).

Entonces pienso en la niebla. Atmósferas blancas y derivadas, y es por tu culpa y por tu recuerdo que nace y que se hace y que es un zombie dentro de sí (un sí que te estaba esperando mañana o después y en las confusiones propias de las personas que deciden ser de esa forma).

Niebla de historia sin final. Con música de fondo que parece que no es música sino susurros o cantatas encubiertas o gaitas o panderos o quién sabe qué. Y es que ya no sé bien como decir las cosas, porque me confundo entre tanta idiotez que hago y pienso que no conduce a los sitios a los que quiero llegar, dejándome a la espera de un momento que de verdad sea mío (y de verdad entendible, contigo mirando a través del fuego de la fogata, a través de la neblinesca situación en la que nos encontramos aturdidos, posesos y poseídos).

No encajan ni las cosas lúgubres ni las felices. Me río por pensar que no encajan cuando en realidad soy yo el que no les deja el espacio para existir. Y esto de escribir pasa entonces a ser como un deporte sin reglas en el que se puede decir lo que se quiera y en de verdad no estar atento a lo que el otro pueda estar leyendo, entendiendo, haciendo, o pensando, que es más importante. Y todo esto para decirte que te siento extraviada. Como mujer y como sombra, como fantasma, también. Cómo, cómo, cómo decirlo. Y tu realidad perdida en las interrogaciones a las que todas las noches me someto (porque soy mi propia Gestapo, mi propio tribunal inquisidor). Y tú en realidad perdida de todas las formas.

Es prudente para los momentos así describir que el entorno se vuelve grisáceo y desteñido y a la vez lleno de colores y cursilerías varias, y que lo dicho viene respaldado por una emoción que intenta pasar por razón (como gato por liebre), de ahí la incoherencia, la falta de sentido común y el pensar que esto es una masa de pan sin levar.

(Como un castillo de proporciones inimaginables en el que las personas no pueden salir ni tampoco entrar, porque está suspendido en un afán que es imposible de comprender, entonces todos los participantes ya están destinados y no pueden hacer nada por intentar cambiar su destino o lo que quieren pensar. Son prisioneros de sí mismos en sí mismos, sus fortalezas con murallas tan altas que no se sabe si eso es altura o eternidad).

Texto agregado el 15-02-2005, y leído por 197 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
22-03-2005 Aqui me detengo hoy para decirte que estas palabras hijas de la confusion y hermanas de un divague que alucina si te dejas llevar, sin el lastre de encontrar un argumento que diga simples cosas en un largo suspiro de cansancio, emociona... piquitos de luz y estrellas gaviotapatagonica
 
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