Miras hacia fuera y en el gris que todo lo difumina, presientes la lluvia mojando el mundo. Cuerpo y alma. Andares vivarachos vestidos de oscuro, llenos de prisa, se deslizan entre fugaces brillos metálicos que van dejando surcos perecederos en el suelo. ¿Silencio? Parece silencio pues no lo ahuyenta el reir y el gritar de los pequeños. No lo confunde la social conversación de sus madres, con aroma a café, en las aceras. No lo distráe y revaloriza la siempre asombrosa discusión de los jóvenes, aventureros inintencionados del por venir. Parece silencio mas no lo es. Está el tac, tác, del taconéo apresurado. Andares vivarachos calzados de oscuro, llenos de prisa, se enfrentan al llanto del cielo que gris va mojando el suelo en donde raudos brillos motorizados dejan surcos perecederos.