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El Caballero sintió el peso del yelmo, el dolor en su cuello lo forzó a bajar la mirada. Ésta se posó sobre su lanza, la cual aún apretaba con fuerza en su mano, arma que lo había acompañado en incontables batallas, batallas por el honor, por las Damas, no pocos caminos había recorrido en busca de mágicas aventuras que honraran su nombre.

Cabizbajo ahora, al igual que su corcel al no sentir la firmeza de las riendas, pensaba, sí, pensaba en lo ganado y lo perdido, recordaba y trataba de olvidar.

Cuál era el motivo de su vida?, ¿qué lo movía a blandir su espada?, sintió que había recorrido mucho pero lograddo poco, cada momento de felicidad había muerto el instante posterior a la victoria, para luego empezar de nuevo la búsqueda de esa sensación de triunfo, efímera, engañosa, que inflaba el pecho de manera momentánea, el mismo pecho que alojaba al vacío una vez reiniciada la marcha.

Apeóse del corcel al costado del camino, lo acarició y le susurró suaves y sinceras palabras al oído, compañero de tantas jornadas, testigo de tantos ires y venires. Soltó su lanza, la cual hizo un fuerte ruido al pegar contra el rocoso suelo y pieza por pieza fué quitádose la pesada armadura que lo protegía.

Se iba sintiendo cada vez más liviano, más libre. La armadura lo obligaba a buscar batallas, mientras que su nueva desnudez lo hacía sentir libre, sin obligaciones, sin expectativas, sin batallas ni torneos que pelear en el horizonte, sin falsas promesas de damas que rescatar, solo ese instante, de libertad. Un ave se posó en su ahora desnudo brazo y lo miró curioso. El rudo guerrero no pudo evitar derramar una lágrima ente la inocente mirada del avecilla, una mirada nueva para él, una mirada curiosa, inocente, viva de verdad.

Una extraña sensación de calidez inundò todo su cuerpo y sintió un nudo en el pecho, una fuerte emoción lo invadió por completo. Desnudó a su caballo y lo dejó ir, mientras que ahora él, descalzo se dirigía al bosque, decidido a internarse en él y dispuesto a encontrar sus respuestas, ya sin batallas ajenas y luchas por honores falsos,ya dispuesto por primera vez a escuchar su propia voz.

Texto agregado el 14-02-2005, y leído por 156 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
22-02-2005 El ser humano carga una pesada armadura y se olvida de su humanidad... tan pesada es la armadura que no logra escucharse a si mismo, se engaña en la victoria efímera, pero tiene conciencia que no le satisface, que al final no tiene beneficio real alguno. Es necesario por lo tanto para escucharse para sentir su propia existencia y entender que se despoje de la armadura aquella que lo protege del mundo, pero eso es muy difícil. Realmente son pocos los que logran hacerlo. (analogía con lo real, verdad?) _Libelula_
21-02-2005 La liviandad*... que el viento refresque, levante y renueve, desnudez delicada (bella "entrega") Nocturna
15-02-2005 ¿El caballero eres tú Anaf? Escuchar la propia voz... A veces canciones estridentes y ensordecedoras o dulces notas que elevan el alma a esos lugares que no son tierra ni tampco agua. _Catalina_
 
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