Qué placer me diste, ¡mundo!,
en los albores de la vida
como planta, animal, niño, o en brazos consentidos
amé tantas cosas, tantos sueños tenía
mas se fueron con los inviernos, como dormidos...
la verdad es una: siempre lamenté y sufrí
la alegría se esfumó como la frágil espuma
llanto, decepción, dolor, temor... una vida a vivir una vida sin saber dónde probar fortuna...
el mundo me obligó: me arrancó de la sombra
me obligó a la luz y, así es, mi amigo,
me enseñó sufriendo de una u otra forma
hasta aprender del reino del sonido
tú sufres cuando me haces sufrir
con mi dolor tú no te regocijas
me hablas con mil voces mas no quiero oír
el santo poema que a diario me recitas
Budha extrajo sabiduría de ti
Jesús y los miles de santos
Krishna enseña basándose en ti
das a la verdad espacio amplio
¡ah, si yo creciera como tú quieres que crezca! ¡ah, si yo escuchara como tú quieres que escuche! ¡ah, si yo obedeciera como tú quieres que obedezca!
¡ahí te llamaría ‘madre,’ madre naturaleza!
todo tu existir a la muerte abraza
todo lanzas a otra existencia
tu sombra fugaz clama por sustancia
tocas la divina planta de la trascendencia
mundo, silencioso hablas en el oído del sabio silencioso entusiasmas los sueños del necio
por ti ya hablan miles de labios
mas pocos entienden tu motivo secreto
la flor habla del amor sin decir palabra
el sol de la majestuosidad de otros reinos
las hierbas, las aves, los ríos, el alba...
hablan de tu Padre con gozoso estruendo
Arjuna te contempló con temor
y oró por la visión de Syamasundara
así lo lanzaste al mundo del amor
al ver la alabanza de las criaturas
mundo, amigo, me lanzaste al dolor:
de la soledad sin Dios
y me obligaste a buscar:
¡en la ciencia del espíritu! |