He olvidado ya como solía la noche evocar las arrugas fermentadas
En blancas sabanas seniles,
Ya ni la noche puede caducar con miedo frente a mis añoranzas
Ya no tengo añoranzas, y si las tuve, o las he tenido no han sido mas
Que etéreas formalidades, de esas a las que muchos suelen recurrir,
Y que yo, la misma fulana insustancial de siempre he detestado con
Insigne repulsión.

Solo me bastaría recordar aquellas manos embadurnándome la espalda
Con la eminente flema de la noche,
O tal vez, los tardíos manifiestos de desesperación, a ratos destilados por mí
Para por fin comprender que aunque atada de manos y de nombre,
De flores secas y de sol, puedo aun concebir que mis nostálgicas
Madrugadas han llegado a su fin,
Que sin ser eclipse ya no podré opacar el mediodía,
Que sin ser espectador no aplaudiré mis episodios.

Y que se sacudan los párpados de la moral
Y de las viejas decrepitas e insalubres frente a mí,
Si resulta un desacato a la vida
Sublevármele al destino y no querer morir
Solo por dejar de soñar,
Incluso para mí, no todo ha terminado.