Abrió los ojos y vio paredes blancas, se sentía un poco confundido, pero de inmediato recordó todo; donde estaba y que pasaba. Miro hacia el buró que estaba cerca de su cama, cogió el lápiz y la hoja que ahí había y se dispuso a escribirse una carta con el afán de encontrarse a sí mismo. Comenzó así:
Querido Joaquín, son muchos los años que te he acompañado y quiero decirte unas cuantas cosas y empezaré por decirte lo malo, como por ejemplo; ¿por qué no dijiste lo que sentías en su momento? ¿por qué no hiciste lo que querías y ahora te arrepientes? ¿Por qué hiciste sufrir a quienes te querían? ¿Por qué no lloraste cuando lo sentiste? ¿Por qué mentiste en algo tan delicado? ¿Por qué en algunos momentos solo pensaste en ti? ¿Por qué renegaste de algo que tú ocasionaste? ¿Por qué no dejaste tu orgullo un momento y probaste la dulzura de dar el primer paso? ¿Por qué perdiste el tiempo que ahora te falta? Pero no todo fue malo amigo también tuviste cosas buenas, como cuando pudiste ver a un amigo agradeciéndote con la mirada mientras le dabas un concejo por una pena del alma, viste llorar al amor de tu vida mientras le recitabas un poema, viste soñar al niño de cabellos rizados mientras le contabas un cuento, pudiste sentir la angelical ternura de tu madre al sentirse orgullosa de ti, tuviste la suerte de ver un hermoso amanecer y lo fotografiaste en tu memoria, reíste hasta que te dolió la barriga por una broma hecha a un amigo, sentiste mil y una cosa al besar por primera vez y pensaste en aquella niña de ojos bellos al escribir tu primer poema.
Pues bien como puedes leer hemos tenido cosas buenas y malas, yo priorizo las buenas porque me hacen sentir mejor y se que a ti también.
Luego de terminar de escribir, Joaquín esbozó una sonrisa y aspiró aire por última vez. Se durmió y se durmió para siempre, la enfermedad que tenia lo había consumido, pero se fue con una gran sonrisa, con la satisfacción de haberse encontrado, de haberse dado cuenta que así como tuvo errores también tuvo aciertos y el recordarlos lo hizo feliz. Descubrió que era un ser sensible y no un despojo humano postrado en una cama. Y su máxima satisfacción fue morir con una sonrisa y no con dolor, como siempre vivió, burlándose de la muerte. |