El tiempo es un cruel amo
«Pues bien, lo primerísimo que nació fue Caos; pero enseguida
Tierra de ancho pecho, sede por siempre segura de todos
los inmortales que ocupan las cimas del nevado Olimpo […]
Y Tierra engendró lo primero, igual a sí misma
el cielo estrellado, para que por todas partes la cubriera,
a fin de que para los felices dioses fuera sede por siempre segura.
También engendró los grandes montes, gratas moradas de unas diosas, las ninfas, que habitan por los abruptos montes.
Asimismo dio a luz al mar imposible de secar, de impetuosa corriente,
a Ponto, sin deseada coyunda. Pero luego
unida en amor a Urano parió a Océano de profundos remolinos,
a Ceo, a Crío, a Hiperión, a Jápeto,
a Teya a Rea, a Temis y a Mnemósine
a Febe de áurea corona y a la encantadora Tetis,
y tras ellos el último nació Crono de tortuosa intención,
el más terrible de sus hijos y en él floreció el odio contra su padre
Hesíodo, VIII a.d.C
diez
Si vas a leer esto y tu calendario indica alguna fecha anterior al año 2050, entonces todo ha salido mal. Hemos fracasado. Solo puedo decir que lo siento. Intenté hacerlo lo mejor que pude. De verdad.
Cuando yo era niño mi padre solía decirme que si el tiempo estuviera transcurriendo realmente marcha atrás nunca lo notaríamos. Mi padre solía decirme que nada es lo que parece. Mi padre solía decirme que cada uno de nosotros escribimos nuestra propia historia a lo largo de nuestras vidas, solo que hay que tener una historia que contar.
Ahora se que quizás alguien este escribiendo esa historia por nosotros.
Tal vez. Quizás. Conjeturas y especulaciones. Las certezas han desaparecido. Lo que sucedió tal vez nunca sucederá. O tal vez si. El futuro es incierto. O tal vez ya ha sido determinado.
Si vas a leer esto y tu coche funciona con gasolina, entonces estamos jodidos.
Esto va sobre el espacio y el tiempo. Esto va sobre la locura. Se trata de que puedo ver a través de mis manos. Se trata de que quizás no existo. O tal vez si. Esto va de héroes. O tal vez de cobardes. Esto va de amor. O tal vez de odio.
Si eres un Meta-Agente, son las cinco de la mañana y te has desplomado borracho la noche anterior después de haberte bebido un par de botellas de whisky, lo peor que te puede pasar es recibir una Alerta. El sonido chirriante, diseñado para no ser enmascarado por ninguna otra sensación, transmitido directamente a tu nervio auditivo a través del receptor implantado en tu cavidad craneal, puede ser un producto de la más alta tecnología secreta, pero no es la mejor forma para salir de un coma etílico.
-Ok, ok, Jack a la escucha. –dije en cuanto se hubo activado el número suficiente de neuronas en mi cortex superior como para articular algunas palabras.
Me incorporé y encendí un cigarrillo. Mientras el humo ascendía caprichoso hasta el techo de la habitación, girando en remolinos impredecibles, mi resaca y yo fuimos puestos al corriente del nuevo caso.
-¿Alguna pregunta? –dijo finalmente la voz del Operador, resonando en mi cráneo.
Si son las cinco de la mañana, tienes una jaqueca más grande que los Estados Unidos de América y recibes una Alerta, lo único que quieres es que alguien te arranque la cabeza.
-Entendido. –dije, y la comunicación se cortó.
Aspiré una bocanada profunda de humo del cigarrillo. Aunque me supo a rayos la nicotina me ayudó a despejarme. Me levanté dificultosamente y eché una ojeada fuera a través de la ventana. La oscuridad me devolvió mi propia imagen reflejada sobre el cristal. Llovía. Llovía al igual que el día anterior. Igual que durante los últimos seis meses. La lluvia se había convertido en la única certeza de mi vida. El cielo había comenzado ha derramar sus dulces lagrimas y aun no había agotado su tristeza. Tal era su pena.
Me fui a la ducha. El agua helada redujo el dolor de cabeza a un nivel de ocho en la escala de Angustia. El dolor no me importaba realmente. El dolor no es más que la antesala del placer. La felicidad solo existe por contraposición. Como el frío y el calor. Nadie puede ser feliz si nunca ha sufrido. Nadie puede sufrir si nunca ha sido feliz.
Los tormentos más grandes te llevaran al éxtasis. Créeme. Mi padre solía decirme que el dolor es mas real que el placer, que el verdadero Cielo consiste en librarse de ir al Infierno.
Apenas había entendido una palabra sobre el nuevo caso. Algo relacionado con un asesinato en el Centro Tecnológico. Algo sobre una bala en la cabeza. No me preocupé. Más tarde podría revisar todos los detalles que habían quedado almacenados en el módulo de memoria óptica implantado en la base de mi cráneo.
Salí de la ducha y me tome un par de valiums. El dolor bajó hasta un razonable seis. Contemplé mi propio reflejo en el espejo del baño, los ojos aún medio cerrados y el pelo mojado y revuelto. Como un perro abandonado bajo la lluvia. ¿Que había ocurrido con mi vida? ¿Como había llegado hasta allí? La cara de idiota del espejo no tenía ninguna respuesta.
Me vestí lentamente con uno de mis trajes grises. El uniforme del UMA, la Unidad Meta Agente. Superhombres vestidos como vulgares oficinistas. Si eres un Meta-Agente tienes que mantenerlo en el más absoluto secreto. Parte de nuestra efectividad se basa en el anonimato. El Gobierno no reconoce oficialmente nuestra existencia.
Como desayuno me tragué un par de m-anfetas y bebí una lata de cerveza. Comencé a sentirme mejor. Encendí un nuevo cigarrillo mientras contemplaba las primeras luces del grisáceo amanecer. Con la mente algo mas despejada volví a escuchar lo que el Operador me había contado minutos antes. Su voz fluyó de nuevo desde el pequeño receptor conectado a mi nervio auditivo. Se trataba de un asesinato. Un tal Profesor Fastworth, del Centro Tecnológico de Houston, había aparecido muerto en su despacho. Aparentemente un disparo en la cabeza. Típico. Desde que se invento el revolver hace doscientos años, una bala en la cabeza ha sido el método más usado cuando se trata de liquidar a alguien. Sin embargo me extrañó que me reclamaran para un asunto tan nimio. A primera vista no parecía nada de lo que no pudiera encargarse un detective convencional. Alguien muy arriba debía de haberse puesto nervioso por ese asesinato si involucraban al UMA.
Mi forma de entrar en la Unidad especial Meta-Agente fue un tanto inusual. Después de enrolarme en el Ejército y pasar por la DF, entré en la Agencia, aunque al principio me ocupaba principalmente de recopilar datos y elaborar informes. Nada de trabajo de campo. Siempre he sido bueno en elaborar teorías a partir de retazos sueltos de información. Una especie de sexto sentido. Sin embargo, desde el primer momento supieron que mi organismo tenía un 90% de probabilidad de sobrevivir al proceso de meta-simbiosis. Ese índice no era en absoluto habitual. Ya era difícil encontrar individuos que ofrecieran unas garantías de supervivencia superiores al 50%, lo cual significaba que la mitad de los elegidos morían en algún momento del largo y doloroso proceso de transformación. Por eso me ofrecieron la oportunidad desde el principio.
Si tu cuerpo aguanta lo que te hacen, el resultado merece la pena.
Bajé hasta el sótano del edificio donde se encontraba mi moto. Al salir del parking saludé amablemente al vigilante. Una masa estúpida de carne cuya única función era subir y bajar la barrera de acceso. Me devolvió el saludo con un movimiento desganado de la mano. Demasiado esfuerzo tal vez. Y yo me jugaba la vida a diario para que tipos como ese pudieran dormir tranquilos. Entré en la autopista y aceleré. El motor de hidrógeno emitió con un suave zumbido mientras desarrollaba su potencia bajo mis piernas. Conducir a 200km por hora hizo que comenzara a recuperar los reflejos entumecidos.
Al principio, a pesar de las probabilidades de éxito, yo me negué a convertirme en un Meta-Agente. Tenía otros planes para mi vida. Quería poder regresar a casa cada noche con mi familia después del trabajo. Quería seguridad y estabilidad. No necesitaba más riesgos que enfrentarme al tráfico cada mañana para llegar hasta la Oficina.
Sin embargo, cuando esa vida desapareció incluso antes de que se volviera una realidad, yo mismo me ofrecí voluntario. Mi vida era mi mujer y me engañó. Mi vida era nuestra hija y la muy zorra me la robó antes de nacer.
Hasta el último hueso de mi esqueleto ha sido cubierto con titanio ultraligero. Darme un puñetazo no es muy buena idea si no quieres destrozarte la mano.
A pesar del 90%, lo único que yo pretendía era morir. Quería desaparecer. Buscaba la autodestrucción. Pero la única forma de destruir algo es construir otra cosa completamente diferente en su lugar.
A 250 kilómetros por hora el suave trazado de la autopista comenzaba a asemejarse mas a una interminable espiral, una larga curva tras otra. El resto de vehículos quedaban atrás, transportando a sus ridículos conductores con sus ridículas vidas dirigiéndose hacia sus ridículos destinos. Todo quedaba atrás mientras el paisaje se volvía borroso, mi vida entera se volvía borrosa. Por un momento tuve la tentación de dejarme llevar en la siguiente curva y volar hacia el Final. Aunque, pensé, con mi esqueleto probablemente sobreviviría al impacto, y no quería ni imaginar lo que podría dolerme.
Aun recuerdo lo que me dolió aquella mañana, cuando comenzó a guardar su ropa en maletas, como quien se prepara para unas vacaciones. Fue solo entonces cuando me dijo con indiferencia que se iba de casa. Me dijo que se iba a vivir con Michael. Michael, con su mansión, sus coches caros y sus músculos sintéticos. Michael era el dueño de una de las compañías de Software de mayor éxito. Programaban videojuegos. Programaban estupidez para alimentar a la insaciable hambre de estupidez de la humanidad. Yo había conocido a Mike, como le llamaba mi ex-mujer, en una de esas estúpidas fiestas corporativas a las que a ella le encantaba asistir. Ella decía que era bueno para fomentar las amistades. Yo odiaba a aquellas personas. Ella decía que era conveniente para su carrera. Parece ser que tomó el camino mas corto hasta la cumbre, follarse al jefe. Mientras hacía las maletas me dijo que nuestro matrimonio no funcionaba. Que yo nunca la había hecho feliz. La típica excusa. Lo curioso es que en aquel momento no reaccioné, me sentí realmente culpable. Tan solo me quedé allí sentado mirándola sin decir nada mientras dentro de mí todos mis órganos se desgarraban. Me limite a verla recoger sus cosas e irse. Hoy es dolor, pensé, mañana el dolor se transformara en felicidad. Que estúpido era.
Aceleré un poco más. Por mi torrente sanguíneo corren sustancias que multiplican mis reflejos por diez. Auque conducir a más de trescientos kilómetros por hora bajo la lluvia puede resultar trivial para mi, quizás los neumáticos no resistieran la temperatura durante mucho tiempo. Quizás podría sufrir un terrible accidente del que no sobreviviera. Quizás.
Íbamos a tener una hija. En realidad ya la habíamos tenido. Las pruebas de embarazo dieron positivas. Intentó ocultármelo pero lo supe. Teníamos tantos planes. Y entonces se fue. Con mi hija. No me fue difícil averiguar que ese hijo de puta de Michael era estéril. Querían tener un hijo, así que ella congeló el embrión y lo tuvo un par de años más tarde fingiendo que era de él. Mi hija. Al parecer ellos también habían hecho sus propios planes, y parte de ellos pasaba por robarme mi propia vida. Lo que yo más quería. Lo que yo más iba a querer. Aun no se por que no los liquidé a los dos. Conozco mil formas de hacerlo y nunca hubieran podido relacionar el asesinato conmigo. Quizás los dejé vivos porque no quería que mi hija sufriera. Su madre era una hijadeputa, pero era su madre. Para ella sería la mejor persona que existe. Para ella seria la luz del sol, el cobijo, la seguridad. Para ella sería la sabiduría, la fortaleza, la virtud. Esa zorra. Algún día ajustaríamos cuentas. Cuando mi pequeña fuera capaz de entender. Cuando estuviera preparada para saber quien fue su madre y el daño que me causó. Entonces entendería lo que yo tenía que hacer. Entonces quizás me perdonaría.
Solté ligeramente el acelerador para tomar la salida que conducía al Centro Tecnológico de Houston, el mayor complejo científico y tecnológico civil del país. Por algún motivo que yo desconocía, hacia tiempo que los militares quedaron atrás en las cuestiones de alta tecnología. Daba igual, el dinero era desviado hasta los Institutos privados que a su vez vendían sus desarrollos al ejército. Dinero a cambio de destrucción. Al final todos obtenían lo que buscaban.
Se me había advertido que debido a la naturaleza de las investigaciones que allí se llevaban a cabo, el CTH contaba con lo último en medidas de seguridad. Mientras te acercas a la entrada los escaners analizan hasta el último detalle de tu cuerpo: tu estructura ósea, tu índice de masa corporal, los rasgos de tu cara, tu retina, el color de tu pelo, de tu piel, tu ropa, el contenido de tus bolsillos. Cuando pasas por el escáner conocen hasta la marca de tus calzoncillos. Toda esa información es cotejada con la base de datos mundial de identidades. Después de pasar por el escáner conocen quien eres mejor que tu mismo.
Eso si eres un tipo corriente, claro. Mi esqueleto no era algo que pasara inadvertido pero yo no quería llamar la atención. Así que lancé una señal conteniendo mi código personal y me volví invisible para el sistema. O mejor dicho, el sistema de identificación fue desviado hacia una falsa identidad, un inspector de homicidios del viejo y caduco FBI. Es otra de las ventajas de pertenecer al UMA. Puedo entrar y salir de cualquier sitio a mi antojo. Todos los sistemas de seguridad que se construyen en este maldito país han sido manipulados antes de salir de fábrica para ser neutralizados por el código de un Meta-Agente.
Eso incluye la alarma de tu casa. Eso incluye el sistema de seguridad de la mansión donde vive mi ex-mujer.
En la siguiente puerta había un megapoli de carne y hueso esperándome. Los megapolis son tipos duros. Más que un poli convencional pero no tanto como un Meta-Agente. Son la última línea de defensa de cara al público. Son la policía de élite del mundo real. Nosotros estamos en la sombra, no llamamos la atención, no vestimos como polis. Ni siquiera tenemos apariencia de polis. No la necesitamos. Con mi exoesqueleto reforzado y mi musculatura tratada con microfibras sintéticas y ayudada por nanomaquinas, mis setenta kilos de peso son suficientes para desplazar más de cinco toneladas. Si me das un punto de apoyo. Los megapolis son toda apariencia, una montaña de fibromúsculos y equipo, armas sofisticadas y tecnología puntera. Puedo liquidar a una docena de ellos con las manos desnudas sin despeinarme.
Aquel megapoli me saludó con una ligera inclinación de cabeza mientras se abría silenciosamente el gran portón de acero que daba paso al interior del recinto. Una vez dentro pude ver que habían levantado puestos de vigilancia en todo el perímetro. Debía de haber un batallón completo custodiando aquel lugar. Observando las medidas de seguridad con las que contaba el recinto supe de inmediato que el asesinato había sido cometido por alguien desde dentro. Con toda aquella seguridad era prácticamente imposible que alguien sin permiso para acceder allí se hubiera podido colar dentro con un arma para matar.
Después de aparcar mi moto, me dirigí a uno de los edificios del complejo donde un tal Profesor Clarence debía esperar mi llegada. La lluvia arreció empapando el tejido gris de mi traje.
Me implantaron una retina sintética en mi ojo derecho. Gracias a ella puedo ver imágenes superpuestas sobre mi visión normal, lo que me permite navegar por la información almacenada en mis módulos de memoria sin necesidad de conectarme a ningún terminal. Solicité una fotografía del profesor Clarence. Entre la información necesaria para el caso había un completo dossier con detalles sobre todo el personal del Centro. El Profesor Clarence era el Director, el máximo responsable administrativo. Su imagen mostraba a un tipo de unos cincuenta años, de pelo blanquecino que contrastaba con un rostro bronceado.
El profesor vino a mi encuentro. Por unos instantes su imagen se superpuso a la de la fotografía que yo estaba visualizando, como si ésta cobrara súbitamente vida propia.
-Hola... err... ¿señor Friks? -dijo con tono tímido- ¿es usted el detective Friks verdad? –asentí mientras estrechaba su mano. -Me dijeron que no llegaría hasta las nueve. Se ha adelantado. Yo...perdone usted mi titubeo pero...no pensé que fuera usted cuando le vi al principio… Imaginaba que un policía... err...tendría otra apariencia...
-Ya. ¿Algo así como un megapoli de paisano verdad?
-Bueno... si... a simple vista parecía usted más bien uno de los jóvenes profesores... –me miró a los ojos un instante y luego dirigió su mirada al suelo.
-Bueno no se preocupe. También voy al gimnasio dos veces por semana. –dije con tono jovial luciendo la sonrisa más simpática de mi repertorio.
El Profesor Clarence levantó la cabeza, mantuvo la mirada perdida durante unos instantes y entonces soltó una carcajada nerviosa.
-Perdone, tiene usted razón. Supongo que si le han enviado es porque sabe lo que se hace. Entiendame, últimamente vivimos bajo una cierta psicosis, rodeados constantemente de estos...megapolis como les llaman vulgarmente. Mi idea de un policía está bastante condicionada. –Clarence me extendió su brazo indicándome que pasara al interior del recinto.
-¿Y no siempre ha sido así? Quiero decir, la protección policial del Centro.
-Bueno..., siempre hemos cuidado la seguridad, contamos con las mejores tecnologías... ya sabe. Pero desde hace algunos meses nos hemos visto… invadidos…por así decirlo.
-¿Y a que se debe su presencia? –sospeché que podría haber una relación entre el reciente asesinato y el incremento en la seguridad. Tal vez trataban de prevenir lo que justamente había sucedido.
-Sinceramente, no lo sé –dijo -Aquí trabajamos en varios proyectos para...err...el Ejército. –el profesor parecía avergonzado de reconocerlo. –He de suponer que se trata de algo relacionado con ellos. Pero no nos dieron ninguna explicación, simplemente nos impusieron todo esto... –hizo un gesto con su mano señalando a su alrededor. –bajo amenaza de suspender los contratos si no lo aceptabamos.
-Entiendo.
El profesor caminaba delante de mí. Las puertas corredizas de acceso al edificio se abrieron al detectar su presencia.
-Venga usted por aquí. Supongo que lo primero será visitar…ejem...el lugar del crimen ¿cierto?
-Por supuesto. Me gustaría inspeccionarlo antes de que llegue mi equipo y lo ponga todo patas arriba. Tengo por costumbre echar un vistazo a la escena tal y como la ha dejado el asesino, respirar su atmósfera...
El profesor me miró y asintió.
Nos encontrábamos al comienzo de un largo pasillo de unos cincuenta metros flanqueado por una serie de puertas que supuse pertenecerían a los despachos de los investigadores. Al fondo podía verse la puerta metálica de un ascensor.
-El despacho del profesor es el último de nuestra izquierda, justo antes del ascensor. –el profesor caminaba dando zancadas cortas pero rápidas. Aceleré mi paso para no quedar atrás.
-Y el ascensor lleva a los niveles inferiores donde se encuentran los labos de investigación –dije adelantándome a la explicación del profesor. Mientras caminábamos por el pasillo, sin que el profesor lo advirtiera, estaba estudiando el mapa de aquella parte del complejo. Aunque observando que el ala donde nos encontrábamos solo tenía un piso de altura, no era difícil deducir que el resto de las instalaciones debían encontrarse bajo tierra.
-Efectivamente. –dijo Clarence.- ese ascensor desciende unos cien metros de profundidad, hasta el labo que dirige, bueno, quise decir que dirigía el profesor Fastworth.
Llegamos al despacho. Se encontraba cerrado. El profesor Clarence pasó su dedo pulgar por encima del sensor y la puerta se abrió suavemente.
-Se ha restringido la entrada a esta área. De momento solo yo tengo acceso.
El despacho estaba a oscuras pero las luces se encendieron cuando el profesor dio un paso hacia el interior. El sistema de iluminación automático era lo bastante inteligente como para saber que el cuerpo que había sentado en el centro de la habitación no tenía vida, y por tanto, que las luces debían permanecer inactivas. El cuerpo del profesor Fastworth se encontraba reclinado en su sillón, detrás de un gran escritorio. Era un individuo bastante grueso, casi obeso. Su rostro había dejado de ser joven hacia mucho tiempo. Tenía una abundante melena de pelo blanco a juego con sus cejas también blancas y muy pobladas. La cabeza estaba inclinada hacia atrás. A simple vista podía parecer que el cansado profesor estaba echando una siestecita después de una dura jornada de trabajo. No había signos de violencia en la habitación. Todos los documentos sobre la mesa estaban en orden. Nada indicaba, ni su expresión facial ni la postura en la que su cuerpo había quedado inerte, que hubiera intentado defenderse de algo o de alguien. Me aproximé para observar de cerca la herida que había causado la muerte. Se trataba de un pequeñísimo orificio, más parecido al producido por una aguja que el que causaría una bala. Alrededor del orificio había una marca en forma de círculo, una especie de quemadura en la piel. Aquello me pareció raro. La herida no había sido producida por nada que yo conociera. Y soy un experto en armas. Estudié la parte posterior de la cabeza. No había orificio de salida.
Extraño. Para perforar el hueso frontal el proyectil necesitaría una velocidad tal que le hubiera hecho atravesar también el lado opuesto.
-¿A que se dedicaba el profesor? –pregunté mientras recorría el despacho con la mirada -¿sobre qué estaba investigando cuando le mataron?
-Buscaba la forma de romper la barrera de la velocidad de la luz. –dijo el profesor Clarence con toda normalidad.
-Explíquese por favor. –dije algo sorprendido.
-Bueno, verá...es algo complejo de explicar en unas pocas palabras...
-Inténtelo...-dije pacientemente. Sospechaba que la muerte del Profesor estaba relacionada directamente con su trabajo. Debía de estar ocupándose de algo muy importante para el maldito Gobierno. De otro modo no hubieran enviado a alguien del UMA a investigar.
-Bien...veamos...supongo que sabrá que hasta ahora se suponía que la velocidad de la luz era una constante universal que no podía ser superada bajo ningún concepto, entre otras cosas porque cuando la velocidad tiende a c la masa tiende a infinito...
-Si, eso ya lo se. Puede ahorrarse las explicaciones introductorias. Estudié algo de física...en la universidad, antes de convertirme en Policía. –mentí. Había aprendido física, pero por mi cuenta cuando era un adolescente. Con todo, aun recordaba la clásica teoría de la Relatividad.
-¿A si? vaya…bueno, verá... -advertí que el profesor Clarence tenia la exasperante costumbre de comenzar todas sus frases con titubeos acompañados de vaivenes de cabeza- El difunto y de cuerpo presente profesor Fastworth –dijo- había conseguido desarrollar un…mecanismo, por así decirlo, capaz de acelerar la luz que viajaba por su interior. Quizás no sepa que algo así ya se consiguió a principios de siglo, pero no se pudieron consolidar los resultados, hubo mucho escepticismo...ya sabe como es este mundillo...-no lo sabia pero asentí. -El caso es que en aquella ocasión la investigación se canceló. Sin embargo esta vez se han repetido los mismos resultados de forma irrefutable. Ahora sabemos que sí es posible superar la velocidad de la luz. Supongo que si ha estudiado física entiende las implicaciones que eso tiene...
Mi cerebro funcionaba a toda velocidad. No quedaba rastro de la resaca de la mañana. Mi mente estaba despierta y alerta. Superar la velocidad de la luz. Eso significaba...
-Se refiere al desplazamiento temporal.-dije.
-Eso es. -el rostro de Clarence se ilumino de satisfacción al comprobar que conocía por mi mismo los fundamentos de las teorías de Einstein.– Lo que Fastworth ha conseguido generar es un levísimo retardo temporal de apenas unas milmillonésimas de segundo. Ese es el tiempo que el rayo de luz detectado en la salida se ha adelantado a su entrada. Pero ahora bien, una vez demostrado que es posible esta inversión temporal se abre un nuevo mundo de posibilidades. Imaginese, desde viajes interestelares hasta...-bajó la voz, como temiendo ser oído por alguien más. El profesor Clarence nunca me miraba directamente a los ojos cuando hablaba. Su mirada vagaba de un lado a otro del cuarto, como distraído. Sin embargo, en aquella ocasión fijó sus ojos en los míos para decir:
–Hasta...viajes en el tiempo...
Guardó silencio pero no necesitó decir más para que me hiciera una idea de las implicaciones de aquello. La luz codifica datos, y si la luz podía ser enviada al pasado... lo que el profesor había demostrado es que era posible enviar información a través del tiempo. Comenzaba a darme cuenta de lo que podía estar en juego. Quien dominara aquella tecnología seria capaz de anticiparse a los acontecimientos, podría cambiar el curso de la historia en su propio beneficio. Si Hitler hubiera sido avisado de los planes de los aliados el día D, si alguien hubiera conocido de antemano cuando se iban a producir las caídas de las bolsas, las depresiones económicas, el resurgimiento asiático y las terribles consecuencias que trajo...
La información había superado hacia tiempo las fronteras espaciales, pero ahora estaba a punto de superar también la mismísima barrera del tiempo.
-Por su cara veo que empieza a entender lo que significa este hallazgo. –dijo Clarence. -probablemente aún este muy lejos el día en que el viaje en el tiempo sea una realidad, pero hemos comenzado a mover las fichas para que eso sea posible. Sentada la base teórica, ahora tan solo se trata de mejorar la tecnología, y la historia nos enseña que en esas cuestiones, lo que parece impensable para una generación queda ampliamente superado por la siguiente.
-Entiendo la trascendencia del descubrimiento. Y entiendo el interés que puede despertar el uso de esta tecnología. Pero si el profesor era su máximo impulsor, ¿por qué asesinarlo?
El profesor me miró de nuevo a los ojos.
-Amigo, mi trabajo consiste en vérmelas con quarks y fotones, el suyo es averiguar quien rayos está detrás de esto.
nueve
El profesor Clarence recibió una llamada del megapoli que custodiaba la entrada. Mi equipo había llegado. Clarence autorizó su entrada y en unos minutos llegaron hasta el despacho donde nos encontrábamos. Presenté a Tom, el jefe de mi equipo, al profesor. Tom y yo llevábamos trabajando juntos diez años, prácticamente desde que entré en el UMA. En todos aquellos años habíamos desarrollado una fuerte amistad. Nos habíamos corrido unas cuantas juergas, habíamos llorado nuestras penas sobre el hombro del otro y todas esas pequeñas cosas que hacen que se forje una estrecha amistad. Tom se encargaba de la meticulosa tarea de reconocer el lugar del crimen y buscar cualquier pista que sirviera para desenredar la madeja que, tarde o temprano, acaba conduciendo al culpable. No existe el crimen perfecto, sino el investigador descuidado.
-El se hará cargo de todo mientras nosotros bajamos al labo.-dije una vez hechas las presentaciones- me gustaría echar también un vistazo abajo.
-De acuerdo...aunque me disculpará...pero yo no podré acompañarle. –dijo el Profesor Clarence con su habitual titubeo – Avisaré a la doctora Linn para que sea ella la que le muestre lo que usted desee. Ella trabajaba directamente con Fastworth y podrá ponerle al corriente de todos los detalles mejor que yo.
-No me gustaría involucrar a más personal del instituto en esto, preferiría mantener la máxima discreción...
-Ah, no se preocupe, ella es de mi entera confianza, lleva varios años trabajando con el profesor, desde que comenzó con este proyecto. Además, mis obligaciones me impiden quedarme con usted. Para mi desgracia últimamente debo dedicar mas tiempo a los asuntos burocráticos que a la física...-Agachó la cabeza con preocupación. -La doctora Linn será su guía a partir de ahora para todo lo que usted necesite aquí.
Asentí. Realmente tenía muchas preguntas acerca de la investigación del profesor Fastworth y necesitaba a la persona que mejor conociera su trabajo para contestarlas. El profesor hizo una llamada con su móvil y en unos minutos apareció ante nosotros una mujer a la que Clarence presentó como la doctora en física de partículas Jean Linn. La doctora era joven. Mucho mas joven de lo que yo esperaba. No había tenido tiempo de buscar su imagen en mi banco de memoria. Aparentaba unos 25 años, aunque las ligeras arrugas alrededor de sus ojos delataban que probablemente pasaba ya de los treinta. Era ligeramente mas alta que yo, de pelo moreno y corto, ojos verdes y una mirada penetrante y relajada. Su figura era esbelta, casi demasiado delgada, aunque debajo de su bata de laboratorio pude observar unas piernas firmes y fuertes. No he conocido demasiados científicos mujeres, pero me sorprendió el aspecto de la doctora. Parecía mas una modelo publicitaria que una esforzada investigadora que pasara horas sentada en su laboratorio descifrando ecuaciones. Tuve una erección al estrecharle la mano.
-Bien, bajemos al labo. –dijo con una voz calida y a mi me lo pareció, sensual. –me alegré de que el viejo profesor dejara a partir de ahora el puesto de guía a la doctora.
El ascensor descendió durante unos tensos minutos y llegamos a un enorme recinto. Debía de tener más de medio kilómetro de longitud. El techo se encontraba a una decena de metros sobre nuestras cabezas. La iluminación y la amplitud de aquel lugar casi hacían pensar por unos momentos que nos encontrábamos al aire libre, en lugar de a varios cientos de metros bajo tierra. La sala estaba llena de maquinaria de aspecto irreconocible para mí. Había mazos de cables de fibra óptica tendidos por todos lados, interconectando todos los equipos electrónicos entre si, aunque la mayor parte de los cables confluían hacia una gran esfera de cristal que se encontraba en el centro.
La doctora Linn comenzó a hablar con esa voz:
-Supongo que el profesor Clarece le habrá puesto al corriente sobre nuestra labor aquí. Llevamos cinco años trabajando duramente en este proyecto. Tan solo hace unos meses que alcanzamos por fin nuestro objetivo. Superar la velocidad de la luz. –dijo con tono efectista haciendo una pausa para estudiar mi reacción. Yo permanecí impasible esperando que continuara. –Aunque como era de esperar se ha suscitado cierto escepticismo hacia los resultados, hemos sido capaces de repetir el experimento en hasta diez ocasiones diferentes, demostrando que no se trata de un error en los datos obtenidos.
Mi erección regresó nuevamente al oír su voz. Tuve que hacer un esfuerzo para concentrarme en sus palabras.
-Y dígame, ¿como lo consiguen? –pregunté
-¿Ve la esfera de cristal del centro? Es lo que llamamos un motor de distorsión espacio-temporal. En su interior se crea una burbuja espacio-temporal que describe una región donde el espacio-tiempo se comporta como en la relatividad especial dentro y fuera de la burbuja. Sin embargo, las paredes de la burbuja se expanden de tal forma que los rayos de luz que se propagan en el interior se desplazan a velocidades superlumínicas. Para ello hemos necesitado aislar una masa suficiente de materia exótica, lo cual consume una cantidad desorbitada de energía, ya sabe…
Asentí con una sonrisa idiota. No había entendido una palabra de lo que había dicho, pero tampoco me importaba. Lo que me interesaba eran las aplicaciones prácticas que aquello pudiera tener.
-¿y cree que seria posible aprovechar este avance para desarrollar un método para...digamos...una especie de viaje en el tiempo, por llamarlo de alguna forma?
-Bien, hoy por hoy es difícil imaginar un uso de todo esto –hizo un gesto señalando a la esfera -al margen de las especulaciones que sin duda surgirán. No mientras no averigüemos la forma de hacer que el desfase temporal sea mayor, lo suficientemente grande como para que podamos hablar de un envío real de información al pasado.
-Pero el profesor sabia como conseguirlo ¿verdad? –Hice la pregunta por sorpresa para ver su reacción. De alguna forma intuí que Fastworth tal vez había descubierto algo, un descubrimiento que hizo que le mataran.
Linn, que hasta ahora mantenía una actitud distante, hablando conmigo sin apenas mirarme a la cara, como si diera una charla en una conferencia o hablara a un grupo de alumnos, me miró a los ojos y durante un instante pude ver sorpresa y un cierto temor en su mirada. En seguida compuso su expresión y me sonrió. Una sonrisa con cierta picardía.
-Creemos que si. Nunca dijo nada que lo diera a entender, pero todos pensamos que andaba detrás de...algo, algo que hubiera podido dar un nuevo enfoque a nuestro trabajo...pero sea lo que fuere se llevó su idea a la tumba.
Miré a la doctora intentando centrarme en sus palabras y olvidarme de su cuerpo.
-Creo que he visto suficiente aquí –dije- mis chicos bajarán luego para analizar el labo, ya sabe, tomar huellas, realizar los análisis de presencia y todo eso. Queremos saber si alguien del exterior ha conseguido entrar aquí o si por el contrario nuestro asesino se encuentra entre el grupo de personas del instituto que tiene acceso a este lugar. Por cierto, ¿conoce usted cuantas personas tienen acceso aquí exactamente?
Nos dirigíamos hacia el ascensor de vuelta a la superficie. La doctora Linn parecía aliviada de que abandonáramos aquel lugar.
-Tendría que confirmarlo con los ficheros de seguridad, -dijo -pero creo que tan solo unas ochenta personas estaban autorizadas a entrar en esta parte del complejo. El profesor fue muy riguroso en ese sentido. Tan solo el personal imprescindible para llevar a cabo las operaciones podía acceder aquí. El grupo principal lo formamos unas diez personas de confianza del profesor, el resto son ingenieros y técnicos que se dedican a montar la maquinaria y ajustar los complejos sistemas electrónicos que utilizamos, pero que no tienen una dedicación exclusiva a este proyecto.
Ochenta personas era un número grande, pero para empezar era mejor que las más de cinco mil que, según mi información, trabajaban actualmente en el Centro. Llegamos de vuelta al despacho del profesor asesinado. Mi gente ya había retirado el cuerpo. En aquel momento estaban analizando minuciosamente el lugar. Hasta la ultima molécula de aquel despacho seria recopilada, etiquetada y analizada. Todos los elementos de aquella habitación habían presenciado el crimen, y en ellos se encontraba la información para descubrir al asesino. Tan solo había que saber interpretarla. Hice una señal a Tom que se acercó a nosotros.
-Tom, ¿tenemos ya determinada la hora del asesinato?
-Si. Las once y media de la noche.
-Perfecto. Primero nos centraremos en el personal del Centro. Necesito que consigas el archivo de seguridad con los nombres de todos los que tuvieran acceso hasta el despacho del profesor y el labo. -señalé con un gesto al suelo -son alrededor de ochenta. Yo me ocupare de los diez colaboradores directos. Interrogad vosotros al resto y averigua donde y con quien estaban a esa hora. Supongo que a estas alturas todo el mundo habrá inventado una coartada, sea inocente o no, pero necesitamos empezar por algo. Despliega la unidad B abajo, averigua quien ha entrado en esa sala en las últimas 48 horas y crúzalo con las visitas al despacho de Fastworth en ese periodo...
-Tenía pensado hacer todo eso a continuación, Jack. –Tom conocía su trabajo y me conocía a mí a la perfección. Nunca había necesitaba decirle lo que era necesario hacer en un escenario del crimen. Sin embargo creo que la presencia de la doctora Linn me hizo proferir aquellas palabras en un tono más imperativo del habitual. Inconscientemente quise hacer un alarde de mi posición superior y de mis habilidades. Como un patético jefecillo que quiere impresionar a su amiguita. Me di cuenta de que aquellos ojos verdes me habían afectado más de la cuenta.
-Lo siento Tom. Se que sabes de sobra lo que necesitamos hacer a continuación. Tan solo estaba pensando en voz alta para organizar mis ideas...
-ok. Tú eres el jefe. –me guiño un ojo y desvió levemente la mirada hacia la doctora. El muy cabrón me había pillado.
-De acuerdo.-dije, disimulando mi vergüenza.- doctora, necesito uno de los despachos para interrogar a los diez colaboradores. Eso también la incluye usted. Tom, nos veremos esta noche en mi casa para informarme sobre los avances de hoy.
Tom ya había vuelto al interior del despacho y se encontraba enfrascado en el manejo del detector de ferormonas. Las ferormonas son nuestra involuntaria tarjeta de visita. Las vamos soltando por todas partes sin que podamos hacer nada por evitarlo. Analizando los residuos antes de que desaparecieran tendríamos una huella de cualquiera que hubiera pasado por allí en las ultimas horas.
-¿donde puedo establecer la sala de interrogatorios? –pregunté a la doctora Linn que me observaba con expresión divertida. Aquella mujer me desconcertaba.
-mi despacho es el primero del pasillo. El más cercano a la puerta de acceso. Creo que será el más adecuado...para sus interrogatorios –lo de interrogatorios lo dijo con un cierto énfasis, pero no supe identificar si se trataba de una burla.
-bien, entonces adelante. Tenemos mucho trabajo por delante. -dije con mi expresión más seria.
ocho
Pasamos al despacho de la doctora Linn. Tenía un aspecto similar al del profesor Fastworth. Las paredes estaban forradas de estantes ocupados en parte por libros impresos y en parte por diversos artilugios electrónicos cuya utilidad a mi se me escapaba. Linn, con una ligera presión de su dedo índice sobre el sensor del escritorio, activó la pantalla holográfica de su consola. Entró en la base de datos del centro y pudimos leer la lista de personal que tenia acceso a la parte del complejo donde nos encontrábamos. Como me había dicho, eran ochenta y siete personas en total. La doctora destacó diez nombres sobre los demás. Uno de ellos era el suyo propio.
-estos somos los miembros del equipo que desarrollaba el proyecto Cuenta Atrás. Se que puede sonar algo estupido pero ese fue el nombre clave que el profesor le dio. Los diez trabajábamos en esto con dedicación exclusiva. Eso significa pasar encerrados en el laboratorio la mayor parte del día. Algunos de nosotros tenemos apartamentos en el propio recinto del instituto, así que casi nunca salimos al exterior... –la doctora hablaba sin quitar la vista de la holopantalla. -En cuanto al resto del personal con acceso, como ya le dije, se trata de ingenieros y técnicos del centro que se ocupan del equipamiento. Les compartimos con el resto de proyectos que se desarrollan en el CTH. Supongo que cualquiera de ellos también podría haber llegado hasta el despacho del profesor sin problemas.
Sin embargo, pensé, algo me decía que el profesor había estado charlando con alguien de su confianza, probablemente alguno de los miembros más cercanos de su equipo. El asesino bien podía ser uno de los diez nombres que aparecían iluminados en la holopantalla.
La doctora Linn se reclinó en el gran sillón detrás del escritorio, cruzo las piernas y me miro con sus ojazos verdes. Por unos instantes fantaseé con cerrar la puerta del despacho y violarla allí mismo, pero me obligue mentalmente a dejar de lado la fantasía para cuando me encontrara en una situación mas propicia para abandonarme a tales delirios.
-¿Quien de los diez -le pregunté- incluida usted, era por así decirlo la persona de confianza del profesor, su mano derecha...?
-El profesor Simak.-dijo sin dudarlo un instante. -El y Fastworth han trabajado juntos durante más de veinte años. Simak ha acompañado a Fastworth en todos los proyectos relevantes en los que ha participado.
-De acuerdo. Empezaré el interrogatorio con el. Ahora, doctora Linn, me gustaría que esperase fuera su turno…
La doctora descruzó las piernas lentamente, se levantó del sillón y se dirigió hacia la puerta con movimientos sinuosos. Una vez solo, fui yo el que ocupó el sillón. Usé el comunicador de la consola para llamar al profesor Simak. Al cabo de diez minutos se presentó un hombrecillo menudo y de rasgos afilados. Por el pelo canoso y las intensas arrugas de su frente supuse que además de haber pensado mucho a lo largo de su vida debía de ser de la misma edad del profesor asesinado. Aquel individuo se asemejaba más a la idea que yo tenia de una eminencia científica. Cada vez entendía menos que pintaba en todo esto un bombón como la doctora Linn.
-Señor Simak, soy el detective Friks. –dije indicándole que tomara asiento frente a mi. -como ya le habrá informado el señor Clarence, me han encargado la investigación del crimen que se acaba de cometer en este Centro.
El viejo profesor me miró nervioso.
-Y como usted comprenderá, -continué -necesito en primer lugar hablar con todos los colaboradores directos del profesor. Se que debe encontrarse aun bajo estado de shock, pero entienda que es necesario que le haga ahora algunas preguntas...
-Lo entiendo hijo... no se preocupe. –su voz era áspera y sonaba cansada. -nadie esperaba algo así. Hemos participado en proyectos peligrosos, desarrollando armas secretas para el gobierno, ya sabe.-me miro con un gesto de complicidad -incluso alguna vez el profesor y yo hemos vivido alguna situación de cierto riesgo. Pero nunca imaginé que realizando una labor tan académica como esta pudiera encontrar la muerte.
-así que usted considera que el trabajo que estaban realizando era puramente académico, que no tenia ninguna consecuencia practica...
-bueno, al menos no a corto plazo. No se si conoce cual era el objeto de nuestra investigación…
-la doctora Linn me lo refirió ligeramente, aunque tengo que reconocer que para un lego en la materia como yo sus explicaciones no fueron muy aclaradoras. –note que al mencionar a la doctora el viejo investigador frunció ligeramente el ceño en gesto de disgusto.
-entonces ya conocerá –continuaba Simak -que acabábamos de demostrar que la velocidad de la luz no es una constante absoluta, sino que puede ser superada.
Asentí indicándole con un gesto de la mano que continuara.
-Si bien hasta hace poco no habíamos conseguido resultados satisfactorios que lo demostraran empíricamente, Fastworth y yo llevábamos veinte años trabajando sobre esa hipótesis. Nuestro trabajo consistía básicamente en reformular diversas teorías físicas sustituyendo la constante ‘c’ que representa a la velocidad de la luz por una variable. Variable que pudiera tomar, en principio, cualquier valor mayor que la c original. Una vez que eliminábamos este limite supuesto por la relatividad de Einstein, las ecuaciones daban lugar a una nueva concepción del concepto espacio-tiempo. Fastworth y yo estudiamos los teoremas resultantes, analizando como concurriría el comportamiento del universo descrito por ellas. Sin embargo todo ese trabajo no era más que fútiles especulaciones hasta que demostramos que efectivamente la velocidad de la luz no es constante.
El profesor Simak se detuvo dando por concluida su disquisición.
-Así que lo que ustedes han construido abajo no tenia otra finalidad que demostrar que sus teorías son ciertas. ¿No pretendían obtener alguna utilidad, una aplicación de todo eso? –insistí.
-¿Se refiere al transmisor de datos?
Dije que sí. No sabía a que se refería pero al parecer la doctora Linn me había ocultado algo…
-Bien –dijo con cierto tono de irritación- pero que quede claro que para algunos, entre los que me incluyo, la maquina que estábamos construyendo solo pretendía ser un medio para demostrar una hipótesis científica. En cualquier caso, puesto que lo que conseguimos enviar a través del tiempo no es más que simple luz, lo único que es previsible que viaje hacia el pasado o hacia el futuro es la información codificada en dicha luz. Lo que Fastworth tenía en la cabeza era construir un sistema que fuera capaz de mantener un flujo de datos entre el momento presente y algún otro instante...del pasado.
-Pero usted me acaba de decir que no veía la utilidad práctica de la investigación. A mí en cambio me parece que, permítame llamarlo así, un Transmisor Temporal tendría muchísimas aplicaciones...
-Como le acabo de decir, eso es lo que pretendía Fastworth. Y en ese aspecto yo no estaba de acuerdo con el. Verá usted, el resultado que obtuvimos es absolutamente espectacular desde el punto de vista de la física teórica, pero totalmente irrelevante desde cualquier perspectiva pragmática. Para alcanzar nuestro modesto desfase temporal necesitamos utilizar unas energías inmensas. Y estamos hablando de milmillonésimas de segundo. Piense que, extrapolando esos datos, para hacer retroceder un pulso de luz tan solo un segundo en el tiempo necesitaríamos poner en juego una cantidad de energía mil millones de veces superior a la que hemos empleado hasta ahora. Agotariamos los recursos energéticos de un país en cuestión de segundos. Eso por no hablar de que no se trata tan solo de un problema en términos de cantidad de energía. Hay que resolver miles de cuestiones tanto técnicas como teóricas antes de conseguir un sistema estable capaz de transferir luz a velocidades superluminicas.
-Y pese a todo ello el profesor si creía que era posible conseguirlo en un plazo de tiempo razonable…
-Bueno...-Simak titubeó durante un largo rato, hasta que finalmente dijo:
-lo cierto es que el profesor parecía tener una idea para resolver el problema...
-¿y conocía usted de que se trataba?
-No. Tan solo supimos que estaba trabajando en algo, ajustando sus ecuaciones, confirmando los resultados. Supongo que no quería aventurarse hasta que no estuviera seguro. Pero por su actitud en los últimos días llegué a pensar que tal vez podría haber dado con algo importante...
-¿Su actitud? ¿A que se refiere?
-Bueno, se encontraba en un estado de excitación como yo nunca le había visto. Parecía tremendamente contento, pero a la vez muy preocupado. A pesar de que habíamos concluido la primera fase de los experimentos y apenas teníamos tareas que realizar abajo, en el labo, el pasaba allí la mayor parte del día. Pero rehuía las explicaciones cuando nos interesábamos por el. Ciertamente, su comportamiento era muy extraño...
-Comprendo...-me recliné en el enorme sillón. La imagen de la doctora Linn, sentada allí mismo con sus piernas cruzadas sobre el cuero negro atravesó por un instante mi mente. Algo empezaba a cobrar sentido en todo aquel asunto. El descubrimiento que Fastworth creía haber hecho debía de ser algo importante. Y por algún motivo ese hallazgo le costo la vida.
-Y dígame señor Simak, si el profesor Fastworth hubiera decidido comunicar su idea, ¿con quien cree usted que la habría compartido en primer lugar?
El profesor no pudo disimular su enfado:
-Con esa doctora Linn por supuesto. ¡Esa furcia! –lo dijo con tal rabia que provocó una lluvia de saliva sobre el escritorio de la susodicha. La cara de Simak enrojeció por la ira -¡Esa zorra farsante! Consiguió engatusar al profesor pero a mi no me engañó. El muy iluso andaba de cabeza detrás de sus faldas. Al parecer ella le hizo creer que la admiración que sentía por su trabajo se había transformado en amor... ¡Mentiras! Se ganó su confianza, su favor...
Se detuvo. El torrente de palabras de indignación casi le hizo atragantarse con su propia saliva. ¡Vaya!, pensé, así que la maciza doctora era una trepa y quien sabe si no resultaba siendo también una asesina. Tal vez se había ganado la confianza del viejo hasta el punto de que le revelara su descubrimiento a ella en primer lugar. Y luego le liquidó. ¿Pero por qué motivo? ¿Para fingir que la idea del profesor había sido suya y llevarse ella el reconocimiento? Demasiado simple. Aunque a veces las explicaciones más sencillas suelen ser las correctas. Sin embargo, estaba el arma desconocida… ¿Como habría podido la doctora burlar las medidas de seguridad para introducirla en el Centro? ¿Y si se trataba de un arma nueva, desconocida para mi, diseñada para ser invisible a los escaners? Eso querría decir que habría alguien mas detrás del asunto con los suficientes recursos para poder fabricar un arma de esas características, alguien que no estaba interesado en que el profesor hiciese publico su descubrimiento...
La voz de Simak me sacó de mis cavilaciones.
-Perdone mi enfado detective –dijo con una sonrisa forzada- pero desde que esa tal Linn llegó aquí hace cinco años, con su supuesto doctorado en física quántica y encandiló al pobre Fastworth nada ha sido igual. El era mi mejor amigo desde hacia treinta años, lo habíamos compartido todo, éxitos y fracasos. Pero cuando ella apareció se fue apartando, me di cuenta de que ya no confiaba en mí como antes. Noté que me ocultaba información sobre su trabajo y en cambio lo compartía todo con ella. –su voz sonaba muy triste, como un viejo marido desilusionado que descubre que después de treinta años de matrimonio su mujer le engaña.
-Sin embargo ella misma me dijo que usted era la persona más cercana al profesor, la persona de su confianza con la que compartiría todos sus secretos. -¿cabía la posibilidad de que el viejo Simak me estuviera engañando para hacer recaer las sospechas sobre la doctora? Un colaborador cansado de su papel de segundón podría ser manipulado fácilmente para cometer el crimen.
-así era hasta que llegó ella. –dijo con resignación. Se quedo allí quieto, contemplando fijamente el suelo. Casi me dio pena el pobre viejo. Hay personas que basan su vida en una amistad, lo dan todo y a cambio utilizan la reciprocidad de esa amistad como compensación por el fracaso en otros aspectos de su vida. Supuse, y creo que no me equivoqué, que Simak no tenia esposa ni familia, ni más amigos que el propio Fastworth. Había pasado toda su vida sintiendo admiración por aquel hombre, imaginando que compartían algo más que trabajo. Que compartían una vida. Podía imaginar su rabia cuando Fastworth le dio la espalda e intimó con la jovencita doctora. Tal vez el desgraciado profesor le mató llevado por los celos. Aunque lo lógico en ese caso es que el cadáver hubiera sido el de ella.
Pero viéndole allí encorvado frente a mi no me pareció la clase de persona capaz de cometer un asesinato. Aunque son las pruebas las que te conducen hasta el asesino, no las apariencias. He conocido a criminales despiadados que en una charla pueden ser las personas más encantadoras del planeta.
-Entiendo –le dije. – bien señor Simak, por último debo hacerle una serie de preguntas obligadas en estos casos: ¿donde se encontraba usted la noche anterior entre las once y las doce de la noche?
-estaba en mi casa, durmiendo. Tengo un apartamento dentro del recinto del Centro, aunque vivo solo, así que no puedo demostrarlo.
-De acuerdo, no se preocupe, nosotros tenemos métodos para comprobar eso. Antes mencionó que a lo largo de su vida, en algunos proyectos en los que habían participado habían vivido situaciones de cierto riesgo. ¿Cree que el profesor y usted mismo pudieran tener algún enemigo esperando una oportunidad para tomarse su venganza?
-Bueno... –el viejo medito unos instantes con la mirada perdida en el techo de la habitación -es cierto que en alguna ocasión escapamos por los pelos...pero nunca iban a por nosotros particularmente. Esos episodios ocurrieron durante la Escisión, la época de la escalada armamentística entre el ejército y los servicios secretos. Supongo que usted era demasiado joven para poder recordarlo. En aquella época nosotros participábamos en varios programas de fusión nuclear para desarrollar las microbombas térmicas. Andábamos siempre corriendo de un lado para otro, uno nunca sabia cuando iban a volar por los aires las instalaciones en las que trabajábamos.
Esbozo una tímida sonrisa.
-Pero de aquello hace ya bastantes años. No creo que nadie se acuerde de dos viejos investigadores que hacían su trabajo por pura pasión profesional sin importarles quien iba a hacer uso de lo que inventaban.
Conocía la microbomba a la que se refería el profesor, era una de mis favoritas. En aquella época yo era un niño. Por aquel entonces los servicios secretos habían quedado fuera del control del gobierno, vendidos a los grupos privados de poder. Cuando el gobierno fue consciente de la traición se desató una autentica guerra interna en las cloacas del sistema. Lo llamaron la Escisión. Pero esa era otra historia...
-Entiendo. –dije tranquilizador. -y una última pregunta: desde su punto de vista, ¿sospecha de alguien en particular como el autor del asesinato?
El profesor titubeó, note como enrojecía de nuevo. Sin duda pensaba en la doctora Linn. Probablemente había seguido el mismo razonamiento que yo mismo. Sin embargo dijo:
-No, no sospecho de nadie en particular. No puedo imaginar que alguien que yo conozca pueda haber cometido semejante atrocidad.
-muy bien doctor Simak. Ha sido usted muy amable. Como sabe, la investigación sigue abierta y quizás necesite hablar con usted en algún otro momento…
-estoy a su disposición.
Se levantó y se marchó.
A continuación fui llamando uno por uno al resto de los nueve miembros del equipo. De ninguno obtuve más información de la que ya conocía. Todos explicaron que conocían al profesor Fastworth desde hacía varios años, aunque ninguno llevaba trabajando con el tanto como el viejo Simak. Todos eran bastante vetustos, viejas glorias de la investigación científica. Varios de ellos habían conseguido el premio Novel en alguna ocasión, y todos tenían un pasado impresionante en el campo de la física teórica. Probablemente sus nombres aparecían en todos los libros de texto modernos. Fastworth había sabido rodearse de mayores genios de su época. Me chocó que la única persona joven e inexperta en el equipo fuera Linn. La única que hasta donde yo sabia no había conseguido aun nada reseñable. Supe que todos conocían en mayor o menor medida que el profesor estaba a punto de consolidar una nueva idea que podría significar un avance importante para la investigación que estaban llevando a cabo, aunque nadie tenía la menor idea de que se trataba. Lo que no me extrañó fue que todos tuvieran una idea similar que Simak respecto a la doctora Linn. La consideraban una intrusa. Consideraban que había entrado en el equipo valiéndose más de sus argucias femeninas que de sus méritos intelectuales. Aunque ninguno se atrevió a acusarla directamente, su expresión al preguntarles si sospechaban de alguien fue muy reveladora.
Así que en último lugar llamé a la persona sobre la que, hasta el momento, recaían todas las sospechas del asesinato, la doctora Linn.
El interrogatorio me había llevado la mayor parte del día. Faltaba poco para el anochecer y advertí que estaba hambriento. La doctora pasó al interior del despacho y pude observar que se había cambiado de ropa. Ya no vestía la bata de laboratorio, y la minifalda que llevara por la mañana había sido sustituida por un pantalón de tela gris, cosa que mi libido agradeció. Necesitaba poner toda la atención en el caso que me ocupaba. La excitación sexual es útil para mantener un estado de ánimo activo y alerta. Sin embargo la visión de las piernas de Linn era demasiado, mas de lo que mi equilibrio hormonal podía soportar en aquel momento.
-Doctora, -dije- tengo que realizarle también a usted el interrogatorio de rigor, ya sabe, pero antes necesito comer algo. ¿Podemos pedir que nos traigan aquí cualquier cosa?
-No hay problema – la doctora alargó su estilizada mano hasta el interruptor que activó la consola de su escritorio. Dijo:
-Menú.
Se encendió la holopantalla en la que se desplegó un suculento repertorio de platos.
-Me vale con un par de hamburguesas – le dije.
-dos hamburguesas. Completas. Gracias. Fin menú. –dijo la voz sensual y la holopantalla se desvaneció.
Mientras esperábamos la improvisada comida me mantuve en silencio con la absurda intención de generar una cierta tensión entre la doctora y yo. Mi punto de vista respecto a ella había cambiado después de los interrogatorios anteriores, ya que ahora había pasado a ser sospechosa del crimen. Así que creí conveniente mantener una cierta distancia. Sin embargo la doctora aguantó el silencio muy tranquila, mucho mas que yo a juzgar por como se acomodó en su silla mientras hojeaba una revista que había cogido de una de las estanterías. Ni siquiera intento iniciar una conversación banal. Me sentí totalmente ignorado.
Al cabo de cinco minutos llegó una persona con la comida. Inmediatamente devoré las hamburguesas mientras la doctora leía placidamente su revista.
-Bien doctora, podemos comenzar. –Dije cuando hube dado buena cuenta de hasta la ultima miga.
La doctora dejó con desgana la revista sobre el escritorio y me miró fingiendo expectación.
-Todos sus colegas han admitido no tener la menor idea sobre cual era esa misteriosa nueva línea de trabajo a la que Fastworth se estaba dedicando en las últimas semanas. Usted mantenía una relación estrecha con el, aunque no se lo dijera expresamente ¿tiene alguna idea sobre lo que podría tratarse? ¿Pudo ver algo en sus notas, en su trabajo, que le diera una pista?
-No.-dijo de forma rotunda.-el profesor Fastworth mantenía una gran reserva respecto a su trabajo. Nunca compartía sus ideas con el resto del equipo hasta que no estaba seguro de que fueran correctas.
La doctora respondió de forma tranquila, con aquel tono de voz calido y envolvente. Mi entrepierna dio ese respingo, como dándose por aludida por el sonido de la voz. En lo que toca a la mi parte racional no pude detectar el menor rastro de nerviosismo en su respuesta. Sin embargo, supe que me mentía.
-también se me ha dado a entender, y perdóneme usted pero comprenda que tengo que explorar todos los aspectos...
Linn asintió, probablemente ya conocía los rumores que circulaban sobre ella y Fastworth.
-lo que quería preguntarle es...si usted mantenía algún tipo de relación con Fastworth, aparte por supuesto de la profesional.
-Éramos amigos, -dijo sin mostrar el menor signo de embarazo -incluso diría que habíamos llegado a intimar bastante, pero eso es todo. Verá, tiene que entender que el profesor poseía una de las mayores mentes científicas del mundo. En los años que el dedicó a la investigación avanzó mas en el campo de la física que el resto de sus colegas en varias generaciones. Yo le admiraba, como científico y como ser humano. He seguido su carrera desde que era muy joven, casi una niña. Puede decirse que el fue mi inspiración para dedicarme a la física teórica. Cuando llegué aquí mi objetivo fue conocerle, no lo negaré. Así que cuando tuve la oportunidad de ingresar en el CTH luché por conseguirlo y después hice todo lo que estuvo a mi alcance para formar parte de su equipo. Lo que no me fue difícil por otro lado, ya que mi campo de trabajo se ha centrado en sus teorías, así que compartíamos bastantes puntos de vista. Si me pregunta si el se sentía atraído por mi...-hizo una pausa y me miro fijamente. Tuve que esforzarme para sostener su mirada hasta que la desvió finalmente para decir: -supongo que lo natural es que el estuviera orgulloso de mi como pupila...
-Ya. Entiendo que eso pudiera ser visto por sus compañeros con cierta envidia...
-Me temo que eso es exactamente lo que sucede. No aceptan que una joven como yo pueda poseer una mente brillante que esté a su altura.
A mi también me costaba creerlo la verdad. Tanta belleza e inteligencia en un mismo cuerpo era algo difícil de encajar.
-Y esa...digamos...hostilidad de sus colegas hacia usted, ¿llegó a generar en alguna ocasión un enfrentamiento abierto?
-En términos generales el ambiente de trabajo siempre fue cordial y todos manteníamos buenas relaciones. Comprenderá que en un trabajo de este tipo en el que es necesario pasar muchas horas juntos encerrados en el Labo, a veces incluso varios días seguidos sin salir al exterior, es normal que en determinados momentos surjan algunas tensiones y roces, reproches por algún error cometido o alguna palabra fuera de tono. Pero considero que es lo normal en cualquier equipo que trabaja bajo presión.
-¿Y que tal es su relación con el profesor Simak?
-Buena. –la doctora no dejo translucir ninguna emoción en su voz. -el viejo profesor siempre ha sido muy cortes y amable conmigo. Siempre queriendo ayudarme, muy pendiente de mi. A veces he llegado a interpretar su exceso de amabilidad como una cierta...atracción hacia mi persona...
Asentí. El viejo Simak no había podido ocultar su odio hacia la doctora, aunque quizás simplemente trataba de ocultar los celos que sentía. Tal vez se había enamorado de ella y la sospecha de que mantuviera una relación con su colega Fastworth fue demasiado par el. Pero si el viejo la quería, no tenia sentido la hostilidad que había mostrado hacia ella. Casi había llegado a insinuar que ella era la asesina. ¿O tal vez había malinterpretado yo sus emociones? Pensé que por aquel camino no llegaría a ninguna parte. A pesar de los indicios, estaba casi seguro de que la motivación del crimen no había sido pasional.
-¿Alguna vez le mencionó el doctor que tuviera enemigos? ¿Llegó a comentarle en alguna ocasión que temiera por su vida?
-No, nunca. He estudiado su biografía y se que ha vivido situaciones mas que peligrosas. Que yo sepa todo eso quedo atrás hace años. El siempre se mostraba muy tranquilo y confiado. Es cierto que casi nunca hablaba sobre su pasado, pero nunca dio muestras de temor o preocupación a ese respecto.
-Bien, y una ultima cuestión, ¿donde se encontraba usted anoche a eso de las once y media?
-En el despacho del profesor Fastworth.
Por un instante me sorprendió. Vaya, la doctora quería jugar. No dije nada y esperé a que continuara con su explicación.
-Estábamos charlando sobre los últimos avances del proyecto. Discutíamos algunos puntos del procedimiento y repasábamos los próximos pasos. A eso de las once y media me encontraba agotada y me fui a mi apartamento. El profesor me dijo que se quedaría un rato más para repasar algunos cálculos antes de irse a dormir. Ese hombre tenía una capacidad de trabajo increíble. Fue la última vez que le vi con vida.
Fingió sentir consternación. Era buena actriz pero yo sabia que mentía. De alguna forma intuía que no estaba siendo sincera conmigo. Sin embargo decidí no insistir más por el momento.
-Muchas gracias doctora, hemos terminado por ahora. Hoy también ha sido un día duro para mí. Mañana continuaré con la investigación y tal vez tenga algunas preguntas más para usted.
-Como desee. Y dígame agente...¿tiene ya alguna pista? ¿Atrapará pronto al culpable? -lo dijo con una cierta ironía que no se me escapó.
-Bueno doctora Linn, es algo pronto para aventurar conjeturas, máxime sin conocer los resultados de la autopsia, los análisis de la escena del crimen y todos los detalles. Pero le diré que si, algunos indicios me hacen pensar que estamos en el buen camino para dar pronto con el asesino...o la asesina...
La doctora no se inmuto. Me miro con una gran sonrisa.
-En ese caso le deseo mucha suerte...agente. Hasta mañana entonces...me perdonará que no le acompañe a la salida pero hoy no he podido acceder a mi despacho en todo el día y hay algunos asuntos que tengo que revisar...
Me levanté. La doctora se levantó a su vez de su silla y se sentó sobre el sillón que yo ocupaba hace unos instantes. Conectó su ordenador y fingió imbuirse en los datos y gráficos que surgieron de la holopantalla. Ni siquiera alzó la vista cuando me despedí.
-Hasta mañana...doctora Linn. –dije y salí de la habitación.
La muy zorra sabía jugar sus bazas. Yo era el detective, se suponía que debía tener la sartén por el mango, poner nerviosa a la gente. Pero era Linn la que me ponía nervioso a mí. El sexo es un arma poderosa.
Realmente no estaba cansado. Por mi organismo corrían sustancias capaces de mantenerme despierto durante semanas sin sentir el más mínimo signo de agotamiento. Mientras conducía de vuelta a mi apartamento reflexioné sobre el caso que tenía entre manos. Aun no acababa de entender que pintaba yo en aquel asunto. El hecho de que se involucrara al UMA significaba que había algo sucio de por medio. Algo que requería una actuación ‘especial’, como eufemísticamente solía decir mi operador. Lo que traducido a la práctica significaba que debía encontrar al culpable y ‘encargarme’ yo mismo de el.
Detective, juez y ejecutor. Todo en uno. Mi parte favorita era la de Ejecutor.
Después de los años veinte se había establecido un cierto equilibrio entre las organizaciones criminales y los poderes públicos. Las primeras aportaban su granito de arena a la economía del país, gestionando eficientemente la importación y exportación de drogas y armas. Los segundos les facilitaban un poco las cosas a cambio de una pequeña tajada. Mientras que cada parte se ocupara de sus asuntos y cumpliera su parte del tácito trato, todo funcionaba bien. Pero cuando uno de los capos de la mafia se sentía demasiado poderoso y liquidaba a algún político o a algún un pez gordo de una Corporación que se hubiera mostrado poco colaborador, entonces era cuando el UMA entraba en escena para poner las cosas en su sitio.
A veces es necesario recordar quien tiene el Poder.
El problema suele ser el exceso de poder. Cuando alguno de esos tipos acumula demasiado se siente invencible, invulnerable. Siempre piensan que pueden pararte. No creen los rumores que escuchan sobre los Meta-Agentes. Creen que cincuenta o cien tíos armados hasta los dientes podrán protegerles. Creen que las balas podrán detenernos. Me encanta la cara que ponen esos tíos, esos mafiosos súper millonarios, cuando entro en el bunker donde se esconden, después de haberme cargado a todos sus matones, después de haber enviado al infierno hasta la última alma que los protegía. Esos tíos tiemblan de miedo. Esos tíos lloran y suplican. Seguro que en ese momento se arrepienten de haberse cargado al Senador que no aceptó su soborno. Seguro que se arrepienten de haberse reído de las historias que sus matones le contaban sobre nosotros. La mano dura del Gobierno. Se trata del contrapeso necesario para que las organizaciones criminales no se te escapen de las manos. Se trata de la última línea de defensa antes de que la mafia se adueñe del país. Esos tíos duros se cagan encima, se mean en los pantalones. Esos tíos duros tiemblan como niños. Cuando me ven entrar saben que las puertas del infierno se están abriendo para recibirles.
Ciertamente, el caso del profesor asesinado debía de ser algo importante para el puto gobierno. La prueba era que yo estaba involucrado.
siete
Llegué a mi apartamento poco antes de las once de la noche. Resistí la tentación de tomar un whisky. Cuando tengo trabajo intento mantenerme sobrio. El alcohol era lo único que me hacia soportar el paso del tiempo cuando me encontraba inactivo. Cuando no tengo nada en lo que mantener ocupada mi mente, solo puedo pensar mi hija. La hija que nunca tuve. Pienso en como será su vida, pienso en como la tratará su falso padre. Pienso en mi ex-mujer follando con su nuevo marido. Viviendo una vida feliz. Una vida que tendría que haber sido mía. No me quedaba nada. Estaba vacío. Solo me sentía vivo mientras trabajaba. Necesitaba la acción. Necesitaba la adrenalina corriendo por mi sangre. Necesitaba oler el miedo a mi alrededor. Eso era lo único que me hacia olvidar mi vida perdida. Eso y el alcohol.
Aparte aquellos pensamientos de mí. Tenia trabajo por delante. Me di una ducha helada. Puse un CD de stret-spirit y me tumbe en el sofá a esperar que llegara mi amigo. Las palabras de la vieja canción inundaron el apartamento
I wonder: should I let you sleep?
That's my start out on controversy.
Oh my love, stay, stay
Oh my love, stay, stay
I wonder: what's left of me?
What's under and what's left between?
Oh my love, stay, stay, oh
Oh, God, stay, stay, oh
And you know I won't let it be
And simply, out of entropy, I won't let it be.
Había crecido con esa música. Mi padre la escuchaba a todas horas. Decía que era lo mejor que se había hecho a finales del siglo veinte. Mi pobre padre. Recuerdo haber pasado la mayor parte de mi infancia junto a el en su estudio de grabación. Mientras mi padre componía sus canciones y yo jugaba allí tumbado en el suelo, escuchábamos aquella música una y otra vez. El me miraba y sonreía feliz. Mi padre y sus sueños...
El timbre de la entrada me sobresaltó. Casi me había quedado dormido. Aquella música era lo único que me relajaba. Me transportaba a los días felices de mi niñez.
Tom entro en mi apartamento con expresión preocupada.
-Será mejor que me pongas un whisky. Y tú sírvete también otro, aunque tengamos trabajo por delante. Lo vamos a necesitar. – Tom dejó su maletín sobre mi sofá y me miró con una sonrisa nerviosa.
-¿Que ocurre Tom?
-No se por donde empezar...es de locos.-era la primera vez que le veía tan preocupado por algo.-el proyectil que hemos sacado de la cabeza del profesor es...cuanto menos sorprendente...
Alargué un vaso a Tom y me serví otro para mí, indicándole que se sentara. Bebí de un trago el contenido del vaso.
-Vayamos poco a poco Tom.
-Tienes razón. Tenemos que analizar la información con serenidad. Pero te aseguro que se ha armado un buen revuelo en el departamento. Aunque también te sorprenderá saber que todo el personal relacionado con el caso ha sido puesto en cuarentena informativa. Todos los datos de esta investigación se han clasificado como secreto de nivel diez.
Mis sospechas se confirmaron. Estábamos metidos en algo gordo.
-Empecemos por el proyectil. ¿Que es lo que tiene de extraordinario?
-Mas que el proyectil en si, se trata de su comportamiento. ¿No te extrañó la posición en la que había quedado el cuerpo tras el disparo? la postura era demasiado natural, no era normal para un impacto en el cráneo. Si le dispararon dentro del despacho, desde una distancia de apenas un par de metros, el proyectil proyectado por cualquier arma conocida hubiera atravesado el cráneo de lado a lado, no se hubiera quedado alojado en el interior.
-Tal vez le mataron en el exterior, fuera del despacho. Desde lejos, a una distancia tal que el proyectil llega apenas con la fuerza necesaria para penetrar el hueso y alojarse en el cerebro. Luego llevan el cadáver al interior e intentan que parezca que le han disparado allí dentro –dije. Aquello era bastante poco probable, pero había que considerar todas las posibilidades por descabelladas que parecieran a priori.
-De acuerdo, pero esa fue la primera hipótesis que descartamos. Analizamos el tejido muscular del cuerpo y comprobamos que no había sido manipulado después del fallecimiento. Murió sentado en aquel sillón. Además...
Tom había sacado una bolsita de plástico de su maletín. Dentro había un diminuto trozo de metal de unos dos milímetros de largo. Era extremadamente afilado.
-Las sorpresas comenzaron cuando abrimos la cabeza para extraer la bala y encontramos esto. –dijo balanceando la bolsita frente a mis ojos. Alargué la mano para cogerla.
-El cerebro estaba hecho literalmente papilla. Eso, -dijo señalando la bolsita -estaba alojado en el interior de la masa cerebral. Ni siquiera había llegado a la parte posterior del cráneo. Se había detenido justo allí, en el centro de la cavidad craneal, como si se le hubiera agotado de pronto la energía cinética...
Sentí un sudor frío en mi espalda. No necesitaba acabar de oír la explicación para intuir lo que podía significar aquello.
-Se que es de locos...-dijo Tom. –pero no hemos encontrado otra explicación. Algo tan pequeño, sin contener ningún tipo de explosivo, no puede causar tanto daño. Así que pensamos que la energía cinética del proyectil que se desplazaba a altas velocidades fue transferida de alguna forma al exterior, haciendo convirtiendo en pulpa todo lo que encontró a su alrededor.
Me miró con gesto preocupado.
-Pero... ¿como puede ser eso posible? –dije aunque sospechaba cual podía ser la respuesta.
-Eso es lo que los chicos están intentando averiguar. ¿Recuerdas la marca en forma de círculo alrededor del orificio? Pensamos que puede tratarse de un túnel electromagnético. Se establece entre dos puntos y a través de el viaja una pequeña esquirla metálica a mas de 300 kilómetros por hora. Al final del túnel el metal se detiene...
-Y transfiere la energía al exterior...muy ingenioso.
-Si. Mucho. Aunque no tenemos ni idea sobre cómo han conseguido hacerlo funcionar realmente. Nosotros llevamos algún tiempo intentando desarrollar algo así...pero al parecer alguien se nos ha adelantado. Lo más inquietante es que podría resultar letal para...
-Para un Meta-Agente.-dije finalizando su frase. Tom guardo silencio.
Si aquello era tal y como imaginábamos nos encontrábamos ante un arma capaz de abatirme de un solo disparo. Los Meta-Agentes, con nuestro exoesqueleto reforzado y las nanomaquinas reparadoras que circulaban por nuestro torrente sanguíneo, éramos prácticamente invulnerables ante las armas ligeras convencionales. Sin embargo, el metal que recubría mis huesos actuaría como un amplificador ante un túnel electromagnético. Un pequeño trozo de metal como aquel podría penetrar en mi cuerpo y destrozarlo.
Aquella arma parecía haber sido diseñada específicamente para acabar con tipos como yo. Por primera vez en muchos años me sentía vulnerable.
-¿alguna idea sobre quien ha podido fabricar algo así? –dije rompiendo el silencio.
-No. Hay algunas Corporaciones a las que estamos pagando para desarrollar una tecnología similar, pero aun estamos a años luz de poder fabricar un arma así.
La expresión usada por Tom me sobresalto. “A años luz” había dicho. O tal vez la luz había viajado varios años atrás para contarnos los secretos del futuro. Tal vez el transmisor de Fastworth estaba más desarrollado de lo que había admitido y alguien estaba utilizándolo ya para enviar información sobre tecnología avanzada a nuestra época. Sin embargo, yo no acababa de creerme el cuento de la transmisión de luz hacia el pasado, así que aparté aquella idea de mi mente e intenté concentrarme en los detalles del caso.
-En cuanto al análisis de la zona. –dije- ¿que habéis encontrado? ¿Sabemos quien fue la última persona que vio a Fastworth?
-Si. –Tom volvió a guardar la inquietante bolsita en su maletín. -el análisis de residuos orgánicos que encontramos en el despacho ha confirmado que la ultima persona en entrar allí fue Jane Linn. Al menos la última que dejo un rastro detectable. En este análisis también hemos encontrado algo más, algo extraño, es la otra cosa que me inquieta.
Así que ya teníamos a nuestra asesina, pensé.
-¿Y que es eso tan extraño que habéis encontrado?
-Se trata de los restos de tejido y ferormonas que hemos analizado. Uno de los genotipos no se corresponde con ningún ser vivo conocido. Es humano, pero ha sido modificado, alterado de alguna forma para ser...
Su última frase quedó congelada para siempre en su garganta. Sus ojos me miraron fijamente, con la mirada suspendida en un extraño éxtasis. He visto demasiados cadáveres para no saber reconocer a uno en el acto. Fui hasta la ventana abierta desde donde había venido el disparo. Al asomarme fuera un silbido zumbo sobre mi cabeza. Abajo pude ver a la doctora Linn apuntándome con un arma.
Nuestras miradas se cruzaron durante un instante.
Me arrojé al vacío. Mi apartamento se encontraba en la planta quinta pero los veinte metros que me separaban del suelo no eran ningún problema para mi exoesqueleto. Cuando aterricé, la doctora Linn ya huía. Me sorprendió lo rápido que se alejaba de mí. Salí disparado detrás. Las nanomaquinas integradas en mi musculatura, junto al refuerzo con materiales sintéticos en las fibras musculares me permiten alcanzar una velocidad en carrera de más de ochenta kilómetros por hora. Es difícil escapar de mí si huyes a pie. La doctora giró su cabeza para comprobar donde me encontraba y para mi sorpresa aceleró su marcha aún más. Corríamos entre la vegetación a toda velocidad. Linn aumentaba progresivamente la distancia que nos separaba. Ninguna persona normal debería poder correr así. Mas tarde me preocuparía de quien o que era la doctora Linn. En cuestión de segundos atravesamos los tres kilómetros del pequeño bosque que separaba el edificio donde vivía del downtown. Supe que si no la alcanzaba antes de llegar a la primera manzana la perdería entre las calles del centro. Aceleré todo lo que pude y noté como me fallaba el aliento. Las eternas borracheras comenzaban a cobrarse su precio. Linn alcanzó el primer edifico y viró a la derecha, saliendo fuera del alcance de mi vista. Llegué a ese punto con el tiempo justo de verla subir a una moto y perderse avenida abajo. Me detuve jadeando. El sonido de la motocicleta se perdía ya en la distancia.
¡Mierda! descargué un puñetazo de rabia contra la pared que había junto a mí. Fragmentos de hormigón volaron a mi alrededor. Inspiré profundamente. Si de algo me tenía que servir todo mi entrenamiento era para mantener la calma en las situaciones complicadas. Emprendí el camino de vuelta hacia mi apartamento intentando tranquilizarme. Acababa de descubrir que no me enfrentaba a vulgares criminales. Doctoras en física quántica que escapan a pie de un Meta-Agente no son algo con lo que me encuentre todos los días. Fuera quien fuera, su cuerpo había debido sufrir modificaciones similares a las mías. Si alguien había emulado a nuestros Meta-Agentes y desarrollado un arma capaz de destruirnos, se había preparado a conciencia para combatirnos. Pero, ¿quién podría tener el poder, la capacidad y los recursos necesarios para hacer algo así?
¡Maldita sea! Aquello me sobrepasaba. Reprimí un nuevo brote de furia. La adrenalina es buena para pelear, no para pensar. Ya llegaría el momento de dar rienda suelta a mi cólera.
Cuando hube regresado al punto donde habíamos iniciado la carrera me quedé contemplando la fachada del edificio donde vivía. Para realizar el disparo que mató a Tom Linn tendría que haber escalado la fachada hasta mi ventana cinco pisos más arriba. Hasta ahora no me había percatado de lo fácil que podía resultar trepar por esa fachada. Aunque el interior del edificio había sido remodelado completamente para construir apartamentos de lujo, por algún estupido y nostálgico motivo se había conservado la fachada exterior del siglo XX, llena de adornos y salientes. De un salto subí hasta la cornisa de la primera planta que se encontraba a unos cinco metros sobre el suelo. A partir de ahí era sencillo ascender planta a planta usando la mampostería que a derecha e izquierda flanqueaba los ventanales principales. Sin dificultad llegué hasta la ventana de mi apartamento escalando la pared como una araña humana.
Eché un vistazo al interior. Tras el sillón se adivinaba el cuerpo inerte de Tom. En la parte trasera del respaldo pude ver un pequeño orificio originado por el proyectil en su camino hasta el cerebro de mi amigo. Examiné la porción de pared sobre la ventana buscando el segundo disparo de Linn. Un par de metros más arriba había otro diminuto agujero. Su puntería no debía ser muy buena si esa bala iba destinada a mi cabeza. Entré en mi apartamento por la ventana y cogí uno de los buriles especiales que utilizábamos para sacar los proyectiles de las paredes. De nuevo en el exterior no me fue difícil extraer el pequeño fragmento de metal de la pared. Era exactamente igual al que Tom me había mostrado minutos antes. Igual que el extraído de la cabeza del profesor Fastworth.
El círculo se cerraba. Aunque aun había muchas incógnitas por despejar había encontrado a mi asesino. La falsa doctora Linn. Detective, juez y ejecutor. Había llegado el momento de asumir el tercer papel.
Volví al interior del apartamento. El pobre Tom seguía allí, en mitad de su frase congelada para siempre, con los ojos todavía abiertos y el cerebro convertido en pulpa.
si lo tocas pierde la vida...
Conecté mi consola y llamé a mi operador. La voz surgió en mi cabeza.
-Jack, te escucho.
-¡maldita sea Waits! –dije sin poder reprimir la rabia que sentía. Waits era el nombre de mi operador, al menos como yo le llamaba. Por supuesto desconocía su identidad real pero necesitas fingir que conoces el nombre de la persona a la que confías tu vida– ¡me estáis ocultando algo! ¿Qué está ocurriendo aquí? ¿Quién anda detrás de esto? –dije atropelladamente.
-¿a que te refieres? –dijo Waits sin alterarse lo mas mínimo.
-¡A que la doctora Linn, la supuesta colaboradora de Fastworth acaba de disparar a Tom desde mi ventana y ha escapado! ¡Ha huido! ¿Entiendes? ¡No fui capaz de alcanzarla!
-Vamos Jack, tranquilízate. ¿Que quieres decir? ¿Has sufrido un ataque aéreo? ¿Tom ha muerto?
Waits sabía que no había ningún edificio frente a mi ventana, así que había descartado automáticamente la posibilidad de un tirador apostado enfrente.
-¡maldito estupido! ¡Te estoy diciendo que esa mujer escaló la fachada de mi edificio y luego huyó corriendo a más de cien kilómetros por hora!
-¡pero eso no es posible! Eres el único Meta-Agente involucrado en este caso. Te lo puedo asegurar. Tengo bajo mi control a todos los que operáis en el país en estos momentos, y ni siquiera ninguno de ellos es una mujer...
-¡No puede ser! Esa mujer se movía como un Meta-Agente. Waits, si sabes algo más...tengo que saber que esta ocurriendo aquí...
-Te estoy diciendo la verdad Jack. Confía en mí, como siempre lo has hecho. La investigación de Fastworth ha sido clasificada como prioritaria para los intereses de la nación, eso es todo. Por eso nos involucraron a nosotros. Se trataba de averiguar quien esta detrás del asesinato. No te estamos ocultando nada. No hay ninguna contraoperación en marcha, creeme.
Pero eso no tenia sentido. Nada tenia sentido.
-De acuerdo. Pero si no se trata de una operación doble, si la doctora Linn no es un Meta-Agente. ¿Quién demonios es entonces?
-No tengo la menor idea Jack. Sabes que tenemos bajo nuestro control la tecnología necesaria para realizar la meta simbiosis. Quizás los asiáticos han logrado ocultarnos sus verdaderas capacidades tecnológicas, pero lo dudo. Los tenemos cogidos por los huevos desde la guerra del veinte. No pueden fabricar un chip sin que lo sepamos.
-¿Alguien de dentro entonces? ¿Otra Escisión tal vez?
-¡Por Dios Jack! Ni lo menciones. No. esa doctora Linn o como se llame realmente no es un Meta-Agente. Te lo aseguro. Quien quiera que la haya creado lo ha hecho totalmente a nuestras espaldas.
Medité durante unos instantes. Alguien se había preparado para enfrentarse abiertamente a nosotros. Después de treinta años de supremacía la idea me hizo estremecer. Sin embargo en el fondo sentí cierta alegría. Por fin un desafío de verdad. Por primera vez desde que sufrí la transformación me enfrentaba a alguien de igual a igual. Quizás ahora podría encontrarme con la muerte cara a cara. No la temía. Tampoco la deseaba. Solo quería enfrentarme a ella...y ganar.
-¿puedo contar con ayuda? –pregunté.
-No. Lo siento Jack. No sé a que tipo de amenaza te enfrentas, quizás la más grave que hemos encontrado hasta ahora. Pero el resto de agentes están en misiones de prioridad uno. De momento no estoy autorizado a desviar recursos, aunque informare al Presidente para ver que se puede hacer. Lo siento pero por ahora estas solo.
-bien.-dije, no me importaba, quería llegar yo mismo hasta el final, vengar la muerte de mi amigo -Continuaré con la investigación. Una cosa más, necesito que un equipo venga a llevarse el cuerpo de Tom.
-Por supuesto. Estarán ahí en diez minutos.
La comunicación se cortó.
Tom me miraba con sus ojos inexpresivos. Se los cerré.
Me senté en el sofá donde yo me encontraba cuando le dispararon. Era evidente que esa bala iba destinada a mí. Desde la ventana no pudo verme, tan solo se divisaba el sillón donde se encontraba Tom y le confundió conmigo. Murió en mi lugar.
-Lo siento viejo amigo. Siento que haya sido así.
Cerré los ojos y recapacité sobre lo que debía hacer a continuación. Aún no tenía ni idea sobre quien estaba detrás de la operación, pero ahora mi primer objetivo era encontrar a la doctora Linn. Sabia que vivía en uno de los apartamentos para residentes dentro del recinto del CTH, pero supuse que no volvería allí ahora que había sido descubierta. No obstante, decidí volver al Centro Tecnológico y entrar en los archivos del profesor Fastworth. La clave de todo estaba en su trabajo, así que quizás sus notas me dieran alguna pista sobre que demonios estaba pasando.
Me serví un vaso de whisky.
-A tu salud Tom.-dije antes de bebérmelo de un trago.
Desplacé uno de los paneles de madera que revestían las paredes del dormitorio. Detrás se encontraba el compartimento donde guardaba mis armas. Iba a necesitar lo mejor de mi arsenal. Además del par de pistolas que suelo llevar en las fundas de las sobaqueras, me coloqué bajo la chaqueta un cinturón cargado con munición de reserva, otro par de pistolas y todo un repertorio de explosivos capaces de demoler una ciudad completa.
Volé por la autopista. El resto de vehículos se convirtieron en luces borrosas que retrocedían a mi paso como estrellas fugaces.
Mi padre solía decir que no hay forma de saber si eres tu el que se mueve o se trata del resto del universo alejándose de ti.
Mi padre solía decirme cuando yo era niño, y aún le escuchaba, que huir no sirve de nada porque nunca te puedes alejar de ti mismo.
Yo llevaba años en una frenética huida hacia adelante, o quizás era hacia atrás. No importa. El mundo entero era una delgada línea luminosa que yo nunca podría superar, por mucho que corriera.
Cuando llegué al CTH dejé atrás todas las precauciones sobre mi identidad. Emití una señal con mi código personal y todos los controles me dejaron pasar. El megapoli de la ultima puerta de acceso me miró con cara de asombro cuando pasé frente a el. Imaginate a un tipo de setenta kilos sobre una moto de dos toneladas, con un traje gris y un pequeño arsenal sobresaliendo bajo la chaqueta. Imaginate que acabas de saber que ese tipo es una de las personas más peligrosas del planeta. Imaginate que ese tipo te mira al pasar y te guiña un ojo con una media sonrisa forzada en la cara. Puedes estar seguro de que esa noche va a haber jaleo.
Entré en el edificio que había conocido por primera vez aquella mañana. Al pasar frente al despacho de la doctora Linn advertí que la puerta estaba abierta, pero el despacho se encontraba vacío. Cuando hubiera inspeccionado el de Fastworth volvería allí, pensé. Quizás encontrara alguna pista sobre su paradero. Avancé por el largo pasillo hasta la última puerta. Por algún motivo tan solo estaba activada la iluminación de emergencia. El pasillo se encontraba en una semipenumbra amarillenta. En el silencio, mis pasos resonaron lúgubres. La puerta del despacho de Fastworth también estaba abierta. Dentro, la doctora Linn me esperaba sentada tras el escritorio del profesor con una sonrisa amable mientras me apuntaba a la cabeza con su arma.
seis
-Jack, tenemos que hablar. Yo…te debo algunas explicaciones…-su voz seguía sonando sensual, aunque algo había cambiado en el tono, parecía más natural.
-Por supuesto que tenemos que hablar. Necesito averiguar algunas cosas antes de partirte tu bonito cuello. –dije con frialdad.
Dejó escapar una risita nerviosa.
-Por favor, dame una oportunidad... -dijo -No soy lo que piensas.
-¿Mataste a Fastworth verdad?
-Si, pero cuando conozcas mis motivos se que me ayudarás. No soy yo a quien tenemos que enfrentarnos.
-¿ah no? –mientras hablábamos pensaba en la forma de eludir aquel arma e inmovilizar a la doctora sin matarla. Aunque si era lo que yo sospechaba no seria tan fácil. Probablemente era tan fuerte como yo.
-Verás Jack...es una larga historia. Necesito explicarte algunas cosas para que puedas confiar en mí.
-¿confiar en ti? ¿después de que trataras de matarme hace un rato en mi casa? ¿Después de que mataras a mi amigo?
-¡Yo no maté a tu amigo! Estaba allí porque intentaba protegerte, pero llegué tarde.
Aquello era gracioso. Después de ver con mis propios ojos como me disparaba y huía de mí, intentaba hacerme creer que lo que intentaba era protegerme de alguien. No alcanzaba a comprender que pretendía burlándose así de mí.
-¿Y de quien se supone que ibas a protegerme?
-Del Bio que subió hasta tu ventana y trató de dispararte. –dijo como si se refiriera a algo obvio para cualquiera. -cuando tu te asomaste, saltó hasta la azotea del edificio. Fue demasiado rápido y fallé el disparo. La bala silbó sobre tu cabeza y pensaste que te disparaba a ti.
-¿Pero que demonios es un Bio? ¿de que rayos me estás hablando maldita asesina chiflada?
Estaba comenzando a perder el control. Sentía ganas de aplastarle su hermosa cabeza. Ella se limitó a mirarme impasible.
-Ya te he dicho que es una larga historia...por favor…déjame que te cuente algo... -su voz volvía a ser sincera, incluso suplicante.
Decidí darle algo de tiempo mientras se me ocurría la forma de neutralizarla.
-Está bien. Habla.
-La persona que te siguió hasta tu casa es lo que llamamos vulgarmente un biónico, un ser íntegramente orgánico pero cuyo metabolismo ha sido modificado genéticamente para desarrollar estructuras inorgánicas que le otorgan unas capacidades similares a las tuyas, con la diferencia que él las obtuvo de nacimiento.
-Claro, y tu también lo eres ¿verdad? por eso puedes correr tan rápido...
-Si, yo también lo soy. –Linn bajó sus ojos por un instante. Dudé en alcanzar su brazo y arrebatarle la pistola, pero algo en su expresión me detuvo.
-Jack, ese ser biónico y yo no pertenecemos a esta época. Hemos viajado en el tiempo retrocediendo treinta años, desde 2087 hasta ahora.
Bueno, aquello era el colmo. Linn era la mejor actriz que yo había visto en mi vida. Su voz era tan convincente que la hubiera creído de no ser la mayor estupidez que había escuchado en boca de un asesino en todos mis años como detective.
-Antes de que me tomes por loca, te contaré la historia completa. –dejó la pistola sobre la mesa. –necesito que confíes en mí. Necesito tu ayuda. –me miro con sus grandes ojos verdes, suplicando comprensión con la mirada.
Me sorprendió su actitud. Debía estar realmente loca si pensaba que me iba a tragar su historia. Sin embargo no hice nada. Algo en aquella mirada en su hermoso rostro lograba mantenerme paralizado.
-Habla –dije cortante. Su expresión se relajó visiblemente aliviada ante la tregua que yo le estaba concediendo.
-Siéntate, esto llevara algo de tiempo. Debo explicarte todo desde el principio...
Me senté en la silla frente al escritorio, la misma silla que ella había ocupado hacia unas horas mientras yo hacia las preguntas.
-Como te conté esta mañana, los trabajos que llevaba a cabo el equipo liderado por Fastworth, del que yo misma formaba parte, consistían en encontrar un medio para enviar fotones, es decir luz, a velocidades superluminicas, por así decirlo. Como bien sabrás, desde la formulación de la teoría de la relatividad por Einstein sabemos que el tiempo es una dimensión más, la cuarta, que junto a las tres dimensiones espaciales forma lo que se denominó el espacio-tiempo. Tienes que entender Jack, que lo único que diferencia la dimensión temporal de las otras tres es nuestra forma de percibirla. Sentimos que el tiempo avanza en una única dirección inexorable, pero eso no significa que no sea posible movernos en sentido opuesto...
-Pero eso no...
-Ten paciencia. Aun no he llegado a la cuestión que quiero que entiendas. –puso sus manos perfectas sobre la mesa mientras me miraba con sus irresistibles ojos verdes. –Como también conocerás, si utilizamos las ecuaciones de Einstein para calcular la trayectoria de un cuerpo que se desplazara hipotéticamente a velocidades superiores a las de la luz, la línea de tiempo resulta invertida, siendo el instante de llegada anterior al de salida. Cuando se alcanzó ese resultado se pensó que era algo totalmente ilógico, así que se solucionó el aparente absurdo trabajando con la hipótesis de que la velocidad de la luz era una constante universal, un máximo natural que no podía ser sobrepasado. De esa forma desaparecía el incomodo resultado. Sin embargo, el hecho de que algo nos parezca ilógico no significa necesariamente que no pueda ser así. El punto de partida del trabajo del profesor Fastworth fue considerar que la velocidad de la luz no era una constante, sino una variable que pudiera tomar, a priori, cualquier valor. Dedicó parte de su vida a desarrollar una solución de las ecuaciones de Einstein partiendo de esa premisa, y extrajo una serie de consecuencias muy interesantes.
Hizo una pequeña pausa para que yo pudiera asimilar sus palabras. Había escuchado una explicación similar en boca de Simak por la mañana. No veía que pretendía hablándome sobre todo aquello de nuevo. ¿Trataba de ganar tiempo? ¿Esperaba a alguien más?
-Una de esas consecuencias –continuó -fue establecer una analogía entre el funcionamiento a nivel de partículas, tal y como explica la mecánica cuántica, y el comportamiento de la materia a nivel macroscopico. La física de partículas dice que no podemos conocer el camino concreto que ha seguido una partícula, sino únicamente la probabilidad de que se encuentre en una determinada posición en un instante dado...
-conozco los principios de la mecánica cuántica, puedes saltarte esa parte –dije cortante.
-Bien, ahora sabemos que lo que ocurre a nivel de partículas en las dimensiones espaciales también sucede a nivel macroscopico pero relativo a la dimensión temporal. Las ecuaciones que describen ambos comportamientos son análogas, aunque en realidad se refieran a fenómenos totalmente distintos. Esto quiere decir que teóricamente es posible conocer las probabilidades para alcanzar un estado determinado en un instante t2 desde otro estado anterior en un instante t1, pero es imposible conocer cada uno de los estados intermedios por los que se pasará para llegar hasta ese estado diferente, o dicho de otra forma, el camino que se seguirá.
-no veo a donde nos lleva esto...-me sentía un poco ridículo recibiendo una lección de física de vanguardia en aquella situación surrealista.
-Déjame acabar. Otra de las conclusiones obtenidos por Fastworth fue que las ecuaciones solo admiten valores discretos para la variable c, que en su supuesto representa ahora la velocidad de la luz. La forma de calcular esos valores es bastante compleja. Solo hemos conseguido calcular media docena de ellos, pero la consecuencia práctica de eso es que los saltos o desplazamientos temporales solo son posibles dentro de unos rangos concretos y específicos. Esto quiere decir que no podríamos enviar el haz de luz hacia un instante de tiempo arbitrario que elijamos, sino tan solo a unos ciertos intervalos determinados por la solución particular de c que seleccionemos.
La doctora hizo una pausa para ver si yo la estaba siguiendo. Asentí. Aunque todo aquello era confuso para mí, más o menos entendía lo que estaba tratando de explicarme.
-Dicho de otro modo, es como si la línea temporal contuviera unos nodos o puntos de acceso que se encuentran interrelacionados entre si. En teoría es posible movernos de un nodo a otro, en cualquier dirección, adelante o atrás, pero nunca podríamos acceder a un instante intermedio entre dos de ellos. Además, los hechos que sucedan en un nodo afectan a los nodos colindantes, pero la probabilidad de modificar nodos mas alejados decrece exponencialmente con la distancia. Por así decirlo, las acciones se amortiguarían en el tiempo en lugar de amplificarse. El mito del efecto mariposa, del que supongo que habrás oído hablar alguna vez, es una patraña. Los actos insignificantes no crecen exponencialmente hasta desembocar en terribles consecuencias imprevisibles. Las guerras de la antigüedad no se ganaban o perdían porque un caballo perdiera una herradura. Las revoluciones tecnológicas no suceden por una pequeña casualidad. Tan solo los hechos poderosos, los sucesos persistentes son los que mueven la historia. Las cosas ocurren debido a una infinidad de causas trabajando conjuntamente para llegar hasta un resultado concreto. Para modificar, por ejemplo, un acontecimiento histórico importante, se necesitaría efectuar una enorme cantidad de acciones desarrollándose durante un largo periodo de tiempo, de forma que finalmente se contrarrestaran todas las causas que lo originaron.
-Sigo sin ver como explica esto el asesinato...
-Ahora centrémonos en el problema que el profesor intentaba resolver y en como lo consiguió.-Linn continuo su exposición ignorando mis palabras. Su voz denotaba cierto entusiasmo. –El profesor Fastworth sabía, como acabo de razonar, que para alcanzar un cierto resultado es necesario desencadenar una serie de hechos. Pero una vez que esos hechos determinan el objetivo deseado, el camino entre punto de origen y el final es totalmente irrelevante. Al igual que el camino seguido por una partícula, el camino seguido por un acontecimiento en la línea temporal no afecta al resultado final. Y ahora llegamos a una aplicación práctica de todo esto...
Me miró con sus grandes ojos verdes. No pude reprimir que un escalofrío recorriera mi cuerpo.
-El objetivo final de Fastworth era mejorar la tecnología que estábamos desarrollando para alcanzar una velocidad lumínica mayor que la que habíamos logrado hasta ahora. De esa forma el salto en el tiempo también seria mayor que el que habíamos conseguido, digamos de varios años. Pero aunque de sus ecuaciones se desprendía que tal cosa era posible, no teníamos ni idea de como hacerlo. Para nuestro experimento actual, en esta época, habíamos elegido el múltiplo de c más bajo posible que nos había llevado a un desplazamiento de unas pocas milésimas de segundo. Y aún así el proceso ya consumía una cantidad desmesurada de energía, energía necesaria para generar la materia exótica que utilizamos. Si la energía invertida es proporcional al incremento de velocidad que buscábamos, entonces necesitaríamos la potencia de un sol para lograrlo. Debía de existir alguna otra alternativa...
-¿Y esa fue la idea que tuvo Fastworth, lo que había descubierto antes de morir?
-No exactamente. Fastworth no tenia ni idea sobre como resolver ese problema. El no era ingeniero y las cuestiones tecnológicas quedaban fuera de su alcance. La idea genial de Fastworth fue la siguiente: había establecido los modelos matemáticos y había movilizado los recursos para las inversiones en tecnología necesarios. Para ello había convencido a la Administración de que su trabajo era crucial para el País. Como imaginarás, no es difícil convencer a nuestro ambicioso Gobierno de las ventajas que manipular la historia te pueden otorgar. Al principio nadie le creyó, pero finalmente, cuando amenazó con ofrecer su trabajo a los asiáticos obtuvo los fondos necesarios. De hecho, hace tres meses, después de demostrar que sus teorías eran acertadas el proyecto paso a ser prioritario para el Gobierno y nuestro presupuesto se disparó.
Así que, pensé, por eso se había producido el incremento en la seguridad. Los de arriba se habían tragado el cuento de la transferencia de información en el tiempo.
-En definitiva –continuaba Linn –se había asegurado de que los esfuerzos para resolver el problema no cesarían hasta dar su fruto. Si me has entendido hasta ahora, comprenderás que lo que el profesor hizo fue desencadenar una secuencia de acontecimientos de tal forma que, según sus cálculos, dentro de un cierto intervalo de tiempo alguien conseguiría resolver el problema, y ese alguien podría comunicarse a su vez con nosotros desde el futuro para contarnos como lo habían hecho.
-¿me estas diciendo –dije perplejo -que en lugar de resolver el problema decidisteis confiar a que alguien lo resolviera mas adelante y luego, usando el propio invento, se comunicara con vosotros para explicaros como lo habían logrado?
-Mas o menos. –Linn sonrió satisfecha de que hubiera entendido su enrevesada explicación –No se trata de sentarnos a esperar que nos digan la solución. Realmente no teníamos la intención de detener la investigación. Una decisión así hubiera hecho tender a cero la probabilidad de que se produjera el descubrimiento en algún momento posterior. Nuestro trabajo consistía en favorecer las probabilidades de que ocurriera lo que deseábamos, pero la forma de obtener el resultado, el camino, era irrelevante.
-¿así que esa era la genial idea que tuvo Fastworth? Esperar noticias del futuro…
-Si. –la voz de Linn era seria. No había captado la ironía de mi pregunta. –A pesar de que sus ecuaciones corroboraban estas ideas, ni siquiera el mismo estaba convencido de que realmente fuera posible, así que lo mantuvo en secreto.
-Hasta anoche...
-Si. Anoche detectó una comunicación en el receptor óptico que habíamos instalado para los experimentos. Alguien trataba de ponerse en contacto con está época. El mensaje recibido venia desde el futuro, justamente treinta años después de la fecha en la que nos encontramos. En algún momento entre ambos instantes de tiempo se había resuelto el problema y tal y como esperábamos, se pusieron en contacto con nosotros. Yo fui la primera en saberlo, el profesor me lo comunicó anoche y… por eso tuve que matarle.
Dios mío, era la justificación de un crimen mas rocambolesca que había oído en mi vida. Sin embargo, la franqueza con la que Linn me hablaba y su aparente sinceridad había despertado mi curiosidad. Linn guardaba silencio. Miraba fijamente la mesa frente a la que estaba sentada. Su arma estaba allí encima, esperando el momento en el que recobrar el protagonismo. A pesar de todo quería conocer su demente razonamiento hasta el final. O tal vez quería seguir escuchando su voz. Sabía que cuando las explicaciones terminaran, tan solo uno de los dos saldría vivo de aquella habitación. Así que dije:
-Lo que dices es absurdo, pero aún admitiéndolo, no entiendo porque debías de matar al profesor una vez hubo confirmado que estaba en lo cierto al pensar que alguien se comunicaría con el desde el futuro...si tu misma vienes de ese futuro…
-Para que comprendas eso, debes conocer algunas cosas mas...
-Lo siento pero tendréis que dejar las explicaciones para otro momento...quizás para cuando os volváis a encontrar...en el infierno.
Alguien más había entrado en la habitación. La voz provenía de mis espaldas. Pude ver como la cara de Linn se volvía pálida por el miedo.
-No toques tu pistola perra, si no quieres que te vuele la mano. –dijo la voz. La doctora se quedó inmóvil.
La voz era dura y fría. No contenía el menor rastro de emoción. Era el tipo de voz de un asesino profesional, entrenado para paralizarte de miedo con tan solo oírla. He oído muchas voces similares a aquella, pero por primera vez en fui yo el que sintió un atisbo de miedo.
Mientras me ponía en pie lentamente el tipo pasó junto a mí y cogió la pistola de Linn que estaba sobre el escritorio. Se trataba de un hombre joven, muy alto y muy robusto, casi el doble de voluminoso que yo. Me dio la espalda de forma que apenas pude ver su rostro. En su mano izquierda sostenía una de esas pistolas de fragmentación, similares a las que yo usaba. Ciertamente, un disparo de aquella arma podía arrancarte una mano de cuajo, incluso si tenías un exo-esqueleto reforzado como el mío. Aunque Linn gozara de la misma protección que yo, cosa que desconocía, a aquella distancia un disparo podría causarle graves daños. Evalué rápidamente la situación. El tipo se guardo su pistola en el cinturón mientras apuntaba a Linn con su propia arma. En cambio no se preocupó de mí. Eso significaba que no sabía que yo era un Meta-Agente. Había concentrado su atención en la doctora, que permanecía inmóvil mirándole, como un pequeño pájaro hipnotizado por una serpiente. Fuera o no cierta su historia, algo parecía claro, ese tío era peligroso. Lo sentía. Decidí actuar.
Descargué con todas mis fuerzas un puñetazo en su nuca. El tremendo impacto lo lanzó hacia la pared del fondo del despacho, contra la que se estrelló con gran estrépito. Sin embargo, en unos instantes contemplé atónito como el tipo no solo seguía consciente sino que me miraba con cierta sorpresa mientras trataba de ponerse en pie. Aquel golpe hubiera pulverizado la cabeza de cualquier hombre normal y a el tan solo le había atontado un poco.
La voz de Linn resonó en mis oídos sacándome de mi sorpresa:
-¡Huyamos! ¡Rápido!
Salió disparada por la puerta y yo la seguí. Corrimos por el largo pasillo y antes de salir del edificio eché un último vistazo atrás. El individuo había salido del despacho y aunque aún parecía algo aturdido por mi golpe ya comenzaba a correr hacia nosotros.
-¡Tenemos que alejarnos de el! –Linn también se había detenido un instante junto a la puerta y observaba conmigo como aquel tipo comenzaba a caminar hacia nosotros. Emprendimos una carrera desenfrenada a través de la explanada que separaba el edificio donde nos encontrábamos del conglomerado principal. Linn corría realmente rápido. En unos segundos llegamos al enorme edificio que albergaba la mayoría de las instalaciones del CTH.
-Tenemos que pensar algo. –dijo Linn, respirando agitadamente. -Nosotros somos más rápidos, pero el es más fuerte. Si nos atrapa estamos perdidos.
Mis pulmones estaban a punto de estallar. Casi no había podido aguantar su ritmo de carrera, pero me abstuve de comentar que probablemente yo ni siquiera era más rápido que el.
-¡Vamos! –dijo tras unos segundos –Nos esconderemos en las instalaciones del antiguo acelerador. Es un laberinto de túneles y salas ahora abandonados, pero las conozco perfectamente. Allí podremos refugiarnos hasta que se nos ocurra que hacer para librarnos de el.
Entramos al edificio y accedimos a una gran sala rodeada de mostradores vacíos. Me pregunté para que servirían mientras corríamos hacia los ascensores del fondo. Sobre una de las puertas leímos ‘Nivel 7 – Acelerador’. Entramos con el tiempo justo de ver a nuestro perseguidor entrar en el edificio mientras la puerta del ascensor se cerraba y comenzaba a descender, mas despacio de lo que hubiéramos deseado, hacia las entrañas de la tierra.
-Los llamamos los Eli, de Eliminador. Aunque tiene una estructura biológica similar a la mía, te aseguro que su mente es mucho más despiadada. No supe que le habían enviado aquí hasta esta misma noche, cuando le seguí hasta tu apartamento.
-ya tendrás tiempo de aclarar todo eso, te lo aseguro. Ahora tenemos que pensar la forma de deshacernos de el.
El ascensor descendió lo que debieron ser unos quinientos metros. Cuando las puertas se abrieron vimos otra sala vagamente iluminada. No era muy grande, al menos no tan grande como el laboratorio que Linn me había mostrado por la mañana. La sala tenia una forma irregular. La pared donde se encontraba el ascensor era mucho mas larga que la pared opuesta, de apenas un par de metros y en la que se abría la entrada a un pasillo. De las paredes laterales partían también diversos túneles, lo que supuse era el comienzo de la red subterránea que había mencionado Linn. El laboratorio se encontraba vacío, salvo algunas mesas apiladas a un lado y sobre las que se amontonaba diverso instrumental electrónico que imaginé abandonado.
-Tengo explosivos. –dije. -puedo volar el ascensor para impedir que nos siga.
-No digas estupideces. Eso no le detendrá, descenderá por los cables o simplemente saltará, si es que no lo está haciendo ya. ¡vamos!
Corrimos hacia el pasillo del fondo. Linn tenía razón. Había reaccionado por puro instinto, no acababa de asumir que nos enfrentábamos a alguien con capacidades iguales o superiores a las mías. Eso era algo nuevo para mí. Hasta ahora siempre había sido yo el perseguidor, el tío al que no puedes parar hagas lo que hagas. Empezaba a entender como se sentían los pobres desgraciados que intentaban escapar de mí.
El pasillo desembocaba, después de unos doscientos metros que cruzamos frenéticamente, en otra sala de menor tamaño de la que a su vez partían varios túneles. Nos introdujimos en uno de ellos. Corríamos todo lo rápido que podíamos. Después de varios minutos dejamos atrás una docena de salas con sus respectivas bifurcaciones. Finalmente nos detuvimos en un pequeño recinto de unos tres metros cuadrados de superficie. Linn se dejo caer contra la pared para recobrar el aliento. Estaba realmente preciosa allí, con los músculos de sus piernas todavía en tensión por el esfuerzo y las mejillas encendidas.
-No creo que haya podido seguirnos hasta aquí. –dijo después de unos instantes. -Que yo sepa no posee integrado ningún sistema de detección, así que por ahora no tiene forma de localizarnos dentro de este laberinto.
-Hay una cosa que no entiendo. –dije- si le he podido sorprender antes quiere decir que no sabía quien era yo. ¿Entonces, por qué vino a matarme esta noche a mi casa? Porque él es el ser biónico al que te referías ¿verdad?
-Si. Pero creo que esta mañana te confundió con otra persona. Debió de llegar aquí ayer aunque yo no detecté su presencia hasta hace unas horas, cuando tu te marchaste. Creo que espiaba el edificio buscándome para acabar conmigo y al vernos juntos pensó que eras uno de mis contactos en esta época. El pretende frustrar mis planes, así que supongo que entre sus objetivos se encuentran todas las personas que supuestamente me estarían ayudando aquí. Si hubiera sabido que lo que querías era proteger el trasmisor no te hubiera atacado, te lo aseguro.
-Sigo sin comprender...
-ya habrá tiempo luego para las explicaciones...si salimos de esta. Ahora tenemos que pensar la forma de acabar con el. Si nos encuentra aquí no tendremos ninguna posibilidad.
Linn tenía razón. La prioridad ahora era suprimir la amenaza. Luego habría tiempo para aclarar las cosas. Eché un vistazo a mi alrededor. Observé una escalerilla metálica fijada a la pared de mi izquierda. Sobre la escalera, en el techo, había una rejilla.
-¿Estamos en las instalaciones abandonadas de un acelerador de partículas verdad?
-Si. Los viejos aceleradores de los años veinte se extendían kilómetros y kilómetros bajo tierra. Para realizar el mantenimiento de la instalación se construía toda una red de galerías paralela al acelerador que permitiera acceder a las distintas partes que lo integraban. Esa puerta de allí debería conducir a una de las secciones. –señaló a una puerta metálica frente a nosotros.
-y la red de galerías se extiende en distintos niveles, arriba y abajo...
-Si.
-Y supongo que por aquella trampilla se accede al nivel superior.
Linn asintió.
-Quédate aquí. Voy a encargarme de ese maldito Eli o como se llame.
-¡No! Jack, es más peligroso de lo que piensas. El es mas fuerte que tu. Iré contigo, solo juntos podemos tener alguna posibilidad. Además, no conoces la red de túneles, te perderás.
-No te preocupes, puedo arreglármelas solo. No quiero arriesgarme a que te ocurra nada. Aún me debes muchas explicaciones ¿recuerdas? –sonreí. Notaba cierto temor en su mirada y quería tranquilizarla. No es que confiara aún en Linn, ella misma había reconocido haber matado a Fastworth, por lo que seguía siendo mi objetivo del que mas tarde o temprano tendría que ocuparme. Sin embargo, aquel tipo, el Eliminador, estaba seguro de que era peligroso y que no jugaba limpio. Primero tendría que deshacerme de el.
-Volveré pronto. –dije mientras subía por la escalerilla de mano. No miré atrás y Linn tampoco dijo nada más.
Empuje la trampilla del techo que se abrió suavemente. Accedí a un túnel de apenas dos metros de diámetro que se extendía hacia la derecha en una ligera pendiente ascendente, de forma que no se podía divisar el final. Active el módulo de memoria y busqué entre los datos que habían sido cargados esa misma mañana. Si mi operador había hecho bien su trabajo, y Waits nunca me había fallado hasta ahora, habría cargado en mi sistema toda la información conocida sobre el Complejo Tecnológico, incluido un mapa detallado de la red de túneles donde me encontraba. Después de unos instantes encontré lo que buscaba. Según el grafico que apareció ante mi estaba a un par de kilómetros del laboratorio principal por el que habíamos entrado. Observé que sobre este había una pequeña cámara que albergaba algunos equipos de ventilación. Pedí al sistema que me indicara la ruta mas corta para llegar hasta esa cámara. Comencé a avanzar por el pasadizo, guiándome por las instrucciones que aparecían delante de mis ojos. Cada vez que llegaba a una encrucijada el sistema me indicaba la salida adecuada.
Imaginé que si el tal Eliminador no conocía aquel laberinto, era poco probable que se hubiera aventurado a avanzar más allá de la entrada. Probablemente estaría esperándonos allí, tramando algo para sacarnos de nuestro escondite. Cuando llegué al último túnel que conducía a la pequeña cámara que había visto en el mapa extremé las precauciones. Caminé lentamente para no hacer ningún ruido que pudiera avisar al Eli de que me encontraba sobre su cabeza. El túnel finalizaba justo en el centro de la bóveda que formaba el techo del laboratorio. Eché un vistazo abajo a través de la rejilla del suelo. Como había supuesto, el Eli se encontraba aun allí abajo. Estaba inclinado sobre una de las mesas del laboratorio, manipulando algunos instrumentos electrónicos. Quizás, pensé, construyendo un improvisado detector térmico con el que poder rastrearnos. Regresé sobre mis pasos hasta la cámara anterior. Debajo de esta se encontraba la sala que conectaba con el labo a través del túnel central. Baje muy despacio, sin hacer el menor ruido, y en un par de minutos realice mis preparativos allí.
Volví a la trampilla sobre el laboratorio. El Eli seguía concentrado en lo que fuera que estuviera haciendo sobre la mesa. Conteniendo la respiración, desenfunde lentamente una de las pistolas de mi cinturón y cargué uno de los proyectiles que había traído conmigo. Se trataba de un explosivo muy potente, pero con un radio de acción relativamente pequeño. No quería arriesgarme a que todo aquello se viniera abajo sobre nuestras cabezas. Si el Eli era tan fuerte como Linn había dicho, quizás no bastara para matarle, pero probablemente lo dejaría lo suficientemente dañado como para poder rematarle después sin problemas. Introduje el cañón entre las láminas de la rejilla de ventilación y disparé.
El hijo de puta tenía unos reflejos increíbles. Como me había temido de alguna forma debió presentir el disparo porque en el último instante saltó con la suficiente rapidez para evitar el impacto directo. La onda expansiva de la explosión le impulso contra una de las paredes de la sala pero inmediatamente se recuperó, se irguió y miro hacia la rejilla donde me encontraba, calculando la forma de llegar hasta mí. Aquella mirada me hizo estremecer.
Además de fuerte era muy listo. Sus ojos escondían una inteligencia salvaje y despiadada.
Afortunadamente, tal y como yo había supuesto, el techo se encontraba demasiado alto para que pudiera alcanzarlo de un salto, así que vi como estudiaba los túneles que salían de la estancia, calculando cual le llevaría hasta mi posición arriba.
No necesitaba ver más. Corrí túnel abajo procurando que mis pisadas resonaran claramente en el suelo, de forma que él pudiera saber la dirección que yo había tomado. Efectivamente, gracias a la micro cámara que había colocado al otro extremo del túnel que discurría bajo mis pies, pude ver como entraba en ese pasadizo guiándose por el sonido de mis pisadas en el techo. Entonces retrocedí sobre mis pasos, pero esta vez sin hacer el menor ruido. Cuando llegué de nuevo al pequeño recinto sobre el laboratorio principal, abrí la trampilla del suelo y me descolgué silenciosamente hacia abajo mediante uno de los diminutos pero resistentes garfios que llevaba en mi cinturón. Gracias a la micro cámara del túnel inferior no perdía de vista al Eli, que seguía avanzando cautelosamente hacia la siguiente sala.
El cabrón era listo. Había advertido que mis pisadas ya no hacían ruido. Eso indicaba que o bien me había detenido, o que le estaba preparando alguna trampa. Justo antes de llegar al final del pasadizo se detuvo, tan cerca de la micro-cámara que yo había escondido allí que casi hubiera podido cogerla alargando la mano.
Esta vez avancé a sus espaldas desde la entrada del túnel. Desenfundé las dos pistolas de mis sobaqueras y comencé a dispararle. Los proyectiles eran de fragmentación. Tan solo una de esas balas hubiera tumbado a un elefante. El cabrón ni siquiera cayó al suelo. Se giró mientras recibía disparos por todo su cuerpo. La fuerza de los impactos le obligaban a retroceder paso a paso hacia la sala donde desembocaba el túnel. Intentó apuntarme con sus armas pero se lo impedí manteniendo el fuego sobre sus brazos y piernas, haciéndole titubear. El tipo debía tener la piel de un rinoceronte para resistir aquella lluvia de plomo.
-¡Cae cabrón! –grite con furia.
Finalmente no tuvo mas remedio que saltar fuera del túnel para salir del alcance de mis disparos.
-¡Te tengo hijo de puta! –dije mientras detonaba la microbomba térmica que había colocado en la sala. Un pequeño infierno autocontenido de fusión nuclear se desató en aquel lugar. Me protegí el rostro del tremendo calor que surgía del fondo del túnel. La temperatura subió varios miles de grados en un radio de diez metros, reduciendo a cenizas todo lo que se encontraba a su alcance. Ni siquiera el blindaje más potente podría resistir aquello.
Cuando el calor se disipó lo suficiente entré en el pequeño recinto. Los paneles metálicos que recubrían las paredes se habían fundido dejando ver el hormigón que había detrás. El calor seguía siendo sofocante. Junto a una esquina había un puñado de cenizas blanquecinas. Eran todo lo que quedaba del maldito Eliminador.
-Eso te enseñará a no subestimar a un Meta-Agente. –dije con rabia, dando una patada a las cenizas. Una nube de polvo blanco ascendió hasta el techo.
Regresé adonde se encontraba Linn. Estaba sentada sobre el suelo, en un extremo del reducido habitáculo, con la cabeza descansando sobre las rodillas.
Cuando oyó mis pasos se levanto de un salto sobresaltada.
-Jack ¡has vuelto! –su voz denotaba un alivio infinito. Sentí que realmente se alegraba de que siguiera vivo.
-claro, ¿que esperabas? yo también soy un tipo duro. –dije con una sonrisa. No se porque dije aquella tontería. Al instante me sentí como un gilipollas. ¿Trataba de impresionarla? lo cierto es que sentía un tremendo deseo de abrazarla y susurrarle que se encontraba a salvo.
Sin embargo, dije:
-Ahora larguémonos de aquí. Necesito aire fresco. Y todavía me debes muchas explicaciones.
Linn no dijo nada. Comenzó a caminar hacia la salida.
cinco
Cuando salimos al exterior agradecí el soplo de aire fresco. No es que tuviera claustrofobia ni nada de eso, pero una vez quede atrapado bajo los escombros de un edificio durante veinticuatro horas, y desde entonces le tengo mucho aprecio a los espacios abiertos.
Linn me miro con sus bonitos ojos verdes.
-¿y ahora que?
-Vamos a mi casa –dije. –allí podremos hablar.
Subimos los dos a mi moto y volamos por la autopista. Me gustó sentir su abrazo desde atrás. Durante el trayecto apoyó su cabeza en mi espalda. Sentí algo que no había sentido desde que la ilusión que había sido mi matrimonio se desvaneció.
Cuando llegamos a mi apartamento no había ni rastro del cuerpo de Tom. Los chicos como siempre habían hecho un buen trabajo.
-¿puedo usar tu ducha? –dijo Linn mientras se desabrochaba la camisa.
-Por supuesto. es aquella puerta. Mientras, prepararé algo de comer, no se tu pero yo estoy hambriento después de la carrera.
Linn me sonrió y entró en el baño. Su sonrisa me provocó de nuevo aquella enorme erección. Era una situación extraña. Después de la increíble historia que me había soltado, y después de habernos enfrentado con un tipo no menos increíble, llegábamos a casa como un viejo matrimonio, ella entrando en la ducha mientras yo preparaba la cena. No pude evitar sonreír para mis adentros. El sonido de la ducha me hizo dibujar en mi mente su cuerpo desnudo bajo el agua. Por unos instantes me permití fantasear con la idea de que realmente éramos un matrimonio normal, que acababa de regresar de nuestros trabajos normales, y que éramos felices.
Tan solo quise tener una vida. Una esposa. Una familia. Algo que consiguen fácilmente millones de personas. Nunca entendí porque todo me salió tan mal.
Preparé rápidamente unos espaguetis en el microondas. Cuando Linn salio del baño nos sentamos a comer en silencio. Yo me serví un gran vaso de whisky. Decidí saltarme la norma de no beber cuando trabajaba. Aquella no era una situación corriente.
-eso te va a acabar matando. –dijo Linn, aunque no había el menor tono de reproche en su voz.
-si esto no acaba conmigo, alguien más lo hará. Y francamente, prefiero esta forma de morir.
-tu mismo...
En otra vida, en un universo paralelo, podría haber sido mi esposa. Cuidando de mí, haciéndome feliz. Aparté esos pensamientos de mi cabeza. Debía concentrarme en el trabajo.
-Volvamos al punto de tu fantástica historia en el que nos habíamos quedado. Tu tuviste que matar al Profesor Fastworth porque supuestamente alguien se comunicó con el desde el futuro... –dije intentando retomar el hilo de nuestra conversación anterior.
-Así es. Para que entiendas porque tuve que hacerlo tengo que explicarte de donde vengo y que es lo que esta sucediendo realmente.
-Adelante...
-Como ya te he contado, los esfuerzos de Fastworth desencadenaron una serie de acontecimientos que condujeron a sentar las bases para la transmisión de información a través del tiempo. Eso ocurrirá dentro de treinta años para ti, ocurrió hace sesenta años desde el punto de vista de la época en la que yo nací. –hablaba despacio, pausadamente, como si contara un cuento a un niño.
-El siguiente múltiplo de c que se pudo alcanzar –continuó- permitía un desplazamiento temporal de alrededor de treinta años. El método no era muy preciso, la mayoría de intentos iniciales fracasaron, pero finalmente se contactó con el receptor de esta época, el que el profesor construyo en el CTH y mantenía activo. El resto, como suele decirse, es historia. Algunas personas poderosas y sin escrúpulos, colaborando con el Gobierno de este país, se hicieron con el control del Transmisor para utilizarlo en su propio beneficio. Lo tenían todo previsto. Habían comprendido las posibilidades que el uso del transmisor temporal ofrecía y no dudaron en usarlas. Pronto esas personas comenzaron a transmitir información estratégica a esta época: nuevas patentes tecnológicas desconocidas hasta ahora y que no deberían descubrirse hasta años después, movimientos financieros y operaciones de bolsa, tendencias económicos, cambios políticos... Puedes imaginar lo rápido que incrementaron su poder. En unas cuantas décadas consiguieron el control de facto de este país. Pero sus intenciones iban más allá. Pretendían eliminar el sistema democrático y establecer una autocracia, dictar nuevas leyes que abolieran los derechos individuales... En definitiva, querían construir una nueva sociedad, una sociedad... esclavizada. Su ambición no tenia limites. No se conformaban con lo que ya habían obtenido. Querían el Control total, el Poder total.
Linn hablaba como si recitara una lección aprendida en la escuela. Si estaba fingiendo, interpretaba a la perfección su papel. Aunque en aquel momento yo me inclinaba mas por pensar que estaba completamente loca.
Ella continuaba con su exposición:
-Sin embargo algunos no estuvieron de acuerdo con esos planes. Afortunadamente, no todos los políticos son corruptos, ni todos los hombres poderosos son personas sin escrúpulos. Algunos quisieron frustrar esos planes pero pronto fueron conscientes de que la única forma de luchar contra algo así era emplear sus propias armas. Así que desarrollaron en secreto otro transmisor y comenzaron a utilizarlo, aunque con fines más benignos. Pronto ambos grupos se encontraron inmersos en una guerra por el control de la historia y del tiempo, si bien las intenciones de cada parte era bien distinta. Para unos se trataba de trabajar por el bien de la humanidad, para otros de esclavizarla.
Linn había acabado de comer. Yo me había servido un segundo baso de whisky y ella también se sirvió otro mientras continuaba hablando.
-Durante muchos años, se produjo una batalla secreta en dos frentes, el físico, en el que cada bando intentaba encontrar y aniquilar al otro, y el de la información, intentando contrarrestar las acciones del contrario, previniendo y anticipando sus movimientos. El resultado fue un empate técnico, nadie se atrevía a tomar la iniciativa porque sabía que seria conocida automáticamente por la otra parte con tan solo leer la información almacenada en el transmisor treinta años antes.
Yo escuchaba atentamente. Había muchas cosas que no tenían sentido o que yo no alcanzaba a comprender, pero me mantuve en silencio.
-Cuando las cosas estaban en ese punto, sucedió algo que hizo inclinarse la balanza a favor del grupo de la resistencia, como les gustaba llamarse a si mismos. Lo que ocurrió fue que recibieron una comunicación desde el futuro, desde un instante de nuevo treinta años posterior. El mensaje provenía de su propia gente y se les comunicaba que había sido descubierta la forma de enviar a una persona atrás en el tiempo. Los viajes en el tiempo habían dejado de ser algo reservado únicamente para la información y habían pasado a ser una realidad para el ser humano.
Iba a preguntar algo pero Linn me hizo callar con un gesto de la mano.
-Esa época futura, dentro de setenta años, es mi época. yo vengo de allí. Pertenzco al equipo que siguió desarrollando las ecuaciones del profesor Fastworth y que descubrió como utilizar el haz de información para enviar a un ser humano al pasado.
Hizo una pausa para beber un sorbo de whisky. Yo me esforzaba por comprender sus palabras.
-Al igual que sucedía cuando se trataba de enviar flujos de información, estábamos limitados a realizar saltos temporales condicionados por la velocidad múltiplo c que podíamos alcanzar. Por eso, para llegar hasta aquí tuve que realizar dos saltos de treinta años cada uno. Utilice el segundo nodo temporal, el que se comunicó con Fastworth, como estación de tránsito para viajar hasta este momento...
-Y destruir todo el proyecto desde los comienzos...-por fin veía la lógica a la que se dirigía toda aquella locura.
-¡Exacto! Mi objetivo aquí era detener el trabajo de Fastworth, destruir toda la información relativa a su investigación y de esa forma eliminar el problema desde el origen. Por eso no tuve más remedio que matarle, antes de que hiciera público el mensaje que había recibido y lo que eso significaba.
-Veamos si lo he entendido –dije. Tomé una hoja de papel y dibujé una línea recta en ella. Luego tracé tres segmentos perpendiculares a la línea. –Ahora estamos en el año 2040, -escribí ese número junto al primer trazo. -y las personas que se pusieron en contacto con Fastworth y han estado intentando manipular la historia en su beneficio iniciarán sus planes dentro de treinta años, en el 2070. ¿Correcto? –escribí 2070 junto al siguiente segmento de la línea.
-Aproximadamente.
-Bien. Y luego, de nuevo treinta años después, en el 2100 –volví a apuntar el año junto al último segmento. -vosotros habéis conseguido contactar con la gente del 2070 y enviar a alguien, o sea a ti, hasta aquí, hasta el 2040, con el objetivo de detener todo el maldito lío desde el principio. –dibuje un arco que conectaba los tres segmentos entre si.
-Lo has resumido muy bien. –dijo la doctora Linn.
-De acuerdo. Aunque sigo sin entender muchas cosas. -hice un esfuerzo por comprender la absurda historia -Tenemos en juego tres épocas distintas, el momento actual, los venideros años 70 y los comienzos del próximo siglo.
Miré a Linn. Ella asintió con la mirada.
-Entonces no entiendo porque la cosa se detiene ahí. Quiero decir, ¿que esta ocurriendo en el año 2150 por ejemplo? ¿Por qué nadie más ha intentado comunicarse a su vez con vosotros? una vez puesto en marcha el tren del tiempo deberíamos recibir visitas de todas las estaciones ¿no? –lo dije de forma algo teatral, lo que despertó una sonrisa en Linn. O bien me estaba contagiando de su locura o estaba perdiendo la cabeza por aquella mujer.
-No te lo tomes a broma.-dijo frunciendo fingidamente el ceño. -lo que ocurre es perfectamente lógico y encaja dentro de lo que predicen las ecuaciones de Fastworth. El hecho de que no hayamos recibido una comunicación desde el futuro se debe a que la tecnología para viajar en el tiempo es algo que hasta ahora no se ha propagado más allá de mi época. Eso es porque estamos luchando por eliminarla, y nuestras acciones están surtiendo efecto. Ahora mismo las probabilidades de que existan los transmisores y alguien pueda utilizarlos más allá del año 2110 son muy bajas. Y eso significa que vamos ganando.
Touché. Lo tenía todo previsto. Aquello tenía cierto sentido aunque algo no encajaba del todo. Probé con un enfoque distinto.
-¿Y que ocurre con las paradojas? si una partícula llega a su destino antes de ser emitida, ¿que ocurre si finalmente decido no emitirla? si viajas en el tiempo y matas a tu padre, ¿como es posible entonces que hayas nacido para poder viajar en el tiempo y matar a tu padre?
-Jack, es importante que asumas -se puso seria. –que las paradojas aparecen porque la comprensión de los principios que rigen el funcionamiento del espacio-tiempo sobrepasan la capacidad de entendimiento de nuestras mentes. Nuestro cerebro opera siguiendo una cierta lógica lineal, utiliza relaciones causa-efecto para asimilar los datos que provienen del exterior, así que cualquier situación que escapa a esos principios que rigen nuestra lógica interna queda fuera de nuestro entendimiento. Pero eso no significa que el universo tenga que funcionar ‘realmente’ de una forma que nuestros esquemas de raciocinio admitan. El análisis científico y matemático nos ayuda a comprender mejor la realidad, aunque lo que obtenemos no siempre sea traducible a algo intuitivo para nosotros. ¿Puedes concebir un espacio de cinco, de diez dimensiones? Y sin embargo matemáticamente lo puedo describir con total normalidad. Eso no significa que esas dimensiones existan, pero tampoco el hecho de que no podamos concebirlas significa que no existen. Las paradojas son agujeros en nuestro entendimiento. Einstein cometió el error de pensar que las paradojas no tenían cabida en el comportamiento del universo, así que ajustó sus ecuaciones para que el espacio-tiempo resultante no las admitiera en su funcionamiento.
-Entiendo lo que quieres decir, pero aún así sigo sin ver como se resuelve el problema. Aunque racionalmente se me escape, ¿qué pasa si me encuentro con una paradoja? ¿Qué pasa si mato a mi padre antes de nacer? ¿Qué pasa si decido no emitir la partícula?
-Te daré una respuesta más intuitiva para eso. –Linn parecía divertida. Tuve la impresión de que ya se había planteado las mismas preguntas en algún momento de su vida, y había encontrado una respuesta satisfactoria, al menos para ella. –Estarás de acuerdo conmigo en que el espacio y el tiempo no son magnitudes absolutas, sino relativas, de tal forma que dependen totalmente del punto de vista del observador. Desde la lejana época de Einstein ya se admitía que para alguien que se desplazara a velocidades cercanas a las de la luz el tiempo transcurriría mas despacio que para los que se encontraran en el exterior. Unos meses de viaje equivaldrían a decenas de años para los que permanecieran en reposo. Ahora bien, ¿que ocurriría si el viaje se realizara a velocidades superiores a la luz? Einstein diría que eso es imposible. Pero nosotros acabamos de demostrar que no lo es. Así que mientras para nuestro supuesto viajero el tiempo seguiría transcurriendo de forma normal, en el exterior le verían desplazarse atrás en el tiempo. O mejor dicho no le verían porque en el momento que superara la velocidad de la luz pasaría a formar parte de su pasado.
-Acabas de crear una paradoja. Si se tratara del lanzamiento de un cohete espacial, los observadores verían la nave surcar el cielo antes de realizar el lanzamiento. ¿y si deciden entonces cancelarlo?
-No me has dejado acabar. La cuestión es si eso importa. En cualquier caso el viajero estaría retrocediendo en el tiempo, ¿no? Imagina que eres el personaje de una película grabada en tiempo real y alguien hace pasar la película hacia atrás. ¿Crees que notarias algo? ¿Crees que sentirías que todo transcurre al revés? La respuesta es que no. Aunque un espectador externo vería la película en sentido inverso, empezando por el final y avanzando hacia el principio, para el personaje que esta dentro de la película todo seguiría estando normal, en cada instante recordaría su pasado, lo que para el observador externo aún seria el futuro puesto que en la película aun no ha sido visto. Y de igual forma, nuestro personaje iría olvidando todos los sucesos ya vividos conforme sucedieran, de forma que para el seguirían siendo su futuro, aunque el espectador ya los haya visto y constituyan el pasado.
-Humm, veo lo que quieres decir. Se trata del punto de vista. Estas dentro o estas fuera de la película. Te mueves más rápido o más despacio que la luz.
-Exacto. Imagina que pudieras ver el mundo exterior desde la pantalla. Lo que tu verías es que fuera todo va marcha atrás. Pensarías que es el resto del universo el que no sigue la dirección correcta.
-pero eso no explica las paradojas.
-Las paradojas no tienen explicación por definición. Al igual que nunca podremos entender otros conceptos lógicos, como la idea del infinito o la existencia de mas de tres dimensiones. Pero con la ayuda de la física y las matemáticas podemos intentar dilucidar que es lo que hay detrás de todo eso. Si la partícula llega a su destino antes de ser emitida, intenta ponerte en su punto de vista: somos nosotros los que viajamos hacia atrás. Quizás somos nosotros los que no tenemos elección, quizás somos nosotros la película que va marcha atrás. Por otro lado, -dijo tras una breve pausa -tenemos los resultados de las ecuaciones de Fastworth que nos dicen que el tiempo avanza según determinadas posiciones, o utilizando un símil de la mecánica quántica, en quantos de tiempo. Quizás una vez fijados un estado inicial y final, hagamos lo que hagamos nunca podamos cambiarlo. Quizás por mucho que lo intentara, nunca podría encontrar a mi padre para matarlo.
Bueno, pensé, a mi me gustaría retroceder en el tiempo y encontrar a mi padre para pedirle disculpas. Seria bonito poder disponer de una segunda oportunidad, poder corregir ciertos errores. Susurrar en tu propio oído veinte años mas joven aquellas decisiones que nunca deberías haber tomado. Un corrector para toda una vida de fracasos.
-Calculo que en esta época debía de vivir tu abuelo. -dije bromeando. –podríamos buscarlo y liquidarlo. Así veríamos como se comporta tu universo ante eso...
Linn volvió a reír. Su risa era maravillosa. Fresca como el agua de mi infancia. Pensé que oyéndola reír no me importaría estar en una maldita película marcha atrás, siempre que ella estuviera allí retrocediendo conmigo.
Se sirvió otro trago de whisky. Yo la imité con otro vaso. Era el tercero que bebía aquella noche, ¿o quizás el cuarto? y empezaba a sentir los efectos. Mis sentidos se encontraban embotados. Allí, en la semioscuirdad de mi apartamento, con aquellos ojos verdes clavados en mí, sintiendo su cuerpo al otro lado de la mesa, mientras escuchaba aquellas extravagantes teorías sobre el tiempo experimenté una terrible sensación de irrealidad. Sentí que en cualquier momento podría despertar y Linn no sería nada más que el lejano recuerdo de un sueño.
Hice un esfuerzo por aferrarme a la realidad. El alcohol corría por mis venas. Cada vez sentía más su presencia física, el olor de su cuerpo, el aire que exhalaba al respirar. Cerré los ojos. Tan solo deseaba que su voz seductora continuara envolviéndome para siempre.
-Gracias por la cena. No estoy acostumbrada a beber, creo que ese whisky tuyo se me ha subido a la cabeza, no se como puedes tolerarlo.
Mientras hablaba dio un par de vueltas por la habitación para acabar saltando sobre el gran sillón que había en el centro del salón.
-es cuestión de entrenamiento, nada más. –dije.
Aún estaba asimilando todo lo que habíamos hablado aquella noche. La historia era de lo más inaudito y sin embargo algo me decía que todo era verdad. Quizás simplemente quería creerla. Si ella decía la verdad, por tremendamente complicado que fuera, teníamos una oportunidad juntos. Si no era mas que una pobre demente, o un agente a las ordenes de las potencias asiáticas, no tendría mas remedio que eliminarla.
-Te enviaron aquí para detener al profesor. Ya lo has hecho. Entonces ¿todo ha acabado? ¿Regresarás ahora a tu época?
-No, aún no he acabado. –dijo melosamente desde el sillón. -mi misión aquí consistía en ganarme la confianza de Fastworth para poder acceder a sus archivos y destruirlos, lo que pude hacer la noche que le maté. Aquella noche realicé una búsqueda en todas las bases de datos a las que tenía acceso desde la red del CTH, eliminando todos los datos que encontré referentes a las teorías del profesor. Probablemente aun quedaran bastantes copias en otros lugares, pero podemos encargarnos de eso mas tarde. Primero es necesario acabar con el transmisor, antes de que alguien más advierta que intentan comunicarse con nosotros desde el futuro.
-¿Y de esa forma cambiarás lo sucedido? ¿Desaparecerán los viajes en el tiempo? nadie intentara manipular la historia... ¿tu nunca vendrás aquí? –aunque traté de sonar indiferente, no pude evitar cierto tono patético en mi voz.
-De nuevo las paradojas...no le sé. Ahora mismo estamos viviendo una paradoja en directo, desde dentro. Nadie sabe como se va a comportar el espacio-tiempo ante esto. Pero pronto lo descubriremos...quizás desaparezca en cualquier instante...
Linn se había tumbado en el sofá. Desde donde yo estaba, sentado junto a la mesa, el respaldo me impedía verla. Sentí una punzada de pánico ante la idea de que pudiera desaparecer así, de repente, sin dejar rastro.
-No quiero que te vayas...-Dije en un susurro. No sé si llegó a oírme.
Me serví un nuevo vaso de whisky. Me levanté y fui hasta la ventana rodeando el sofá donde se encontraba Linn. Se había quedado dormida. Eran más de las cinco de la mañana. Había sido un día muy largo. Fuera solo había negrura. El pequeño bosque que se extendía frente a mi apartamento era una masa oscura e indistinguible. Ni siquiera podía ver la eterna lluvia gris. A lo lejos se divisaban las luces de la ciudad parpadeando como pequeñas luciérnagas. Me sentía vacío. Me sentía terriblemente solo. Me sentía como un pájaro enjaulado, con un incontenible deseo de volar pero atrapado en una urna de cristal. Intuyes que hay algo más ahí fuera, pero tan solo chocas con una pared invisible cuando intentas desplegar las alas.
Linn respiraba rítmicamente en su sueño. Dormida, su rostro era aún más hermoso.
-Si ella se quedara conmigo, sería feliz. –pensé. Al final, todo lo que necesitas es amor.
Una voz en mi cabeza me saco de mi ensismamiento. Era mi operador tratando de comunicarse conmigo. Fui hasta el dormitorio para hablar sin despertar a Linn y transferí la comunicación a la consola. Quería ver el rostro de Waits mientras hablábamos.
-Te escucho. –dije.
-Jack, ¿hay alguna novedad? Por algún motivo, el Consejo esta muy interesado en este asunto, necesito nuevos datos para el informe.
Me sentía como un idiota por lo que iba a decir, pero no tenía otra alternativa que contar lo que sabía hasta entonces, aunque pareciera una locura.
-Bien, he averiguado algunas cosas...bastantes sorprendentes...
Resumí a Waits más o menos lo que sabía hasta el momento sobre los trabajos del profesor Fastworth, así como mi conversación con Linn y el encuentro con el Eliminador. Omití el hecho de que ella se encontraba en mi apartamento en aquellos momentos.
-Comprendido. Informaré al Presidente. Permanece a la espera para recibir la siguiente instrucción.
Para mi sorpresa Waits no mostró el menor signo de asombro ante mi historia. Esperé en completo silencio. La habitación se encontraba a oscuras, iluminada tan solo por el tenue resplandor que surgía de la holopantalla. Casi podía escuchar desde allí la respiración de Linn en el salón. Al cabo de unos minutos la voz surgió de nuevo en mi cabeza.
-Jack, el caso acaba de pasar a nivel Cero. –aquel era el estado máximo de alerta en el UMA -El objetivo prioritario es el siguiente: proteger el laboratorio y el Transmisor. Estamos autorizados a utilizar todos los recursos disponibles para el operativo de defensa ante amenazas adicionales. Un grupo de Meta-Agentes se hará cargo de la seguridad del CTH para repeler posibles ataques eventuales. Jack, esta es tu nueva instrucción personal: debes encontrar y eliminar a la doctora Linn. Repito, encontrar y eliminar a la doctora Linn. La instrucción no requiere información adicional. La instrucción debe finalizarse en un plazo temporal de diez horas. ¿Entendido?
-Entendido. –dije con una voz neutra. Corté la comunicación.
-Te acaban de pedir que me mates ¿verdad? –Linn había entrado en la habitación sin que yo lo percibiera. Debió leer en mi expresión lo que acababan de ordenarme. Le dije la verdad.
-¿Y lo harás?
Permanecí en silencio.
-Ellos...los que intentan manipular la historia, nuestros enemigos, algunas personas de tu Gobierno también forman parte de ello...
-¿Por qué tengo que creerte? –dije sin poder contener mi irritación.-hasta ahora, de lo único de lo que puedo estar seguro es de que tu has matado a un científico inocente.
-Jack, debes creerme. De donde vengo...alguien me dijo que confiara en ti. Que tú me ayudarías...aunque creo que se equivocó.
Salió de la habitación. Por primera vez en todos mis años de servicio estaba confundido respecto a mis objetivos. Lo que el operador me había ordenado era totalmente lógico y razonable dadas las circunstancias. En cambio la historia de Linn era una fantasía absurda. Y sin embargo quería creerla. Por fin, dejé de resistirme al sentimiento que trataba de inundarme desde la mañana, desde que la conocí. Me había enamorado de Linn. Había sido fulgurante. Aunque hasta ese momento me había negado a admitirlo, desde que la vi por primera vez supe que ella era mi felicidad.
Pero si no quería acabar con lo que quedaba de mi patética vida, tendría que matarla.
Cuando empezaba a notar como una terrible ansiedad se adueñaba de mi, una luz parpadeante en mi consola me indicó que había recibido un mensaje urgente. De mala gana abrí el correo para leerlo. El mensaje se encontraba en mi buzón privado, lo cual ya era extraño porque apenas nadie conocía aquella dirección que mantenía reservada para ocasiones muy especiales. El mensaje estaba encriptado, salvo la cabecera que decía así:
“500 dígitos en tu cabeza para leer mis pensamientos”
¿Se refería a que el mensaje estaba encriptado con mi clave personal? Era imposible. Solo yo la conocía. Usaba esa clave para encriptar los datos en mi disco duro. El algoritmo que utilizaba para el encriptado era el más robusto conocido, en veinte años de vigencia nadie había conseguido romperlo nunca. Así que debía de tratarse de alguna estúpida broma, era imposible que aquel mensaje estuviera encriptado con mi propia clave. Sin embargo me encontraba en tal estado de excitación que casi por reflejo, sin darme cuenta de lo que hacia, lancé el código de desencriptado y tecleé la clave de quinientos dígitos que mantenía memorizada. Para mi asombro, en la holopantalla surgió el siguiente texto:
“Hola Jack. Soy un viejo amigo. En estos momentos estás desorientado. Tienes muchas preguntas y yo tengo algunas respuestas. Reúnete conmigo en el DurdenClub dentro de una hora.”
Cuando salí del dormitorio Linn ya se había ido. No importaba. Ya la buscaría más tarde. Estaba terriblemente cabreado y el hijo de perra que había pirateado mi clave personal me había dado una excusa para desahogarme. Iría a encontrarme con el y le haría arrepentirse de su atrevimiento.
cuatro
El DurdenClub era el peor antro de la ciudad, y probablemente de todo el maldito país. Se trataba de un Club donde acudía toda clase de gentuza para hacer negocios y divertirse. Allí podías encontrar cualquier clase de traficante, drogas y armas, productos químicos, órganos, y en general todo aquello cuya venta fuera ilegal. Entre la clientela habitual también había proxenetas, asesinos a sueldo, la mafia y sus sicarios, o cualquier chiflado que no tuviera ningún apego a su vida y fuera en busca de algún negocio sucio. Solía ir allí a ahogar mis penas en alcohol los primeros años después de mi divorcio, después de la transformación a Meta-Agente. Elegí aquel sitio porque en aquella época el alcohol me hacia reaccionar de forma bastante violenta. Cualquier excusa era valida para empezar una pelea. Con mi fuerza y descontrolado bajo los efectos del alcohol, la mayoría de mis contrincantes solían acabar en la morgue, así que aquel era el sitio ideal para emborracharme. Tenía la tranquilidad de que por cada cabeza que partiera estaría haciendo un favor al mundo. Podía despacharme a gusto con la conciencia tranquila. Además los cadáveres desaparecían y nadie hacia preguntas. Después de un par de años de ir allí, mi furia se fue aplacando hasta que finalmente me bastó con emborracharme en la soledad de mi apartamento.
Desde el exterior parecía una enorme fábrica abandonada en mitad de la nada. Un par de focos apuntando al rótulo del establecimiento, un gastado DurdenClub pintado en letras rojas, eran la única iluminación. El local se encontraba en medio de una gran explanada en la que ardían cientos de hogueras alrededor de las cuales se amontonaban los vagabundos en busca de algo de calor. Entre la penumbra, por todas partes podían distinguirse cuerpos tirados por el suelo, la mayoría pertenecientes a borrachos y pordioseros, algunos probablemente muertos hacía ya varios días. Como siempre, junto al edificio se encontraban aparcadas en una fúnebre hilera decenas de negras limusinas pertenecientes a los capos de la mafia. Junto a estas, en otra hilera se amontonaban las motocicletas de todo tipo, el transporte preferido por los matones a sueldo. También estaban los que optaban por los gigantescos todoterrenos blindados de enormes ruedas, capaces de atravesar un edificio de extremo a extremo, los favoritos de los traficantes. Siempre me había parecido gracioso el hecho de que cada estrato criminal tuviera su propia clase de vehículo. Una especie de corporativismo delictivo.
Avancé hasta la entrada en la que había un tipo enorme flanqueado por otros dos gorilas. Probablemente entre los tres superaban los quinientos kilos de inútil carne. El montón del centro levantó su brazo cuando me aproximé, y dijo:
-¡No des un paso más hijodeputa si no quieres que sea lo último que hagas! ¿donde crees que vas pedazo de mierda?
-Parece que eres nuevo aquí ¿verdad? –dije tranquilamente. –Será mejor que te quites del medio si no quieres que te arranque tus apestosos brazos y se los meta por el culo a tus amiguitos. Dile al dueño de este antro que si necesita que le recuerde el trato al que llegamos hace unos años. Por si se le ha olvidado, te lo repetiré ahora: yo le permitía seguir viviendo y el mantenía mi mesa siempre libre para mi. Me llamo Jack Friks.
Al oír el nombre el matón dudó. Retrocedió unos pasos y mantuvo una breve conversación por el microtransmisor que llevaba enganchado en la oreja. Hacia ya casi diez años, cuando comencé a ir a aquel Club y cada noche terminaba con una tremenda bronca que se saldaba con una docena de muertos, intentaron prohibirme la entrada. Una noche, más de treinta tipos me esperaban en la puerta dispuestos a disuadirme para siempre de mi hábito por la bebida. El hecho de estar aún sobrio probablemente hizo que alguno de ellos viviera para contarlo. Luego busqué al dueño en el interior y le hice tragarse, literalmente, una de las barras de hierro con las que me habían recibido. A la noche siguiente, el nuevo dueño salió a recibirme en persona. Fue muy amable. Me prometió que siempre mantendrían libre para mi la mesa que yo solía ocupar y que, por supuesto, todo lo que consumiera a partir de entonces sería gratis. Agradecí el gesto dejándole vivir. Si algo he aprendido en mis años como policía es que de nada sirve aplastar a un gusano, siempre surgirá otro del estiércol para reemplazarle.
-Perdone Señor – me dijo la montaña de músculos después escuchar algunas palabras por el transmisor –no le habíamos reconocido. Puede usted entrar.
El tío casi me hace una reverencia al pasar por su lado. Un tipo listo. En el interior todo seguía tal y como lo recordaba. En el centro del recinto, bajo unos potentes focos que colgaban del techo, había un escenario circular de unos cinco metros de diámetro sobre el que se desarrollaban ininterrumpidamente todo tipo de espectáculos sexuales, si a aquello se le podía aplicar el calificativo de espectáculo. Strepteases, números porno, orgías, sado...con todas las combinaciones posibles de género y número se sucedían sin descanso sobre aquel escenario. Rodeándolo había una barra detrás de la cual unos camareros malencarados servían copas a los degenerados que se apelotonaban al otro lado. El resto del sitio estaba formado por una serie de compartimentos de mayor o menor tamaño, con lujosos asientos y mesas formando una especie de reservados. Desde todos ellos se podía divisar el espectáculo aunque normalmente nadie miraba. Los tipos que allí se sentaban solían llevar su propia compañía, y cuando no estaban cerrando algún negocio sucio, pasaban el tiempo bebiendo, drogándose y metiendo mano a las zorras que les acompañaban. Las mesas mas alejadas del centro estaban reservadas para la gente VIP. Claro que los tipos realmente poderosos no acudían a aquel tugurio, pero a los lugartenientes y segundones les gustaba hacer ostentación de su posición, paseándose por allí con sus matones y sus zorras de lujo. Mi mesa favorita, la mesa que yo siempre ocupaba, era la más alejada del centro, al fondo del local. Para poder sentarme allí la primera noche tuve que liquidar al capo de la mafia y a la cuadrilla de sicarios que la ocupaban. Las dos noches siguientes, antes de poder empezar a emborracharme en paz, tuve que liquidar al resto de la banda que se empeñaba en reclamar venganza. La mafia es el género criminal que más me divierte. Son tan asesinos e hijosdeputa sin escrúpulos como el que mas, pero se empeñan en conservar su estupido código de honor.
Me dirigí a mi mesa. Estaba vacía. No estaba seguro de si la mantenían todavía libre, después de todos los años que habían pasado desde mi última visita, o simplemente se trataba de una casualidad. Me senté y llamé con un gesto a una de las camareras que se acercó veloz hasta mi deslizándose sobre sus patines. Pedí un whisky. En el escenario dos negrazos penetraban a una quinceañera que parecía estar disfrutando de lo lindo. La música seguía siendo agradable. A pesar de toda la degeneración de aquel lugar, quien fuera que programaba la música tenia buen gusto. La camarera regreso en pocos segundos con mi whisky sobre una bandejita y una gran sonrisa en la cara.
-Gracias –dije devolviéndole la sonrisa. La otra cosa, aparte de la música, que estaba fuera de lugar en aquel antro eran las camareras. Jovencitas de apariencia educada, con cuerpos increíbles, iban de aquí para allá semidesnudas, deslizándose eficientemente sobre sus patines sin que nadie se atreviera a molestarlas. Uno no podía evitar preguntarse como una joven así podía solicitar trabajo en semejante lugar.
Mientras bebía mi whisky, pensando que hacer a continuación, note como el tío que se sentaba en el reservado de enfrente tenia su vista clavada en mi. A pesar de la oscuridad que había en aquella parte del local pude distinguir que se trataba de un anciano con más pinta de pordiosero que de alguien lo bastante importante como para haber podido conseguir aquella mesa. Me pregunte como se habría colado allí. El viejo no me quitaba la vista de encima. Desvié la mirada hacia el espectáculo. Ahora había entrado en escena una tía vestida de cuero que azotaba a los negros y a la quinceañera con un látigo. Fustigados por los latigazos, los negrazos aceleraron aun mas si cabe el ritmo de sus caderas mientras la jovencita apretaba los ojos, no se si de dolor o de placer.
Noté que alguien se aproximaba a mi mesa. Era el pordiosero que me había estado observando desde la mesa de enfrente. Se sentó.
-Amigo, largo de aquí. Estoy esperando a alguien. –dije tratando de resultar intimidante.
-Oh vamos, no irás a negar un poco de compañía a un pobre viejo como yo...
-Largo. – dije mientras pude observar algo mejor el rostro del anciano. Estaba surcado de arrugas y cicatrices, algunas muy antiguas y otras de apariencia mas reciente, superponiéndose unas sobre otras. No tenía ni un solo pelo en la cabeza, aunque mantenía en cambio una poblada barba. Pero lo más llamativo de su rostro era que tan solo poseía un ojo. había una terrible hendidura donde debía encontrarse su ojo derecho. El ojo que conservaba me miraba con extraña intensidad, con una mirada salvaje, más propia de un joven que de la vieja ruina que tenia ante mi. Sentí algo de curiosidad por aquel insólito hombre.
-¿Esperas compañía? ¿Alguna jovencita cachonda? –el viejo me guiñó su único ojo con una media sonrisa que dejó ver que le faltaba la mitad de la dentadura. –Vamos amigo, invítame a una copa mientras llega tu amiguita.
-¿que bebes? –no se porque no le hice largarse. Si el viejo estaba allí, a pesar de su aspecto lastimoso no debía de ser trigo limpio. Hace algunos años le hubiera hecho tragar los dientes que le quedaban sin inmutarme. Sin embargo, mis días salvajes habían quedado atrás, así que pensé que invitándole a su copa me dejaría en paz.
-whisky. Doble. Sin hielo. –me sonreía con su boca desdentada. Su mirada era penetrante, reflejaba cierto asombro, como si observara alguna maravilla en la que no hubiera creído hasta verla con sus propios ojos. Cuando le sirvieron el whisky lo bebió de un único y largo trago.
Yo me pregunté que demonios estaba haciendo allí. Ni siquiera sabia a quien estaba esperando. Quienquiera que me hubiera enviado el mensaje, quizás no se atrevería a enfrentarme cara a cara, tal vez se trataba de un hacker chiflado que había dado con mi clave por casualidad y trataba de tomarme el pelo. “Tienes muchas preguntas y yo tengo algunas respuestas.” Aunque sabia que era una locura, en mi fuero interno esperaba que alguien me diera una razón para no tener que matar a la doctora Linn.
-¿Las mujeres verdad? –dijo el viejo -Lo veo en tu mirada...esa mirada desesperada –parecía que no se conformaría con una sola copa. Pedí dos whiskys mas. Yo también necesitaba otro. –te vuelves loco si no las tienes –continuó -y cuando consigues una, te vuelves loco pensando como conservarla. Nunca sabes que es lo que quieren ¿verdad? ¡Ah! amigo. Todas las cicatrices que ves en mi cara fueron causadas por viejas heridas, algunas no tan viejas, pero todas juntas no me dolieron lo que una sola herida del corazón. –se llevo la mano al pecho solemnemente. -Si...después de todos estos años...hay cicatrices que aun persisten. Algunas se iran conmigo a la tumba.
bebió el segundo whisky de nuevo de un solo trago y continúo hablando.
-El problema con las mujeres es saber distinguir a las zorras del resto. El problema con las zorras es que a veces ni siquiera ellas mismas saben que lo son. Con las zorras es más fácil, si sabes reconocerlas. Ellas probablemente lo desconocen, pero lo único que necesitan es un buen pollazo, dales treinta centímetros de carne entre las piernas y comerán en tu mano. Si te enamoras de una zorra y sabes reconocer que lo es, entonces todo irá sobre ruedas. Si no lo sabes, entonces tienes un problema. Te volverás loco intentando adivinar como mantenerla contigo, y ella acabara destruyéndote. Hace mucho tiempo yo estuve casado con una. Entonces era joven e inexperto y no supe verlo. Me lo hizo pasar mal, pero ahora ya lo he olvidado. Conocí otras mujeres, mujeres buenas que me hicieron recuperar la fe en la vida. Aunque ninguna consiguió apartarme de mis dos aficiones favoritas, la masturbación y el whisky.
El tío estaba realmente chiflado. Sonreía en una horrible mueca dejando ver su boca desdentada. Le pedí otra copa con la esperanza de que cayera borracho y le pudiera echar de allí sin hacerle daño. En cambio siguió hablando:
-¿Que ha sido de tu vida hijo? Todos esos sueños, todos esos proyectos que tenias cuando eras joven, ¿que ha sido de ellos? ¿Porque los abandonaste? ¿Por que no seguiste adelante con lo que querías realmente? Veo en tu mirada que te encuentras perdido. Seguiste el camino equivocado y ahora no sabes como continuar. Quisiste vivir una vida que no era para ti, creías saberlo todo, creías que podrías con todos, ¡ja! Pedazo de gilipollas. Solo has cometido equivocaciones, y la que mas te duele es haber tratado a tu padre como lo hiciste...
-¡Como sabes eso maldito chiflado! –deposite con fuerza sobre la mesa el vaso que sostenía en mi mano, que estalló en pedazos.
-Eso es amigo, descarga tu ira contra un pobre viejo indefenso...
Aquel tipo estaba empezando a ponerme nervioso. No me gustaban sus palabras y estaba dispuesto a acabar con aquello, por las buenas o por las malas. Le agarre por las solapas del asqueroso abrigo que llevaba puesto.
-No quiero hacerte daño, pero piérdete si no quieres que este haya sido tu ultimo trago. –dije amenazante.
El viejo permanecía tranquilo. sonreía.
-Era mas estupido de lo que recordaba. Es curioso como nos sobrevaloramos constantemente, nunca somos conscientes de nuestras verdaderas capacidades. Yo te recordaba, me recordaba, mucho más inteligente, mas apuesto, mas guapo... ¡que gran decepción! ¿Aun no sabes quien soy? ¿No me has reconocido? –la mirada de su único ojo me atravesó.
Sentí que perdía el contacto con la realidad. Por unos instantes todo dio vueltas a mi alrededor. Miré aquel rostro vetusto sin poder decir nada. Bajo aquella piel arrugada, bajo aquellas cicatrices...aquella mirada...
-No puede ser, no puedes ser tú.
-Si. –dijo el anciano. –Soy yo, es decir, soy tú.
-Pero...pero ¿como es posible? Dios mío, debo estar mas borracho de lo que creía. O me he vuelto definitivamente loco. Esto no puede estar pasando...
-No estas loco, aunque empiezo a pensar que si algo idiota. Veamos, si no recuerdo mal no han pasado ni dos horas desde que Jane te ha contado lo que esta sucediendo, de donde viene y como funciona todo esto. –trazó un circulo en el aire con las manos.
-¿Jane?
-Si, Jane, ¡la doctora Linn, pedazo de estupido! Ahora entiendo todos mis achaques, de joven fui un completo idiota.
-Pero...entonces era verdad, todo lo que me contó...los viajes en el tiempo...-Sentí una mezcla de alegría y pánico. Estaba casi convencido de que, por algún motivo, me había vuelto completamente loco, pero dentro de mi locura, estaba seguro de que el viejo que tenia delante de mi era yo mismo. De eso no tenia la menor duda.
-Si. Todo es tal y como ella te explico. Veras, Jack, -el anciano abandonó el tono sarcástico que había mantenido hasta entonces -la humanidad se enfrenta a la amenaza más terrible de toda su historia. Algunas personas han trazado planes para esclavizar al ser humano. Planean convertirnos en servidores, mano de obra sumisa bajo el yugo de unos cuantos tiranos sin escrúpulos. Una nueva era de dominación y terror se avecina. Y para conseguirlo, poseen el arma más poderosa que jamás ingenió el ser humano: ¡el control del tiempo! Yo he pasado mi vida luchando contra ellos, y después de mi otros han continuado la lucha, como Jane, tu doctora Linn. Hasta ahora, que nosotros sepamos, hemos conseguido frustrar sus planes, y el futuro aun sigue abierto a todas las posibilidades. La tecnología que hace posible el control del tiempo no se ha extendido más allá de principios del próximo siglo. Eso nos da ciertas esperanzas. Pero el enemigo es poderoso. Se trata de personas del Gobierno de este país, de las grandes corporaciones, de las más poderosas organizaciones criminales. Esas personas manejan los hilos para enriquecerse cada vez mas, su ambición no tiene límites. Se trata de auténticos psicópatas. No pararan hasta que el mundo entero se encuentre a sus pies.
En aquel momento apenas entendí una palabra de lo que me dijo. Estaba conmocionado. No podía apartar mis ojos de su rostro. ¿Como no me había dado cuenta antes? ¡Era yo! Un yo envejecido, probablemente al borde de la muerte, y sin embargo ahí estaba, no cabía la menor duda.
-Pero... ¿como es posible? –dije sin salir de mi asombro. –No entiendo como...
-¿Qué es lo que no entiendes maldito inútil? ¿No te explico Jane en lo que estaba trabajando, lo de la velocidad de la luz y todo eso?
Intente tranquilizarme, si aquello era real tenia que entender como era posible que estuviera sucediendo.
-La doctora Linn...Jane, me habló sobre la posibilidad de superar la velocidad de la luz, que todo dependía de la velocidad relativa y de la perspectiva. Pero aun así... ¿como es posible? Quiero decir...no entiendo como pueden coexistir varias épocas simultáneamente, varios instantes de tiempo. Para mi, el pasado ya no existe como algo real, aunque las malditas ecuaciones digan que es posible retroceder en el tiempo...-mis ideas se agolpaban en mi mente, me costaba pensar con claridad -todo ha cambiado ¡ya no existe ningún pasado al que retroceder!
-¿Te quedan suficientes neuronas para recordar los fundamentos de la mecánica quántica...? –dijo el viejo con impaciencia. -Supongo que si, y también supongo que recordaras como nos preguntábamos, en aquellos lejanos años de nuestra adolescencia, como era posible que siendo el universo a nivel de partículas caótico y aleatorio, existiendo infinitas posibilidades y combinaciones a nivel subatómico, el mundo resultante que nosotros percibimos resulta en cambio ordenado y predecible.
Hice un esfuerzo por recordar. Todo aquello no habían sido mas que extravagantes ideas de mi juventud. Hacia tiempo que todos esos pensamientos habían quedado atrás.
-Según la mecánica quántica, -comenzó a explicar mi viejo yo -el universo debería ser un caos donde todos los estados posibles de la materia coexistieran sin interferir entre ellos, con infinitas combinaciones posibles. Infinito. ese es otro concepto que no puede ser asimilado por la mente humana...
Pedí mas whisky. Esta vez una botella entera. Lo iba a necesitar. Comenzaba a sentirme como si estuviera dentro de una novela de Greg Egan.
-Entonces, ¿por que el mundo nos parece estable, predecible? –dije.
-Eso es algo que comenzaremos a comprender dentro de unos cincuenta años, en la época de la que proviene Jane, aunque si lo piensas la respuesta es sencilla. Es nuestra mente la que ordena el Caos. Nuestro cerebro, de todas las infinitas posibilidades simultaneas que el universo nos ofrece, solo es capaz de asimilar una y solo una. Filtramos la realidad, o mejor dicho, la realidad es tal y como la vemos porque somos incapaces de ver algo distinto. Hay algunos insectos que solo conciben dos dimensiones, sus pequeños cerebros no pueden entender que exista un infinito espacio sobre sus cabezas. Y sin embargo existe. Nosotros, el ser humano, no somos más que insectos en el Cosmos. Ahí fuera hay mucho mas de lo que nunca seremos capaces siquiera de imaginar.
Guardo silencio. Yo también permanecí sin decir nada, meditando.
-¿Y que papel juega el Tiempo en todo esto? –dije al cabo de unos minutos, aunque comenzaba a vislumbrar lo que mi viejo yo estaba tratando de hacerme comprender.
-Lo que nosotros consideramos como el transcurrir del tiempo no es más que algo subjetivo, relativo. Un producto más de nuestra mente. Realmente no percibimos una imagen inmóvil, sino que nuestra realidad va cambiando con cada instante de tiempo, lo que interiormente traducimos como un avance en la línea temporal. Es como si viéramos una película formada por fotogramas estáticos, uno detrás de otro. Creemos que estamos viendo algo en movimiento pero realmente todos los fotogramas existen ya de forma simultánea, solo que los vemos de uno en uno. Cada fotograma es nuestro filtro del Caos en un instante determinado.
Orden y Caos pensé. Todas las cosmogonías primitivas, desde los griegos a los antiguos chinos, señalaban al Caos como el origen del mundo. En aquellas primitivas historias alguien, un supuesto dios, ordenaba el caos y eso daba lugar a la creación del mundo. Todo eso siempre había estado delante de nuestras narices pero, si lo que estaba escuchando era cierto, y tenía que serlo, nunca habíamos comprendido su verdadero significado.
-Nuestra mente percibe el universo según unas ciertas reglas, -continuaba diciendo mi viejo yo –se mueve a través de ciertas imágenes determinadas, imágenes que producen una sensación de continuidad, que tienen un cierto sentido entre si, que aparentan una serie de leyes, como la ley de la causa-efecto. En realidad, las leyes de la física, las leyes que llevamos siglos tratando de descubrir no son mas que las leyes que rigen nuestra mente.
No tenía más remedio que creer sus palabras. Su propia presencia allí era la prueba de que lo que decía era verdad
-así que estamos sincronizados con un cierto estado del universo. –dije. -Pero ¿por que?
-Bueno, esa pregunta no tiene respuesta. Aunque la explicación mas simple, y probablemente la correcta, es porque de otro modo no estaríamos aquí para preguntárnoslo. Somos lo que somos, porque sí, y no tiene sentido el preguntarse por que no somos algo distinto. Puedo imaginar un ser diferente, por ejemplo, capaz de asimilar un determinado numero de estados simultáneos pero no cambiantes. Sería una especie de ser estático, para el que no existiría el tiempo como algo perceptible. Su Realidad, el mundo en el que el se desenvolvería seria muy distinto del nuestro, pero el también se preguntaría el por que el universo es así y no de otra forma. La respuesta es que no hay un por que, hay un como. Por algún motivo, sentimos el mundo que nos rodea de una forma concreta que nos hace plantearnos determinadas cuestiones. Estamos aquí porque somos lo que somos. Ser y estar son el mismo concepto...
No hay un por qué, hay un como.
-Y supongo que todas las mentes humanas deben encontrarse sincronizadas de forma idéntica, de forma que todas experimenten la misma realidad.
-¡Bien! Me alegra comprobar que no eres tan tonto como me había parecido al principio. Exacto, si no fuera así estaríamos aislados, no podríamos interactuar entre nosotros. Cada uno vería su propia realidad distinta a la de los demás...-el anciano escruto nuestro alrededor con su único ojo. Se sirvió un nuevo trago. -En cierto sentido a veces ocurre en mayor o menor medida. A veces nuestros cerebros sufren una perdida del sincronismo durante unos instantes y percibimos cosas extrañas, sin sentido. Suele ocurrir en el transito entre la vigilia y el sueño. Incluso hay personas que encontrándose despiertas, en determinadas situaciones alcanzan a ver mas de un estado simultaneo, algo así como ver varias imágenes superpuestas pero ligeramente desfasadas entre sí. Hay miles de ejemplos en la historia de que eso ocurre. Las interpretaciones han sido muy diversas, unos dicen que han visto el mas allá, para otros se trata de una dimensión paralela, hay quien asegura haber visto fantasmas...Ahora sabemos que no son mas que fallos de nuestra percepción, aunque todo eso realmente existe, eso y mucho mas…
Guardó silencio, tuve la impresión de que sabia más de lo que me estaba revelando en aquel momento.
-así que los videntes, los psíquicos y las personas que pueden ver el futuro, lo que hacen realmente es mirar unos cuantos fotogramas más delante de nosotros.
-¡Eso es! –dejo ver una sonrisa desdentada de satisfacción. –Ocurre igual con personas que recuerdan vidas anteriores o hechos históricos del pasado. Simplemente han desincronizado sus percepciones respecto a la línea de tiempo que todos seguimos.
-Así que en lo que tu época han conseguido, es romper el sincronismo de una persona y re-sincronizarla con otro estado correspondiente a un momento anterior, lo que en la practica se traduce como un viaje en el tiempo...
-Así es. En realidad todo el proceso es muy complejo, no soy un técnico, así que desconozco la mayoría de los detalles. Tan solo se que seguimos dependiendo de un canal de información abierto entre dos nodos temporales, de tal forma que utilizamos ese canal para sincronizar a alguien con el nodo anterior. El consumo de energía necesario para mantener el canal abierto sigue siendo muy grande como para abrir dos canales simultáneos y tampoco hemos averiguado aun como aprovechar un único canal para enviar a más de una persona a la vez...
-así que Linn ha regresado...
-Si, pero volverá. Cuando yo me marche.
-también estaba ese tipo, el Eliminador. El y Linn se encontraban aquí simultáneamente...
-Si. Eso fue un imprevisto para nosotros. Antes de enviar a Jane, ellos aún no habían descubierto la forma de hacerlo. Supongo que de alguna forma finalmente lo han logrado y han utilizado su propio canal para enviar a esa bestia aquí. Me temo que cuando descubran que ha muerto enviaran a otro en su lugar.
El viejo parecía intranquilo ante esa perspectiva. Eso hizo que me preocupara. Si el no recordaba haberse enfrentado a un Eliminador, significaba que en su realidad ninguno de ellos había sido enviado al pasado. Debíamos haber hecho algo que ya había alterado de alguna forma el futuro, y ese cambio no nos beneficiaba en absoluto.
-Hay algo mas que debes saber –dijo el anciano -una de las características de la desincronización es que solo afecta a seres orgánicos, a unidades biológicas. no podemos, o no sabemos como desincronizar algo inorgánico. Por ejemplo, si te enviáramos a ti atrás en el tiempo, el recubrimiento de tu esqueleto, todas las protecciones de tus órganos vitales, las nanomaquinas de tu interior, las fibras musculares sintéticas y toda la microelectrónica que llevas implantada se quedaría atrás como un montón de chatarra.
-¡Dios santo! –exclamé. Si eso era cierto...Me recorrió un estremecimiento -¿Has renunciado a todo eso para venir a hablar conmigo?
-No es para tanto, -dijo el anciano con cierta tristeza. –Ahora soy un viejo, ya no necesito toda esa mierda de protección. Estaba prolongando mi vida de forma artificial...quería volver a sentirme como un ser humano...
había cometido tantos excesos todos estos años a sabiendas de que la química alterada de mi organismo podría resistirlo sin problemas. No podía ni imaginar lo que sucedería si de pronto todo el sistema artificial de mi cuerpo desapareciera. Pero el lo había hecho.
-No es tan malo volver a sentir el peso de la gravedad, volver a sentir el dolor...
Todo ese dolor...Sin embargo no era el momento para pensar en aquello. Aun había muchas cuestiones que debía aclarar.
-Pero, si no es posible transportar objetos inorgánicos, la pistola de Linn... ¿como pudo traerla?
-Piensalo por ti mismo. Trabajó durante cinco años en el CTH...
-Entiendo. así que la tecnología es de su época, pero la construyó a escondidas en el Centro Tecnológico utilizando los medios que allí tenia a su alcance.
-Exacto.
-Entonces, todas sus capacidades extraordinarias, y las del Eliminador, ¿son genéticas? ¿Totalmente orgánicas?
-Si, hace tiempo que dejaron atrás las barbaridades que nos hicieron a nosotros. En su época los Meta-Agentes, o su equivalente biónico lo son de nacimiento. Su madre se ofreció voluntaria para el programa de modificación genética. Ella...estuvo muy involucrada en la resistencia. Quiso ser de las primeras en tener un hijo biónico. –Note un terrible halo de tristeza en su voz que estuvo a punto de quebrarse por la emoción. Sin embargo se repuso rápidamente.
-Pero ella es totalmente humana, si eso te preocupa. Carne y sangre. Solo que algo mejorado respecto a una mujer normal. –me guiñó su único ojo.
-Entonces ¿por que has venido?
-Porque tenía que convencerte. Sabia que si no me veías con tus propios ojos no creerías la historia de Jane. Tu operador probablemente cumple ordenes, pero el Presidente esta al tanto de todo, es una de las personas que formó parte del grupo original que puso en marcha el proyecto. Ordenará que te maten, a ti y a Jane. Os perseguirán. Pero debes ser mas listo que ellos, se que tu lo eres. Se que tu puedes hacerlo. Debes proteger a Jane por encima de todo, ¿entiendes Jack? Debes protegerla.
De nuevo aquel eco de tristeza en su voz. Extendió su mano para alargarme un trozo de papel. Había escrita una dirección.
-¿Ella esta en peligro? –dije.
-No puedo decirte más. Eso es todo lo que necesitas saber...por el momento. –se levanto e hizo una seña a unos tipos que se encontraban en un reservado próximo a nosotros. Varios gorilas se levantaron y se dirigieron a nuestra mesa.
-¡Espera! No puedes irte ya. Tenemos que hablar, necesito saber más cosas sobre ti, sobre mí...
Cuando intente sujetarle por el brazo para retenerle, uno de los matones me agarró por el cuello.
-Yo me encargare de esta mierdecilla solo –dijo el tipo –No entiendo para que nos han pagado a tantos para...
Cayó al suelo con el cuello roto. Antes de que pudiera evitarlo, una docena de tipos se abalanzaron sobre mí. Detuve al primero con una patada en la boca. Aplasté la cara de otros dos con un par de puñetazos y lancé por los aires a un cuarto mientras me intentaba sujetar por detrás. Voló unos cuantos metros antes de caer con estrépito sobre la mesa ocupada por un grupo de negros que a pesar de la penumbra que había allí dentro seguían llevando puestas sus gafas oscuras. Jodidos traficantes y sus distintivos. Los negros también se abalanzaron sobre mí. Mientras me ocupaba lo mas rápido que pude de todos ellos, vi como mi otro yo caminaba dificultosamente entre las mesas hacia la salida. Cuando me libré del último matón atravesándole el cuello con su propio cuchillo, corrí hasta la puerta de salida que acababa de cruzar el anciano segundos antes.
La explanada exterior estaba desierta.
-¿Donde se ha metido el viejo que acaba de salir por esta puerta? –pregunté al matón de la entrada.
-¿De que viejo me hablas amigo? Por aquí no ha salido nadie.
tres
La dirección escrita en el pedazo de papel pertenecía a un apartamento de las afueras. Se trataba de un enorme y antiguo edificio residencial que desentonaba en mitad de un área poblada de casas de lujo de última generación. La puerta de acceso al edificio estaba protegida por un sistema de seguridad básico que pude anular sin problemas. El papel decía piso 21. Subí a uno de los ascensores que se elevo con un suave zumbido. El espejo del interior de la cabina me ofrecía la imagen de mi rostro mientras ascendía. Aún era joven. A pesar de las ojeras pronunciadas y de la barba de varios días, a pesar del pelo que empezaba a escasear en algunas zonas de mi cuero cabelludo, la imagen que tenia frente a mi era la de una persona en la plenitud de sus facultades. Tan solo un par de cicatrices surcaban mi rostro. Las cicatrices que había visto aquella noche, el ojo perdido, todo ese sufrimiento me estaba aguardando en algún momento futuro. Mi rostro cambiaría. Lo peor es que aquello era tan solo lo que estaba visible. Quien sabe cuantas cicatrices mas habían quedado ocultas o incluso ya desparecidas, borrando su rastro como si las heridas que las causaron nunca hubieran existido. Pero para mí todas estaban por venir. Por un instante me sentí como JC en el calvario. Todo ese sufrimiento acechándome. Maldito hijo deputa, ¿por qué tuviste que venir a verme? Yo no quería saber como iba a terminar mi vida, no quería ver mi vieja faz acabada antes de tiempo.
El ascensor se detuvo sacándome de mi ensismamiento. Quedarme contemplando mi imagen en un espejo era una costumbre que mantenía desde que era niño. Solía extasiarme mirando fijamente mi reflejo durante varios minutos hasta que el rostro que me devolvía el cristal comenzaba a parecerme el de otra persona. Una vez perdida la perspectiva cotidiana, nuestra propia imagen se nos antoja extraña. Es curioso como nosotros mismos somos la persona cuya apariencia externa menos conocemos.
Llamé a la puerta. Me sorprendió notar como mi corazón latía fuertemente. Me sentía como un adolescente ante su primera cita. Me sentía como el tío mas imbecil del planeta. La doctora Linn, Jane, abrió la puerta y por un instante pareció sorprendida de verme allí. Luego adoptó una expresión normal, casi sensual, como la primera vez que la vi. Tan solo había transcurrido un día, pero me pareció como si la conociera desde hacia años.
-No te voy a preguntar como me has encontrado. Supongo que el hecho de que llames a la puerta significa que has decidido no matarme...por ahora.
-Por ahora...-dije con una sonrisa sincera. -He decidido creer tu historia. Estoy de tu lado. He venido para ayudarte.
-Vamos, entra.
Al pasar junto a ella pude percibir su olor, no era el aroma de un perfume, era mas bien una esencia que emanaba de ella misma y que volvía locos mis sentidos.
Cerró la puerta tras de mi. El apartamento consistía en una única estancia vacía. La pared del fondo era de cristal a través del cual se podía divisar la mayor parte de la ciudad hasta perderse en el horizonte. El único mobiliario era un gran sillón junto al ventanal y una pequeña cocina en un extremo. Me quede allí de pie contemplando la lluvia del exterior sin saber que decir.
-¿que te ha hecho cambiar de opinión? –dijo después de un incómodo silencio- Antes, en tu apartamento, no parecías muy dispuesto a creerme.
-Digamos que he hecho algunas averiguaciones por mi cuenta. He comprobado que tu historia es cierta. Se que no has nacido en esta época, y que tratas de evitar que unos mal nacidos consigan el poder que buscan para subyugar al resto de la humanidad.
-No está mal como resumen. Supongo que eres consciente de que a partir de ahora serás un prófugo en este país, y probablemente en todo el planeta. Te buscaran para eliminarte. En esta época, la traición es el peor de los crímenes.
-Lo se. –sonreí. –y no me importa. Siempre me ha gustado apartarme del camino, aunque no siempre me haya llevado a donde yo hubiera querido ir…
Ella dio unos pasos hacia mí. Estaba tan cerca que pude percibir su aroma de nuevo. El corazón volvió a latirme con fuerza. Por un instante casi tuve miedo de que ella pudiera oírlo.
-Supongo que tu tampoco has dormido nada. –se dio la vuelta y se dirigió hacia la pequeña cocina. Fuera estaba amaneciendo. –¿te apetece un café?
-Necesito varios litros. –mentí. Estaba tan despierto como si hubiera dormido una semana seguida.
-Te voy a preparar algo que te hará olvidar la idea misma del sueño. Es algo que aprendí de mi madre cuando era niña. Hecho a base de productos naturales, nada que ver con esas porquerías que fabrican hoy día. Me ha costado conseguirlos pero el resultado merece la pena.
-Hablas como mi abuela en lugar de cómo alguien que podría ser mi nieta. Gracias a esas porquerías como tú las llamas me mantengo vivo.
-Ni hablar. Todo eso te acabara matando. Créeme.
Me estremecí. Quizás ella conocía como había sido mi muerte. Tenia que saberlo si provenía de una época posterior. O tal vez yo no había sido nadie importante dentro de aquel grupo de resistencia, solo un pobre estupido más que murió sin dejar ninguna huella, sin que nadie llorara mi muerte, sin nadie que me recordara. Como una polilla fulminada contra un parabrisas. El mundo seguiría su marcha imparable sin advertirlo siquiera. En cualquier caso quería saber lo menos posible sobre mi futuro. Ya era suficientemente malo haber visto mi decrépito rostro antes de tiempo, así que intenté cambiar de tema.
-Pensaba que vivías dentro del Instituto. –dije. El comentario era estupido. Obviamente no podría volver allí después de lo sucedido.
-así es. Ese era mi lugar de residencia hasta anoche. Cuando llegué a esta época lo primero que hice fue conseguir este sitio y mantenerlo en secreto para cuando llegara el momento en que necesitara un refugio seguro.
Y ese momento había llegado. Pero no era el refugio en el que me hubiera gustado encontrarme con ella, no en aquellas circunstancias. Admiré el amanecer a través de la pared de cristal. Después de cada interminable noche de borrachera, el amanecer era el único instante del día en el que lograba sentirme en paz. Todo parecía comenzar otra vez, una nueva oportunidad.
Linn se aproximó con un vaso lleno de un líquido negro similar al café. Sabía a café. Lo bebí en un par de tragos. En unos segundos noté como mi mente comenzaba a despejarse.
-¡Hey! Tenías razón. Esto es milagroso. No me sentía tan despierto desde mis últimas vacaciones escolares. –bromeé. Realmente aquella bebida me hizo sentir mucho mejor.
-Incrédulo. Ya te dije que esto funcionaba.
Ella bebió lentamente de su vaso mientras contemplaba absorta el cielo púrpura. Podríamos haber sido un matrimonio desayunando juntos al amanecer antes de irse a sus respectivos trabajos. Pero no lo éramos.
-¿Y ahora que? –dije.
-Bien. La situación básicamente es la siguiente: dentro de unos treinta años algunas personas intentaran comunicarse con alguien de esta época a través del Transmisor Temporal que Fastworth desarrollo en el CTH. El único que hasta ahora había detectado esos intentos era el propio Fastworth, pero la comunicación quedó interrumpida cuando yo acabé con su vida. Sin embargo, he sabido que el Eliminador que me siguió hasta aquí tuvo tiempo de contactar con algunas personas y ponerlas al corriente sobre como utilizar el Transmisor. Así que tenemos que hacer algo drástico para interrumpir el flujo de información y atenuar la onda de probabilidad que ha empezado a extenderse hacia delante. Tenemos que destruir el Transmisor.
-Pero destruir el Transmisor no evita nada. Siempre pueden enviar a alguien aquí a informar en persona...
-Eso es cierto, pero nosotros siempre podemos buscarle y matarle. Me temo que tan solo estamos al inicio de una guerra que se librará durante los próximos treinta años. O quizás, al destruir el Transmisor cambiemos la esencia misma de la Realidad, evitando que los viajes en el tiempo hayan podido existir.
-Pero entonces nos encontraríamos con nuestra paradoja. Si el viaje en el tiempo no ha sido nunca posible, entonces tu nunca hubieras podido venir hasta aquí para evitar que el viaje en el tiempo sea posible... intentas destruir lo que ha posibilitado el hecho mismo de que existas en esta época.
-Lo sé, y como ya te dije no sabemos que ocurre con las paradojas. Quizás haya un cambio de realidad que la resuelva por si sola, o quizás todo siga igual que hasta ahora, tal vez no sea posible cambiar el pasado...pero si el futuro. Al menos mi futuro...
Linn se quedo pensativa. Sus ojos se empañaron. Me di cuenta de que conocía muy poco sobre ella, no sabia como era la época de la que provenía, que sacrificios había tenido que hacer o a quien había dejado atrás. Quizás alguien la estuviera esperando de vuelta. Esa idea provoco en mí una dolorosa punzada de celos.
-Pero es inútil pensar en conjeturas. –dijo agitando la cabeza. -La mejor forma de averiguar que es lo que pasará es actuar. Y mi objetivo ahora es destruir el Transmisor...con tu ayuda. –Me miró con determinación…
-Pero ahora que saben que tu estas aquí han traído a todos los Meta-Agentes disponibles para reforzar la seguridad del Centro. Por no hablar de que pueda haber llegado otro Eliminador desde tu época.
-Por suerte sabia que tarde o temprano me tendría que enfrentar a los temibles Meta-Agentes de esta época y fabriqué algunas armas ‘especiales’. Al menos tenemos esa ventaja.
-Pensé que tu pistola se fundió junto con el Eliminador.
-Esa no fue la única que tuve tiempo de construir. Tengo dos unidades mas cargadas y listas para funcionar.
-Aun así no creo que sea suficiente. A estas alturas ya deben haber movilizado a todos los Meta-Agentes del país.
-Entonces tendremos que pensar en algo mas...
Linn se veía tranquila y confiada. Aquella mujer era increíble. Si tenia que morir decidí que no me importaría hacerlo a su lado. No obstante, si tenia la posibilidad de de elegir, elegiría continuar viviendo.
-No tenemos muchas opciones. –dije.-El transmisor se encuentra en el laboratorio a varios cientos de metros bajo tierra...La única forma de destruirlo es llegar hasta el y... -Tuve una pequeña idea. -Supongo que además del ascensor por el que descendimos esta mañana debe haber algún otro acceso, una especie de montacargas por el que bajar la maquinaria...
-Si. En la parte trasera del edificio existe un gran almacén donde guardamos el equipo. En ese almacén hay un elevador.
-Bien. –dije sin prestar atención. Realmente no necesitaba la respuesta de Linn. Mientras hablaba me conecté a mi banco interno de memoria y busqué el mapa de aquella parte del CTH. Confirmé lo que estaba buscando. Aparte del montacargas había varios túneles de ventilación que accedían al laboratorio desde el exterior. Algunos de ellos con el diámetro suficiente para que una persona pudiera descender por ellos hasta abajo. Pero eso no seria necesario. Evidentemente estarían vigilados. Los chicos no pasarían por alto algo tan básico. Aunque aquellos túneles de ventilación nos daban una oportunidad.
-¿En que estas pensando? –preguntó Linn. Me había quedado en silencio mientras estudiaba los mapas de la instalación. Para ella, yo estaba contemplando el vacío.
-Tenemos que darnos prisa. –dije –Cuanto mas tiempo pase mejor podrán organizar la defensa. Vamos a destruir ese maldito laboratorio.
Linn volvió a sonreír. Me encantaba aquella sonrisa.
-¿Y como lo haremos?
-Bueno, el plan es sencillo. ¡Iremos allí y les golpearemos hasta que caigan!
***
Avanzaba a toda velocidad sobre mi motocicleta por la carretera que conducía al Centro Tecnológico. Tan solo hacia veinticuatro horas que había recorrido el mismo camino para investigar un asesinato, uno más de los miles que se cometían diariamente. Ahora me dirigía a destruir lo que debería proteger y enfrentarme al dispositivo de seguridad que yo mismo había ayudado a desplegar. Linn y yo habíamos establecido nuestro plan rápidamente. Si actuábamos deprisa contaríamos con la ventaja del factor sorpresa. Nadie esperaría un ataque abierto contra algo protegido directamente por el UMA. Con toda seguridad estarían rastreando el país buscándonos en todas partes menos en el lugar al que me dirigía a toda velocidad.
A pesar de la lluvia, el día estaba claro. El sol brillaba tímidamente entre las nubes. Aspire el aire fresco de la mañana. El muro que rodeaba el Centro apareció al final de la carretera, aumentando de tamaño rápidamente. Probablemente ya habrían detectado mi aproximación. Aceleré. La motocicleta devoró en segundos el puñado de kilómetros que me separaban de la entrada. Pude ver como los mega-polis preparaban sus armas para hacerme frente. Había un grupo apostado junto a la puerta principal. Cuando estuve a su alcance comenzaron a disparar.
Volaron por los aires.
Luego saltó la gran puerta de acero que permanecía cerrada. Las explosiones se sucedieron a todo lo largo del perímetro de protección destruyendo uno a uno todos los puestos de vigilancia. Vi como los megapolis retrocedían para protegerse de las explosiones. Linn estaba haciendo un buen trabajo. Se había quedado atrás, a una distancia suficiente para no ser detectada por los radares de seguridad, pero dentro del radio de alcance de la lanzadera de cohetes que habíamos montado improvisadamente sobre su motocicleta.
Atravesé a toda velocidad la nube de humo en la que se había convertido la puerta de entrada destrozada por la explosión. Algunas ráfagas de disparos pasaron cerca, pero me movía lo bastante rápido para evitarlas. Una vez dentro pude distinguir por fin a varios Meta-Agentes. A diferencia de los megapolis, de movimientos lentos y pesados, los meta se movían veloces, desplegándose entre los edificios como una manada de lobos, estudiando la mejor forma de dar caza a su presa. Cambié de dirección para dirigirme hacia el edificio en cuyas entrañas se encontraba el Transmisor. Vi como dos Meta-Agentes se apostaban a ambos lados del camino, esperando que pasara junto a ellos para lanzarse sobre mi. Cuando me encontraba a unos cuantos metros de ellos salté de la moto.
Después de rodar un par de veces sobre mi mismo me incorporé y rápidamente realicé dos disparos.
Sorpresa.
Los dos Meta-Agentes cayeron fulminados. Les sorprendí mientras avanzaban hacia mí. No esperaban que me recuperara tan pronto de la caída de la moto. Tampoco esperaban sucumbir a un solo disparo. Aunque sabían que combatían a un igual, estaban cometiendo el mismo error que yo cuando me enfrenté al Eliminador: seguir sus instintos de lucha desarrollados a lo largo de años y calcular mal mis reacciones, como si yo fuera un tipo convencional.
Comencé a correr. Solo en movimiento tenía una posibilidad de continuar con vida el tiempo suficiente… La moto había continuado su camino hasta acabar estrellándose contra el edificio al que me dirigía. Las explosiones se sucedían a mi alrededor, manteniendo a los megapolis a raya. Sin embargo estaba acercándome a la entrada con demasiada facilidad. Aunque queríamos que creyeran que pretendía llegar hasta el labo subterráneo sabía que sospecharían alguna treta por mi parte. No se tragarían algo tan simple como un ataque directo, si bien la idea era mantenerles ocupados el tiempo suficiente para que fuera demasiado tarde cuando descubrieran nuestras verdaderas intenciones. Pero mis planes no pasaban por entrar realmente en el edificio. Allí dentro, sin espacio para maniobrar estaría perdido. Necesitaba pensar en algo para ganar tiempo.
No hizo falta. Sentí un doloroso aguijonazo en el muslo derecho. Una ráfaga de metralleta me había alcanzado en la pierna. Me disparaban desde el tejado del edificio, aunque desde mi posición en el suelo no pude divisar al tirador. Sabían sin duda que las balas no me detendrían, las nanomaquinas de mi torrente sanguíneo ya estaban reparando las heridas, pero pretendían obligarme a ponerme a cubierto dentro del edificio, justo lo que yo no quería. Seguí corriendo y cuando estaba a pocos metros de la entrada, aprovechando el impulso de mi carrera salté hasta el tejado donde se encontraba el tirador. Volví a coger por sorpresa al tipo que estaba arriba. De nuevo no esperaba que pudiera llegar allí de un salto. Le disparé desde el aire en pleno salto, antes de aterrizar sobre el tejado. Miré hacia abajo y vi como otro Meta-Agente salía ya del edificio en mi busca. Le pude liquidar fácilmente desde arriba mientras se movía cauteloso junto a la fachada. Ya quedaban menos. Hasta ahora el arma que había desarrollado Linn estaba siendo totalmente eficaz. Les estaba cogiendo por sorpresa. Se estaban exponiendo demasiado porque nunca sospecharon que podrían resultar tan vulnerables.
Entonces algo me impactó por detrás haciéndome volar varios metros hasta caer desde el tejado. Durante la caída fui consciente de que alguien había cargado contra mi espalda manteniéndome sujeto por la cintura. La presión era enorme. Nos estrellamos contra el suelo. El tipo que me sujetaba por detrás me usó como colchón en la caída, de forma que yo me lleve la mayor parte del impacto. Mientras rodábamos por el suelo sentí un terrible dolor en el hombro derecho que me obligó a soltar la pistola. Una hoja de acero sobresalía por encima de mi pectoral.
Joder, me habían cazado. Me incorpore para enfrentarme al cabrón que me había derribado.
Supe de inmediato que aquel tío no era un Meta-Agente, no tenia el aspecto de uno de nosotros. Sentí un escalofrió al darme cuenta de que se trataba de un nuevo Eliminador. Esta vez el desconcertado fui yo. Antes de que pudiera pensar en el siguiente movimiento volvió a cargar contra mí derribándome de nuevo. Se movía muy rápido, más rápido que el anterior. Pude esquivar el enorme machete que manejaba con su mano izquierda, aunque recibí un terrible golpe al caer sobre el hombro herido. Intenté no pensar en el dolor, dejarlo a un lado.
Piensa en el futuro me dije, pon tu mente unos cuantos fotogramas más adelante, sal de este infierno.
Rodé sobre mi mismo y pude deshacerme de mi atacante por unos instantes. Entonces detoné la bomba que habíamos preparado en mi moto. La onda expansiva nos desplazó varios metros por el aire. La explosión no tenía tanto la intención de causar daño como de provocar unos instantes de confusión para que Linn pudiera acceder al recinto y realizar su parte. A estas alturas todos debían de estar concentrados en cazarme a mi, así que ella tendría cierta libertad de movimientos. Lamenté que Linn no se hubiera equivocado al advertirme que aquellos tipos eran muy fuertes. Antes de que ni siquiera me hubiera podido incorporar de nuevo, sentí un golpe en la cara, luego en la boca del estomago, de nuevo en la cara. Aquellos puños eran duros como el acero. Sentí algo húmedo y pegajoso donde debería estar mi ojo derecho. Acababa de descubrir como lo había perdido. Sentí el sabor salado de la sangre. Me estaba dando una paliza y yo apenas pude hacer nada por evitarlo. Instintivamente descargué una patada pero sentí como si golpeara a un muro. De nuevo más golpes. Caí al suelo de rodillas. Me alegre de que el hijo de puta me estuviera haciendo papilla a mí. Mientras se encontrara conmigo al menos Linn estaría a salvo de el. Vamos pequeña, tu puedes conseguirlo. No quiero morir en vano. Después de una lluvia de golpes quedé tendido en el suelo sin apenas poder moverme. De forma borrosa, pude distinguir al Eliminador y a otra figura que se inclinaban sobre mi.
-Pedazo de cabrón. Esto por traidor. –la voz sonaba lejana, como si proviniera del fondo de un largo túnel.
Apenas pude ya sentir la patada en la cara. Mi nariz debía de ser un amasijo de carne, por no hablar del ojo perdido, aunque el otro no debía encontrarse en mejor estado a juzgar por el dolor que sentía.
El dolor no era nada. Lo único que me preocupaba era Jane. Que pudiera salir de allí ilesa.
El que hasta no hace mucho había sido mi colega se ensañó pateándome por todo el cuerpo mientras yo permanecía tumbado en el suelo. Vamos Linn, vamos...
Entonces sentí la explosión. El suelo retumbó con un terrible estruendo. Supuse que debió ser un terrible estruendo porque la verdad es que yo apenas era ya consciente de lo que sucedía a mi alrededor. Pero supe que lo había conseguido. Nuestro pequeño plan había funcionado. El Transmisor estaba destruido.
Antes de perder el conocimiento, me pregunté cómo, si estaba a punto de morir, había podido verme a mi mismo siendo un anciano.
No pierdas la esperanza, me dije antes de abrazar la oscuridad.
dos
Caminaba por una playa. La arena era blanca, muy blanca. Por fin había dejado de llover. El sol brillaba con intensidad en mitad de un cielo despejado, pero su cálido contacto era agradable, no quemaba. El mar estaba en calma. Las olas acariciaban suavemente la orilla. Sentía la arena caliente bajo mis pies descalzos. La playa se extendía hasta donde alcanzaba mi vista, formando una enorme llanura blanca y azul. Me sentía bien. Por alguna razón que no alcanzaba a comprender era feliz. Sabia que no siempre había sido así, e intente recordar por que me sentía tan completo, tan lleno de vida y de paz. De pronto lo supe. Mi padre estaba allí sentado, en la orilla junto el agua. Estaba charlando conmigo, hablando sobre esto y lo otro, explicándome cómo eran las cosas, cómo funcionaba el mundo. Yo escuchaba absorto, entusiasmado y lleno de curiosidad. Mi padre lo sabía todo sobre todo. No era como los profesores del colegio, con sus explicaciones vulgares sobre la naturaleza y Dios. Mi padre tenía respuestas distintas, respuestas que a su vez estaban llenas de misterio, que yo no siempre alcanzaba a comprender, pero que me hacían ver el mundo que nos rodeaba como algo fascinante, con infinitas facetas ocultas. Cuando el callaba yo volvía a hacerle alguna pregunta, sobre algo nuevo o algo que no había entendido del todo. Mi padre siempre tenía una respuesta preparada. A veces meditaba unos minutos y yo esperaba expectante a sus palabras. Nunca me había sentido tan feliz. Todos esos misterios aguardando ser desvelados.
No supe cuanto tiempo llevábamos allí sentados charlando cuando vimos en la lejanía que alguien se aproximaba caminando lentamente. Mi padre calló súbitamente y ambos nos quedamos contemplando como la figura se acercaba. Cuando estuvo lo bastante cerca pudimos apreciar que se trataba de un anciano. Andaba muy encorvado, con pasos dificultosos, pero firmes. Cuando el viejo llegó hasta donde nos encontrábamos por fin pudimos reconocerle. Era mi viejo Yo del futuro. Su rostro estaba arrugado y lleno de cicatrices. Le faltaba el ojo derecho. En su lugar había una terrible hendidura. Mi corazón de niño se alegró de verle. Imaginé que el traería nuevas historias que contar. Pensé que durante toda su larga vida habría tenido tiempo para desvelar muchos de los misterios que me fascinaban. Se sentó en la arena junto a nosotros.
-¿Como te ha ido hijo? –dijo mi padre con dulzura.
-Bueno, la vida no es lo que esperaba. Demasiadas decepciones. –el anciano tenia una voz grave y misteriosa.
-La vida es lo que cada uno queremos que sea. Los únicos culpables de que las cosas no salgan como deseamos somos nosotros mismos. Tú te apartaste del camino que debías haber seguido. Ahora no te lamentes si no encontraste lo que buscabas.
La voz de mi padre se volvió dura, llena de resentimiento. Eso no me gustó. Por primera vez sentí miedo de él. Pude intuir una cara oculta que nunca me había mostrado hasta ahora, una cara que me asustaba.
-No trates de culparme a mi de tus propios fracasos. –dijo el anciano.-Tú tuviste tu propia oportunidad y la desperdiciaste. ¿Pretendías que yo fuera mejor que tú? Pues siento haberte decepcionado pero no lo soy. Cometí mis propios errores. Viví mi propia vida. Si pudiera volver atrás cambiaria muchas cosas, pero no me voy a sentir culpable por no haber llegado a la meta que tu habías marcado para mi.
Mi padre estaba triste. Nunca lo había visto tan triste. Casi pude ver lágrimas aflorar en sus ojos. Estuvo a punto de decir algo, pero se quedo en silencio contemplando el mar. El anciano se levantó y volvió a alejarse caminando. Yo permanecí con mi padre, los dos allí sentados sobre la arena, pero ya no era igual que antes. Mi padre no parecía feliz, la ilusión había desaparecido de su mirada. Tan solo había desesperanza. Yo sentía un miedo en la boca del estomago que no entendía, quizás se trataba de miedo al futuro. Tenía miedo a las próximas palabras de mi padre. Sin embargo no dijo nada. Tan solo se oía el suave murmullo del mar.
Entonces una mujer salió del agua. Estaba completamente desnuda. Tenía la piel morena y unas bonitas piernas. También la conocía. Era la doctora Linn. Mi corazón se inundo de nuevo de alegría. Mire a mi padre con una sonrisa de felicidad señalando a la mujer que salía del agua. Iba a decirle quien era pero las palabras se congelaron en mi boca. Mi padre también miraba a la mujer pero su mirada era triste, muy triste. De pronto me di cuenta de que mi padre se parecía mucho a mi, de hecho era idéntico a mi. Sentí como me contagiaba su tristeza mientras los dos observábamos el cuerpo mojado de Linn. Cuando casi estaba completamente fuera del agua, comenzó a retroceder, de vuelta al mar, como si se moviera cámara atrás. Las gotas de agua saltaban desde el mar hasta su piel, mojándola y envolviéndola. Me dijo adiós con la mano. Yo sentía una desesperante sensación de perdida. Quería levantarme y atraparla, abrazarla para que no volviera a las aguas. Quería que se quedara conmigo. Con nosotros. Pero cuando trate de levantarme y correr hacia ella, mis pasos me alejaban del agua en lugar de acercarme. Cuando mas rápido intentaba correr mas rápido retrocedía hacia atrás. Cuando me di cuenta de que nunca la alcanzaría me detuve. sentí un sofocante calor. El sol se había vuelto mas intenso, sus rallos me quemaban la piel. Miré a mi padre para pedirle que nos marchásemos, pero se había convertido en una estatua de arena. Tenía mucho miedo. Cada vez sentía más calor. Quise gritar pero mi garganta estaba seca. La arena, el agua, el aire, todo abrasaba. De pronto el sol desapareció y todo quedo completamente a oscuras.
-Vamos, intenta beber esto. –era una voz de mujer. Una voz cálida. Noté como un líquido mojaba mis labios. No sentía mi cuerpo pero intente beber. Estaba ardiendo y tenía una sed abrasadora.
-Por fin has reaccionado. –dijo la voz.
Trate de abrir los ojos, pero solo pude sentir como se movía mi parpado izquierdo. Un rostro se enfocaba frente a mí. Era Jane. La doctora Linn. Trate de decir algo.
-Shhh, duerme. Ya has hecho suficiente esfuerzo. Has salido del coma pero aun necesitas mucho descanso. –note su mano en mi mejilla. Su contacto me transmitió un infinito alivio. Me sumergí de nuevo en un profundo sueño.
Volví a despertar, aunque no tenia ni idea de cuanto tiempo había pasado desde mi breve vuelta a la conciencia anterior. Sentía un terrible dolor en todo el cuerpo. Antes de intentar abrir de nuevo los ojos trate de palparme el rostro. Tenía la sensación de que algo terrible había sucedido con mi cara, pero no lograba recordar el qué. Lentamente tantee mi rostro con una mano, recorriéndolo con cuidado. Donde debería haber estado mi parpado derecho note una especie de hendidura. Recordé que algo había pasado con el.
Recordé que me habían dado una buena paliza.
-¡Has despertado de nuevo!
Venciendo el pánico que me invadía abrí el ojo que creía sano. La cara de Linn me pareció lo más hermoso que había visto en mi vida.
-¡Estas bien! –exclamé. Mi voz sonaba ahogada, sentía la garganta terriblemente seca, pero la alegría que sentía por saber que estaba viva enmascaraba todo el dolor.
-Si. Toma...bebe esto... –note su mano acariciando mi pelo mientras vertía un poco de agua en mis labios. Me sentí mucho mejor. Poco a poco fui tomando conciencia de lo que había pasado. Me pareció que estábamos de nuevo en su apartamento, yo tumbado sobre el sofá.
-¿Que...que ha ocurrido? ¿Por que sigo vivo?
-¡Lo conseguimos Jack! Destruimos el Transmisor. –Su voz sonaba llena de alegría. -tu plan funcionó como habías planeado. Mientras todos se concentraban en atraparte a ti yo pude llegar hasta uno de los túneles de ventilación e introducir el explosivo que habíamos preparado. El laboratorio fue completamente destruido.
-Pero...ellos me tenían atrapado. Me iban a liquidar... ¿Cómo...? –quería preguntar como seguía vivo pero la voz se me quebró. Hablar suponía un terrible esfuerzo.
-Una vez hube depositado la bomba en el conducto de ventilación supe que algo iba mal. Habían cesado los disparos y explosiones así que pensé que quizás te habrían cogido. Nadie reparó en mí. Cogí por sorpresa al Eli y al Meta-Agente que te estaban...dando una paliza. Les disparé y luego escapé contigo. Has pasado un mes aquí, luchando por tu vida. No me atreví a llevarte a un hospital, debes de ser la persona mas buscada del planeta. Confié en que las nanomaquinas implantadas en tu cuerpo hicieran su trabajo y te salvaran.
-Y parece ser que así ha sido...
-Hubo momentos en los que llegue a temer por tu vida, pero eres fuerte.
Si, era fuerte. Mi organismo estaba muy por encima de la media. Por eso superé las pruebas para el programa Meta-Agente. En realidad, lo que yo había deseado era la muerte, pero sobreviví en aquella ocasión y había vuelto a sobrevivir en esta.
-¿Y ahora qué? –dije. -¿Todo ha terminado? ¿qué ha ocurrido con nuestra paradoja?
-Bueno...no lo se. Desde aquí, desde esta época quiero decir, es difícil de saber. Al menos yo sigo aquí. ¡No me he esfumado! –intento que sonara divertido pero no pudo evitar translucir una gran inquietud...-He esperado a que te recuperaras, pero ahora que sé que sobrevivirás tengo que volver a mi época para saber como están las cosas en este punto...
-¡No! –me atravesó una punzada de dolor mas fuerte que todos los tormentos físicos que estaba sufriendo. –no...no te vayas...quédate conmigo...te necesito.
Linn se sentó junto a mi. Sentí su mano sobre mi frente.
-Es necesario que regrese. Aquí estamos a ciegas. No sabemos que consecuencias han tenido nuestros actos. Entiendelo. No puedo quedarme aquí junto a ti y olvidarme de todo, de donde vengo, de la tarea que me han encomendado...
-¡Al diablo! Ya has cumplido tu parte. Deja que otro se encargue ahora. Yo...te quiero. –me sentí tremendamente avergonzado por decir aquello, pero tenia que decirlo. –Te quiero. Quiero que estés a mi lado.
Entonces ella me beso en la boca. Fue un beso largo.
-Volveré. Y entonces tendremos nuestra oportunidad. Te lo prometo.
Se alejó. Trate de levantarme pero apenas podía sentir mi propio cuerpo. La única sensación que provenía desde más abajo de mi cuello era un desesperante dolor. Me invadió una tremenda angustia. Linn se marcharía y yo moriría allí como un vegetal, como una planta abandonada que muere por falta de riego. Hice un esfuerzo desesperado por moverme pero solo conseguí que una oleada de dolor me sumiera de nuevo en la inconsciencia.
Cuando recobré de nuevo la consciencia era de noche pero no supe si era la noche del mismo día en el que había despertado. Tuve la certeza de que ella se había marchado, tal vez para siempre. Durante varias horas no me atreví a realizar ningún movimiento. allí, tendido en la oscuridad, repasaba en mi mente una y otra vez sus ultimas palabras, el beso con el que se había despedido. Me aferré a ese beso como un naufrago se aferra a un tablón en medio del océano. Cuando las primeras luces del alba comenzaron a asomar a través de los ventanales, sentí una terrible sed. Decidí que si quería morir lo haría a mi manera, no como un miserable delirante. volví a intentar incorporarme. Esta vez mi cuerpo respondió. Comparado con la vez anterior, el dolor era soportable. A pesar de que mi mente no quería vivir mi cuerpo seguía haciendo su trabajo de rehabilitación. Lentamente me arrastre hasta la pequeña cocina. Las estanterías estaban repletas de botellas de whisky y botes de comida precocinada. Linn lo había previsto todo.
Pasé un mes completo allí encerrado, sumido en el alcohol mientras mi cuerpo se iba recuperando lentamente. Creo que de no ser por el whisky no habría sobrevivido. Si hubiera permanecido sobrio probablemente habría buscado la forma de matarme. Pero el alcohol me mantenía en un estado tal de ensueño, entre la depresión y la euforia, que los días pasaron veloces, como fotogramas en una vieja película.
No recuerdo lo que pasó por mi cabeza durante todos aquellos días. Todos los recuerdos se han borrado. Solo se que un día desperté y me sentí totalmente en forma. Me sentía vivo aunque sin ganas de vivir. La maquinaria que era mi organismo estaba otra vez a punto, pero el piloto no estaba interesado en ir a ninguna parte. Recuerdo que me quede allí de pie como un idiota, sin saber que hacer a continuación. Se me ocurrió buscar un espejo. Aunque por el tacto tenia una idea sobre como había quedado mi cara, sentía curiosidad por verlo. había un pequeño espejo redondo en una de las repisas de la cocina, apenas del tamaño de la palma de mi mano. No me había atrevido a cogerlo hasta ese momento.
si tan solo pudiera llegar hasta el final
y encontrar tu mirada al otro lado…
Lo primero que vi reflejado en fue una espeluznante hendidura allí donde tendría que haberse encontrado mi ojo derecho. Ya había visto una herida exactamente igual a esa, así que no me sorprendió lo mas mínimo. Desplacé el espejo lentamente recorriendo el resto de mi cara. No era tan malo. Estaba cubierta de numerosos cortes ya cicatrizados. también había visto antes esas cicatrices. Ya había visto antes esa nariz aplastada. La mirada vacía. En mi propio rostro anciano. No se como me las apañé para llegar hasta allí, pero tan solo tenia la certeza de que a pesar de todo sobreviviría. Nuevas heridas cicatrizarían en mi rostro, se formarían nuevas arrugas, y a pesar de todo sabia que conservaría esa mirada salvaje, llena de vida. ¿Cómo había logrado llegar hasta allí? No tenia ni idea pero lo averiguaría.
brilla o calla, no me hagas perder el tiempo
no soporto a los perdedores
De pronto supe que era lo primero que debía hacer. Antes de comenzar una nueva vida, tenía que romper los lazos que me ataban a mi vida anterior. Tenía una cuenta pendiente por saldar.
***
Mi ex-mujer vivía en una gran residencia de lujo en la zona más exclusiva de la ciudad. Su segundo marido era asquerosamente rico. Un muro de piedra de más de dos metros de alto aislaba la mansión del exterior, aunque la verdadera protección eran los detectores de presencia que había instalados en todo el perímetro. Cualquier bicho que intentara superar el muro seria identificado y eliminado por el sistema de defensa automático. Y por si lograbas escapar a la batería de lasers autodirigidos que te darían la bienvenida al entrar, en menos de tres minutos tendrías varias patrullas de megapolis persiguiéndote el trasero. conocía de memoria toda la protección que se podía comprar con dinero. Si eras pobre y alguien te atacaba, tendrías que esperar horas hasta que un poli se dignara a acudir. Si te podías pagar un sistema de protección de alta prioridad, en cuestión de segundos tendrás a todo un escuadrón en tu puerta. Yo no pretendía armar tanto ruido. Al menos de momento. Me dirigí a la puerta principal. Junto a la cerradura de identificación retinal, había una ranura que permitía el acceso para la configuración del sistema. Saqué una tarjeta de mi bolsillo y la introduje. En la pequeña pantalla apareció un mensaje de bienvenida. La puerta se abrió dando paso a un camino empedrado rodeado de árboles. Caminé hacia el interior mientras el gran portón metálico se cerraba a mis espaldas. En la semioscuridad escuche rápidas pisadas que se dirigían donde me encontraba. Saqué el cuchillo de mi cinturón y atravesé al perro en pleno salto hacia mi garganta. El animal se desplomó con un gemido sordo.
-Lo siento amigo, tu no tenías nada que ver en esto...
La casa tenia tres pisos. Trepé fácilmente por la fachada hasta la ventana que supuse seria la del dormitorio principal. En el interior, en el centro de una enorme estancia, había una cama con dos personas durmiendo dentro. Bingo. El dormitorio estaba lujosamente amueblado. Lujo y sofisticación. Dinero y poder. Yo había estado orgulloso de la pequeña casa en la que habíamos vivido. Comprada con gran esfuerzo, sencilla y acogedora. había creído que allí era feliz. La muy zorra.
La observé en su sueño. Aun tenía esa cara de ángel. todavía seguía pareciéndome hermosa. Viéndola allí dormida costaba pensar que debajo de aquella piel pudiera haber un corazón tan negro.
Esta noche vas a perderlo todo. No habrá sitio donde esconderte de mí.
Medité sobre cual de los dos merecía morir primero.
-¡Dios mío! ¿Quien anda ahí? ¡Luz!
Las luces se encendieron. Mi ojo tardó unos instantes en acomodarse a la iluminación. Mi ex-mujer y su marido me miraban horrorizados desde la cama.
-Jack... ¿eres tu? ¿que haces aquí? ¡Dios santo! ¿Que te ha ocurrido en la cara? –aquella voz que una vez me pareció dulce sonó en mis oídos como el silbido de una víbora.
-¿después de lo que me hiciste aun te preocupas de lo que me pueda haber ocurrido? ¡Ja! Ni todas las torturas del infierno podrían igualar el dolor que tú me causaste.
Vi el miedo en sus ojos. Su rico y poderoso marido salió de la cama. Era el típico musculitos fabricado en el gimnasio a base de cirugía y anabolizantes. El mejor cuerpo que te puedes pagar con dinero, si eres un civil claro. Los billones de dólares en tecnología que llevo encima no están disponibles ni aunque fueras el tío mas rico del planeta y pudieras permitírtelo.
-Vamos cabron, -dijo el musculitos. -largate de aquí si no quieres salir malparado. –metió la mano debajo de la cama y sacó una porra eléctrica con la que me apuntó tratando de intimidarme. Había visto como algunos tipos se convertían en vegetales babeantes cuando les aplicaban aquel chisme. Pensé que seria divertido metérselo por el culo y ver que sucedía.
-¡No! Michael..., es peligroso. Ya te dije que era un poli. –note cierto desprecio en la voz de la zorra cuando dijo lo de ‘poli’. Nunca supe por que se casó conmigo. No iba a ser ahora cuando se lo preguntara.
-No te preocupes. Yo me paso a estos tipos por los huevos. ¿Crees que puedes entrar aquí en mitad de la noche y amenazarnos a mi esposa y a mí? –dio un paso amenazante.
-Lo que creo es que voy a partirte tu asqueroso cuello.
El tío se lanzo contra mí blandiendo la porra. Le agarre por la muñeca y apreté. Sentí sus huesos quebrarse bajo mi mano. Soltó un alarido de dolor y la porra cayo al suelo.
-¿Esta nena llorona es lo que cambiaste por mi? –dije mientras sentía sus huesos triturarse. Le golpeé con el revés de la mano. Voló por el dormitorio hasta estrellarse contra uno de los ventanales que destrozó armando un gran estrépito. No quería matarle aún.
-Jack, por favor, no lo hagas. Yo...lo siento...-sin embargo supe que mentía. La zorra no sentía arrepentimiento. Solo fingía. Intentaba salvar su vida.
-No lo sientas. Vas a morir de todas formas, no te esfuerces en hacer brotar sentimientos que nunca llegarás a tener.
Me miró con rabia. Decidí que ya era hora de acabar con aquello. Saqué mi pistola. Entonces alguien más entró en la habitación.
-¡Mama! ¡Mama!... ¿quien es este hombre? ¿por que ha gritado papa?–dijo una voz infantil entrecortada por sollozos.
La pequeña corrió hacia los brazos de su madre. Se secó las lágrimas de los ojos y me miró con furia. A pesar de sus ocho años, en su mirada había determinación. Había heredado el rostro de su madre. Era hermosa. Pero sus ojos, su mirada, eran los míos. La miré fijamente y supe que no importaba el tipo de educación que recibiera, la pequeña se parecería más a mí de lo que nunca se parecería a su madre. Detrás de sus ojos pude ver como ardía el fuego de la curiosidad, de la rebeldía, de la sensibilidad. Tenía esa semilla de locura en su interior.
-¿También la matarás a ella desgraciado? ¿A tu propia hija? –dijo la zorra. La estaba usando como escudo, para persuadirme. Pero tenía razón. Por vil que fuera mi ex-mujer, no podía hacerle eso a mi hija. Ella no tenia la culpa de los pecados de sus padres. A pesar de todo el odio que sentía, no podía destrozarle así la vida.
Di media vuelta y me marché. Me fui con la tranquilidad de que la pequeña sabría encontrar su propio camino. Supe que un día, cuando estuviera preparada, de alguna forma vendría hasta mí y podría entenderme y perdonarme. Y, con un poco de suerte, incluso quererme.
uno
Después de abandonar la casa de mi ex-mujer vagué por la ciudad durante horas. Sentía vergüenza por lo que había hecho. Había imaginado decenas de veces que entraba en su casa y los liquidaba a ambos, a ella y a su marido, pero ahora me daba cuenta de que no era más que una absurda fantasía. Sin embargo la experiencia fue valiosa. Había podido ver a mi hija, y eso me insufló un soplo de esperanza hacia el futuro.
Cuando regresé al apartamento de Linn supe de inmediato que algo iba mal. La puerta estaba entreabierta. Desenfundé mi pistola y entré. Había alguien tumbado en el gran sillón.
-¡Jane! –el corazón me dio un vuelco de la alegría que enseguida se volvió preocupación.
Linn estaba pálida, allí recostada no hizo ningún intento por levantarse cuando me vio.
-¡Noo...! ¡No! -la alcé suavemente por los hombros. La tapicería estaba empapada de sangre. Tenía una terrible herida en la espalda.
-Me estaba esperando...cuando regresé. No se cómo supo cuando y dónde iba a llegar. –su voz sonaba desesperantemente débil. –logré escapar, pero creo que me ha seguido...creo que quería que le llevara hasta ti...
-shhh...no te esfuerces. Te llevare a un hospital. –intenté que mi voz sonara tranquila, confiada.
-No... si me ha seguido puede aparecer en cualquier momento. Y a mi no me queda mucho tiempo...
-Te pondrás bien, te lo prometo…-estaba perdiendo mucha sangre. Ni siquiera el organismo mejorado de Jane podría resistir mas de un par de minutos...
-Tengo que contarte algo..., lo que he averiguado...-tosió salpicándome con su sangre. Sentía que el corazón se me iba a romper en pedazos.
-Nuestra paradoja...-dijo sonriendo con dificultad.
-¿Lo conseguimos verdad? Bloqueamos la investigación, nunca se podrá viajar en el tiempo... -yo mismo había perdido la razón. El hecho de que Jane estuviera allí indicaba que todo seguía igual que antes. Nuestro sacrificio, su sacrificio no había servido para nada.
-No... y si. No estoy segura...todo es muy confuso Jack. Algo ha cambiado de forma sutil, o quizás no haya cambiado y yo simplemente no supe verlo antes...
-¿A que te refieres? –a pesar de todo, necesitaba saber que es lo que había ocurrido.
-Cuando destruimos el transmisor… detuvimos momentáneamente el flujo de información que tendría que haberse iniciado desde el futuro hacia esta época. Sin embargo en algún momento debieron reconstruir el transmisor… -hablaba entrecortadamente, su voz apenas era un susurro inaudible- De alguna forma… el retraso ha producido que ahora, es decir… luego… ellos sean mucho más débiles. En mi época esta teniendo lugar una batalla feroz. Hasta ahora no solo los mantenemos a raya sino que nos hacemos cada vez más fuertes. Todo indica que si continuamos con la resistencia en esta época, retrasando cada vez más sus planes, les acabaremos venciendo. Por eso tenemos que evitar que se refuercen enviando información hacia el pasado. Cuanto mas tarde consigan reconstruir el transmisor, mas débiles serán en el futuro y antes acabaremos con ellos. Tenemos mucho trabajo por hacer aquí, por eso he regresado...y porque... quería volver a verte.
Las lágrimas inundaron mis ojos. Podía sentir como la vida escapaba de ella.
-Ahora se por qué tu... el... trataste de impedir que regresara... sabías que esto iba a pasar.
Hizo un gesto de dolor. Estaba sufriendo.
-¿que quieres decir con que yo sabia que esto iba a pasar?
-¿Recuerdas que te explique que no puedo llegar hasta aquí en un solo salto temporal, que es necesario hacer una escala intermedia?
-Si.
-La primera vez que pasé por ese punto de tránsito no sabía quien estaba al frente del grupo de resistencia. Ni siquiera sabía como había empezado todo. Yo venia de una época cuarenta años en el futuro, creía saberlo todo y no me preocupé de lo que pudiera estar pasando en aquel instante pasado. Tan solo usé sus instalaciones para llegar hasta aquí. Sin embargo esta vez tú viniste a hablar conmigo, me lo explicaste todo...para que te lo pudiera contar...a ti.
-¿Yo? –me invadió un miedo atroz. Tenia la sospecha de que ya sabia lo que estaba intentando decirme.
-si. Tú, Jack. Tú estas al mando de la resistencia. Tú eres la persona que inició todo el movimiento de resistencia, advirtiendo a algunas personas del peligro, formando un grupo para luchar contra el gobierno y las corporaciones que trataban de utilizar el Transmisor Temporal. Cuando te vi eras un anciano, pero te reconocí al instante por esa herida en el ojo.
Levantó trabajosamente su mano y me acarició el rostro. Cerré los ojos con fuerza para contener las lágrimas. No podía ser. No era justo. ¿Como había podido ser tan estupido para haberla dejado regresar?
Murió en mis brazos exhalando un último suspiro. Sentí un gélido agujero en mi pecho. Me sentí completamente vacío. De nuevo. La débil chispa de esperanza que había empezado a brotar en mi corazón desde que la conocí desapareció por completo. Ese vacío que me había acompañado durante diez años y que hacia que cada día me cuestionara el seguir viviendo. Quise morir pero sabía que no podría aunque quisiera. Aun no había llegado el momento.
La gran pared de cristal saltó en pedazos. Había alguien al otro lado. Un Eliminador había seguido a Linn hasta allí.
-He venido a por ti, perro.
Le mire y sonreí. Algo salvaje se abrió paso dentro de mí.
-Amigo, -dije -vas a conocer lo que es el verdadero dolor...
Salté sobre el y ambos nos desplomamos hacia el vacío.
cero
Han pasado diez años desde que murió Jane. Han ocurrido muchas cosas desde entonces. Demasiadas. Todo ha sucedido tal y como ella me lo había susurrado segundos antes de morir. No voy a hablar sobre aquellas horas después de su muerte en las que casi me volví loco.
Una vez más.
Tan solo diré que días después alguien se puso en contacto conmigo, alguien que conocía en lo que estaba metido. Luego contactamos con otras personas, gente del gobierno, de los servicios secretos, gente de las corporaciones. Poco a poco fuimos formando nuestro grupo secreto. Cuando tuvimos suficientes apoyos y dinero nos retiramos a un lugar remoto y comenzamos a trabajar en la construcción de un nuevo Transmisor Temporal.
Todo es como ella dijo, salvo una cosa. Ni siquiera estoy seguro de que ella lo supiera. O tal vez si.
Mi padre me dijo una vez que el tiempo es un cruel amo. Ahora solo vivo para esperar el momento en el que vuelva a verla. Trabajo en el Transmisor tan solo para que sea posible que ella regrese.
Aunque ahora conozco la terrible verdad. ¿Pero qué importa? Cuando ella vuelva yo seré un viejo decrépito. La primera vez ni siquiera me reconocerá. Luego…tal vez, tal vez pueda cambiar las cosas…
Lo supe hace un par de días. Me llegaron noticias de que mi hija había abandonado a sus padres. La mantengo bajo vigilancia desde hace diez años. Me informan de todos sus movimientos. Se había fugado de casa y había tratado de desaparecer. Su madre no sabe donde está. Pero yo si. La sorpresa vino cuando supe que se las había arreglado para conseguir una identidad falsa. Chica lista. Me siento orgulloso de ti. Mi pequeña. Solo que… Dios mío. ¿Por qué el destino se empeña en ser tan cruel?
A pesar de todo debo seguir adelante. A pesar de saber que el nombre falso con el que mi hija ha huido es Jackie Linn. A pesar de saber que ¡Jane Linn es mi nieta!
El tiempo nunca transcurre como deseamos. Cuando sufrimos se desliza lentamente. En cambio cuando somos felices los días corren como caballos veloces sobre las colinas. Hay un pensamiento que me atormenta todos los días de mi patética vida. ¿Por qué la dejé volver? Estoy al frente de todo este maldito tinglado. Dirijo las operaciones y decido qué se hace y qué no. ¿Por qué, si sabia que le esperaba la muerte, permití que regresara?
Aún no se cómo, pero de alguna forma mi hija llegará hasta mi y se unirá a nuestro pequeño grupo de resistencia. Con el tiempo se ofrecerá voluntaria para el programa de modificación genética en el que estamos trabajando y nacerá su primera hija. La llamará Jane. Todo eso sucederá. Todo eso ya ha sucedido. Yo solo puedo ver pasar los días y esperar.
Vivo esperando el día en el que vuelva a verla. Sé que ese día llegará. Lo que me carcome es la duda sobre si seré capaz de cambiar las cosas. Actuar de forma distinta. Impedir que ella muera. ¿Podemos cambiar el pasado? ¿Podemos cambiar el futuro? Aún no lo sé. A pesar de lo que hicimos ella y yo todo es confuso. Sus últimas palabras fueron confusas. Las repaso una y otra vez en mi mente cada día de mi vida. Pero no les encuentro un sentido.
¿Por qué?
Demasiadas preguntas.
Es duro aguardar el futuro cuando sabes lo que te depara.
Es duro recordar un pasado que quieres cambiar.
R.A.Brain ©
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