Al pasar en dirección contraria a la de una joven que bajaba por la calle, mientras regresaba de almorzar en compañía de un amigo, sentí una de esas miradas a las que no se les puede hacer caso omiso. La muchacha fue extraordinariamente constante y elocuente hasta hacerme sentir como un estúpido, un estúpido agradado.

Esa mirada posibilitó las risas y el comentario de rigor con mi compañero, saltando de mis labios la expresión “esa es la definición de la vida: unos lindos ojos con una mirada linda dirigida a uno, es la mejor definición de la vida”.

Sin embargo, tras ese primer momento de interna efusividad, se asomaron desde lo más profundo de mi, las dos partes de tu corazón envueltos en ese café fuerte y amalgamado con la hondura de esa ternura tan tuya y tan mía. Es que el tiempo y la distancia no me aleja más que de tu corporeidad.


Junio 1 de 1993