Cuando vimos que Paulina se estaba metiendo autitos en la nariz nadie entendió bien porque. Pero en esta familia se acostumbra a que cada uno de sus integrantes descubra y experimente las grandes y pequeñas cosas de la vida con total libertad. Por supuesto que a todos, individualmente, se nos cruzo por la cabeza alguna suposición acerca del motivo por el cual Paulina (hermana mayor de la familia Boere) se introducía con esmero autitos coleccionables del tamaño de porotos gigantescos en las fosas nasales. El hecho en cuestión se convirtió en caótico luego del decimocuarto autito, dado que la nariz de Paulina estaba tan abigarrada de chucherías (acumuladas desde tiempos inmemoriales), que los pequeños autitos comenzaron a salir a flote por sus orejas y boca (lo cual en realidad representa solo la parte visible de los orificios de la muchacha, aunque en realidad ninguno de los miembros de esta honorable familia se arriesgo a “adentrarse” mas en el asunto). Ese fue el instante en el que papá Juan decidió hacerse cargo de la situación y, agarrando a Paulina de los tobillos, decidió dar por finalizado, abruptamente, el picnic que los Boere disfrutaban semanalmente en el monoambiente del jefe de la familia. Se decidió casi unánimemente (con el único voto abstenido de Paulina, que no podía omitir opinión al respecto debido a que los autitos comenzaban a trabársele en las muelas, impidiéndole expresarse de modo verbal), que mientras papá Juan arrastraba desenfrenadamente, de una punta a la otra del cuarto, a Paulina; lo más correcto que el resto de los integrantes allí presentes de la familia podía hacer, era llamar a la rotiseria más cercana (la merienda se había extendido lo suficiente como para que la hora de cenar estuviera pronta a llegar). En cuestión de minutos, luego de arribado el pedido de 27 fatays (inmensas empanadas Árabes. Realizadas artesanalmente con abundante aderezo de grasa blanca y espumosa, y amasadas por manos particularmente pobladas de restos de comidas pasadas a fin de que tal preparación fermente, adquiriendo su tonalidad verdusca tan peculiar), y mientras Paulina continuaba su paseo por el monoambiente familiar arrastrada de los tobillos; Noelia decidió concienzudamente que Paulina no podía quedarse sin cenar, así que corriendo tras el rastro de papá Juan y Paulina a través del piso, la segunda de las hermanas intento con éxito alimentar a Paulina en la boca; llenando de migas su polera. Cuando todos finalizamos nuestra sustanciosa comida, y papá Juan se sentó a fumar caramelos media hora en su antigua pipa; observamos atentamente que trece de los autitos ingeridos yacían, bien lustraditos según parecía a simple vista, en el piso del monoambiente. Fue en aquel instante, con Paulina aun silenciosa (fue allí donde descubrimos que los pequeños milagros existen), como lamentando la falla de su experimento; que todos los allí reunidos, a su debido turno y en orden de edad (de menor a mayor), comenzamos a comentar nuestras reflexiones personales acerca de los motivos que habían llevado a la primogénita a realizar tal hazaña. Fue así como Lucila argumentó entonces que creía que la razón de tal modo de actuar derivaba directamente del cariño que Paulina sentía por los autitos de colección; alegando así que la misma los había introducido en su cuerpo (recordemos por favor que fue realizado por vía nasal), para tenerlos siempre con ella, acompañándola incluso en sus paseos ala feria de artesanías en busca de semillas para los collares que esta ultima tan ingeniosamente hacia para regalarles a los porteros de todos los edificio por los cuales pasaba en el trayecto a sus clases autodirigidas de chino básico. Luciana (que continuaba enojada con Paulina porque esta ultima le había usado su cepillo de dientes la noche anterior para peinar una tarántula que paseaba por la pared) simplemente dijo que lo hecho por su hermana era una muestra clara de aburrimiento y ganas de molestar al resto de los presentes; interrumpiendo a propósito la merienda familiar (recordándonos a todos, además, la necesidad constante que nuestra hermana mayor sentía de pegar mocos a diestra y siniestra... los cuales en ese momento fluían tan libremente como los autitos, permitiéndole así realizar su tan preciado hobby a la vez que era remolcada por el piso). Melina entretanto, distraida en la creación de figuras extraterrestres realizadas con cenizas y filtros de cigarrillos, manifestó que lo acontecido era simplemente que Paulina había estado oyendo alguna canción de Spinetta bajo la influencia de vaya a saber que sustancias alucinógenas, reinterpretando las letras del cantautor hasta creer que como un niño tenia flores en su ombligo (vaya uno a saber como llegaron esas flores ahí...) mientras dormía, decidió poner en acto algo similar (con los elementos que tenia mas a mano), para poder irse a dormir (como el personaje de la canción), evitando tener que ingerir el infaltable helado de brocoli que papa Juan nos suministraba noche a noche. Noelia, que acababa de volver de un viaje al Polo Norte, donde había ido en busca de arquitectos esquimales que pudieran enseñarle a construir casas de hielo del tipo de los iglúes (las cuales tenia proyectado construir en su habitación cuando llegasen los calurosos días del verano y su ventilador de pie no funcionara... ya que se había quemado por culpa de un cortocircuito, producto de su propio experimento al intentar, metiendo agujas de tejer en un enchufe, crear un lugar accesible para colgar sus variadas mascaras y sombreros), argumento que Paulina se había puesto los autitos en la nariz en un intento por abrigar sus sistema respiratorio del frío que, temiendo una posible hipotermia (recordemos que los Boere se caracterizan por ser particularmente friolentos) podía sentir Paulina cada vez que abría el freezer en busca de hielo para las bebidas (o los bien conocidos helados de brocoli). Tarea que Paulina acometía poniéndose sus guantes gruesos de lana a fin de no congelarse las manos. Papá Juan, poniendo en practica su habitual sentido de percepción, manifestó con la seriedad que lo caracterizaba como jefe de la familia, que Paulina estaba buscando establecer algún tipo de Récord Guinness de marca registrada por ella, buscando inmortalizarse así en la historia universal como la “única mujer estudiante de Letras que logro introducir en sus fosas nasales 14 autitos coleccionables sin que estos les impidieran continuar ingiriendo fatay sin sufrir exabruptos y/o colapsos nerviosos”. Finalmente, luego de escuchar atentamente las reflexiones familiares, Paulina decidió dar a conocer el motivo de su experimento, del cual simplemente dijo que: “pense que si me ponía los autitos lograría darme cuenta de la capacidad (diametralmente hablando) que tenia mi nariz para almacenar cosas, así sabría por ejemplo cuantos porotos podía guardar ahí en caso de que, si se produjese un tornado y nadie pudiera salir para comprar reservas alimenticias, necesitara algo que comer, y pudiéramos entonces proveernos de porotos como ultimo recurso contra el hambre, antes de llegar al extremo de tener que comernos las mascotas de la familia”... Lo que nunca terminamos de entender, fue el destino del autito numero 14 (dado que Paulina logro expulsar los restantes), asi que por las dudas, todos los días oramos en su memoria...
-Melina- |