Hace rato lo estoy mirando: sentado en el suelo mira el charquito de sangre que han formado sus lágrimas...
Dos hilillos rojos brotan de sus ojos, bañan sus cachetes, bajan por su cuello y se confunden con el rojo sucio de la camisa abierta. El peludo pecho humedecido no les impide continuar hasta sus genitales y de allí al piso.
De un viejo cordón colgando de su cuello, se destaca una muy grande y pesada cruz, la cual le impide levantar la cabeza - Y loco al fin- la tiene formada por dos piedras amarradas.
Me acerco y le digo:
- Esas enormes piedras que forman tu cruz pesan tanto que te impiden levantar la cara ¿verdad?
Sin levantar la cabeza, alza los ojos y me dice:
- ¿Sabes? Estoy loco y en esta cruz veo cosas que solo los locos miran ¡Acércate! ¡Descubre! ¡Observa tu también a través de ella! – y otra vez baja la mirada
Me acerco, miro las dos piedras y desde arriba digo:
- Veo... que las piedras están pulidas de tanto tocarlas, que el cordón que las ata está sucio, que necesitas una buena friega con agua y jabón, que las piedras no están bien amarradas y se te pueden caer y que esa cruz es excesivamente rústica y pesada.
- ¡Pobre de ti! Tus ojos están muy juntos y no ves más allá de tu nariz: no has llorado nunca ni sabes lo que el dolor significa...
Un niño nos observa y yo me agacho para ver mejor lo que ve el desquiciado; comienzo a “hacerme el loco” tratando de entenderlo y evado la mirada del niño.
- ¿Qué haces? – pregunta de todas maneras - ¡Tan grandote y perdiendo tiempo! ¿No tienes nada qué hacer? Yo, que me levanto de madrugada a vender café y las empanadas de mamá para que coman mis hermanos, ir a clases, vender Panorama y limpiar botas ¿No sabes que el tiempo vale? ¿Porqué lo pierdes?
- ¡Bueno pues! ¡Me salió papá en este carajito! ¡Calma mijo! ¡No hagas tantas preguntas! – Lo miro y noto que espera respuestas – Primero: Trato de ver lo que mira este loco que le hace llorar lágrimas de sangre; segundo: quiero aprovechar mi tiempo aprendiendo de los locos y adquiriendo experiencia en su mundo…
- ¡Ja! – ríe el loco - ¡Conociendo el mundo de los locos! ¡Cómo que fuera tan fácil de entender! ¿Qué eres tú? ¿Psiquiatra? – y continúa – tendrás que dejar el realismo, el raciocinio o el razonamiento de lado y de paso, perder la cordura, si es que acaso la tienes – Se dirige al niño y lo invita – ¡Ven niño¡ ¡Acércate y dime! ¿Qué ves en esta cruz que cargo en el pecho? ¡Obsérvala y dime! ¡Mira bien!
- Yo veo - dice el niño – que es demasiado pesada, que el roce te enllaga el pecho, que el cordón te despescueza ¿Es de dolor que te salen lágrimas de sangre? – y con lágrimas compasivas dice - ¡Pobrecito!... ¡Pobre loquito!
- ¿Por qué lloras niño? - Pregunta un viejo que va pasando y se detiene.
- Lloro por el dolor de este pobre hombre que está lleno de llagas en el cuello y en el pecho por esa cruz que carga. Lloro por su lastimoso estado ¿Mire! ¡Mire esa crucesota que le cuelga del cogote…
El viejo se agacha, mira la cruz y los ojos del chiflado y pregunta:
- ¿Quién te hizo esto?
- ¡Mira! ¡Observa mi cruz! ¡Y explícales que ves en ella!
- Veo... un nido lleno de víboras, con unos colmillos cargados de veneno, dispuestos a clavárselos a quien se acerque... ¡Ya veo! Ellas te han producido esas laceraciones de tantas picadas... veo que sus lenguas se mueven de un lado a otro conversando entre ellas contándose miles maldades, odios y calumnias inoculando a personas sanas y dañándolas... Veo como se te enroscan en el cuello y se convierten en el cordón que te ata la cruz... Pero veo que tú no lloras por el dolor de las úlceras... Lloras porque te han llenado de veneno, lloras porque te quitaron la fe, lloras porque ya no eres creativo, porque ya no puedes mirar de frente y te quitaron el futuro... Ya no puedo seguir viendo porque las lágrimas me lo impiden – y llorando- No puedo seguir contando...
El viejo se levanta y vemos en sus ojos dos lágrimas rojas. Lentamente, arrastrando los pies, camina y se aleja.
- Ese viejo está loco – dice el niño
- Ese viejo está loco – digo yo
- Ese viejo está loco – dice el loco