Pachuco bailarín… Marca el paso
La historia de los terribles acontecimientos que llevaron a la degradación de Edilberto.
Cuando finalmente regrese a Jesús Maria luego de mis viajes de Gulliver por la Selva Amazónica y el norte del Perú, encontré que en estos cuatro años había tantos cambios en el barrio que se me hacia difícil reconocerlo, en la esquina donde estaba la tienda de Jugos de los Japoneses, ahora existía un Bar y Salón de Billares, la Librería la Nueva Era no existía ya mas --- triunfo para el calvito de La plumita --- Capurro el zapatero remendón había muerto hacia ya dos años y nadie sabia nada de Capurrito el chiquillo que hizo el numero catorce para la supersticiosa Pan con Pecas; parece que Capurro murió de rabia cuando se inauguro la Renovadora de Calzado, en el edificio justo al frente de su taller con moderna maquinaria y precios módicos… en el segundo piso, justo sobre la renovadora vivía Pachuco bailarín un cholito revejido, chica piernas y mas feo que un dolor en los huevos, un perfecto cretino, que además creía ser el mejor bailarín de la cuadra diez de General Garzón, el tipo a pesar de sus múltiples defectos era servicial y bien educado lo que lo hacia simpático --- si cerrabas los ojos ---, se llamaba Edilberto y para colmo de males cuando bailaba solía gritar Pachuco bailarín… Marca el paso, frase copiada de un merengue muy en moda.
A la vuelta de la esquina en la avenida Santa Cruz vivía una chiquilla natural de Chincha, morenita color capulí, preciosa para mi entender y que era unas pascuas, riendo por cualquier causa y mostrando uno de sus incisivos ligeramente torcido, lo que le agregaba gracia a su carita casi perfecta, se llamaba Fressia y a primera vista no se podía imaginar que posteriormente me haría beber las aguas de los mares por ella, doblando la esquina… otra chica nueva al barrio Nancy, castaña de cutis hermosamente blanco, bajita sin ser enana, una muñequita de biscuit, que fue la causa de mis desgracias y que era amiga entrañable de Fressia, pero ninguna de las dos tiene nada que ver con el Pachuco.
A la quinta de junto a La Plumita se mudo una nueva familia de charapas, que tenia entre otros descendientes a una hija maltona de unos diecisiete años, que era la imagen misma del pecado… y que buen pecado: Senos turgentes, poto paradito, cintura de avispa y la cadera bien torneada --- ya parece un valse criollo --- ella sabia lo que tenia y lo derramaba a montones, todo el barrio --- incluyéndome a mi --- quería hacérsela, pero la condenada no lo soltaba por nada y tal vez por joder empezó a coquetearse con Edilberto que le invitaba helados D’Onofrio y anticuchos de la chola de la esquina, la llevaba al Cine Opera el lunes femenino, a ver películas Mejicanas de Pedro Infante, yo no se de donde sacaba plata el Pachuco, pero nunca le falto para agasajar a Eva, que así se llamaba la condenada.
El Pachuco le declaraba su amor cada vez que se sentaban en la Lateral del Cine Opera y Eva contestaba que era muy pronto y que tenía que pensarlo con detenimiento antes de entregar su corazón --- me imagino que todo lo demás estaba incluido en el paquetito --- Edilberto que moría de amor cada vez que veía el monumento, nos consulto a todos los amigos del barrio, sobre como romper su resistencia y todo lo demás, fue consenso popular que una fiesta con Boleros, Rumbas y Rock & Roll --- estaba en plena moda, aunque a mi nunca me gusto, ni pude bailarlo, en cambio yo podía bailar el Bolero sobre un ladrillo sin caerme, el movimiento de pies era mínimo pero el torcer del cuerpo seguía la música y te permitía jabonarte con tu pareja, había descubierto que esa era la mejor manera de hacer sentir tus intenciones a la chica --- el Pachuco dedico todo su esfuerzo ha organizar el baile que lo llevaría al éxtasis de sus ambiciones.
En el sábado señalado para el baile fue cuando se iniciaron esta terrible cadena de eventos desafortunados que llevaron a la degradación de Edilberto.
Todavía estaba yo soñando cuando tocaron la puerta de manera compulsiva… Marylin Monroe se bajo de mi cama y se embutió nuevamente en su cuadro.
- Arturo… necesito tu ayuda. Me dijo el Pachuco casi presa del pánico.
- El tocadiscos que alquile donde el primo de D’Tolla no funciona! Para el era casi el fin del mundo o cuando menos el fin de sus pretensiones de tirarse a Eva.
- Dame un ratito para bañarme y voy a tu casa. Le conteste acomodándome el pijama.
- ¡Por favor, arreglalo de una vez! Me suplico Edilberto.
El departamentito donde vivía el Pachuco con toda su familia estaba totalmente decorado para la ocasión, en una esquina del Living/Comedor estaba el tocadiscos manual que se alquilaba por cincuenta soles toda la noche, junto con veinticinco discos de 78RPM y diez long-play, se habían arrimado los confortables forrados en plástico transparente sobre el pasadizo de entrada, lo que hacia un espacio de cinco por diez metros dedicados a pista de baile.
De las paredes colgaban globos de colores con corazoncitos pintados a mano usando talvez colores “Mongol” y el nombre Eva como grito de batalla en cada uno de ellos, si eso no era amor… no se como llamarlo.
El bendito artefacto musical parecía definitivamente muerto y el Pachuco era como un naufrago que se aferraba a un palito --- yo --- para flotar, esos Fonógrafos de alquiler no eran otra cosa mas que una caja de madera con el amplificador y el tocadiscos y dos parlantes, que por supuesto el idiota se había olvidado de conectar.
La hermana del Pachuco --- que era tan fea como el, o quizás mas --- se quejaba de la falta de mas mortadela para los pettipanes, mientras en la cocina con gran estruendo se fue abajo la cacerola donde hervía una pierda de Cerdo pronta a convertirse en Jamón del País, todo el ambiente olía a cebolla recién cortada la que con vinagre y ají seria la salsa criolla para las Butifarras.
Arreglado el desaguisado me fui para mi casa, para acicalarme para el acontecimiento.
Llegado el momento del baile todos nos encontramos en casa del Pachuco, que estaba totalmente atiborrada de personas, Edilberto vestía un pantalón y una camisa que estoy seguro había sido prestada del mismito Elvis Presley, todo perfumado y resplandeciente por la brillantina que había usado para peinar su rebelde pelambre, el nos rogó a todos que no bailáramos con Eva, para que esta estuviera a su merced.
Fue en el Rock del Reloj --- todavía me acuerdo --- el Pachuco se lucia con sus pasos inventados, impresionando a Eva con sus gritos en ingles y gestos copiados de las películas… cuando Elvis grita Eight O’Cloc el Pachuco salto y abrió las pierna para caer al suelo como los buenos bailarines con las piernas una para adelante y la otra para atrás.
Sonó como si algo se rompía y Edilberto quedo tendido como un trapo en el piso… con las piernas abiertas y tiesas, imposible de mover… lo cargamos entre cinco y lo llevamos en un Taxi hasta la posta Medica de Pueblo Libre, donde le acomodaron la cadera, lo enyesaron y recomendaron reposo absoluto por treinta días.
Cuando regresamos con el contuso a su casa, encontramos sin mayor sorpresa que Eva estaba bailando un bolero cachete con cachete con Juan Paredes, que le manoseaba descaradamente donde la espalda pierde su nombre honrado, mientras se empinaba para darle besitos en la oreja y ella gemía como perra en celo.
Si quieren saber que me paso a mi con la chica que me hacia beber el agua de los mares, tienen que leer mis cuentos anteriores.
Continuara
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