María, Juan y Pedro,
jugaban a las miradas,
mientras uno abría los ojos,
el otro fijamente lo miraba.

De repente algo pasó,
desde los árboles de al lado salió,
un enorme perro
de entre los matorrales saltó.

En el instante se asustaron,
pero luego la risa
no aguantaron.

Un enorme perro rayado,
como cebra
y desgarbado
corría cual torbellino,
dando vueltas y giros.

En su cola algo llevaba,
pues le dolía o le picaba.
El perro su cola perseguía
y chistoso se veía.

Pedro y Juan agarraron al perro,
mientras María
la cola perseguía.
En ella una pequeña pulga encontró
y al instante la sacó.

La pulga asesina,
la cola quería
y al perro después
como aperitivo y despedida.

El perro torbellino
por fin descansó
y la mano de María, Pedro y Juan
agradecido lamió.