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-Letargo, con esa palabra podría describir esas mañanas de verano en el bosquecito, como lo llamábamos de niños. Para llevarla habían dicho maravillas del lugar, y sobre todo que le agradaría. Y creo que no se equivocaron. Sobre todo en las primeras horas del día. El sol se escapaba por entre las ramas chorreando miles de pequeños puntos y líneas, haciéndome ver los colores y las formas de manera especial. Estar en ese bosque era casi una noche parcial, donde no faltaban las estrellas sobre el falso firmamento. De repente al estar allí recordé que cuando era niño solía robarle el colador a mamá. Entonces me pasaba las noches viendo como la luna se multiplicaba en cada uno de sus agujeritos. Esa mañana pude ver como algunos puntos se ubicaban en su rostro sonrojándole las mejillas. Otros sobre su cuerpo desparramados sobre su figura deberían estar entibiándole la piel a través de la tela. Créanme que eso fue lo primero que pensé ni siquiera me imaginaba lo que iba a ver luego. De esa forma ella comenzaba el juego, que luego vería repetirse en los días siguientes. Vi como se quitó la remera de una forma que hasta entonces no había presenciado nunca. Algo así como muy elegante o práctico, porque no había luego que ponerla del derecho. Primero sacó su brazo izquierdo, después el otro y meneando la cabellera hacia un costado se pasó por la cabeza la remera. Sus cabellos se desparramaron sobre su hombro y cuello encendidos como el mismo fuego. Rojo intenso. De sus extremos las chispas anaranjadas salpicaban en pecas sobre su piel. Y de alguna forma creí que se quemaría con los colores del otoño en su cuerpo. Al recostarse sobre el suelo, las hojas secas y pequeñas ramitas esparcidas sobre la tierra debieron quedar estremecidas ante la suavidad de la juventud de su piel. Acomodadas como piezas de rompecabezas fueron clavándose en su espalda. Formaron un lecho en el cual su cuerpo descansaba boca arriba con el torso semidesnudo. El aire cálido de media mañana agitaba las ramas y las hojas que de ellas eran prisioneras. Al quitarse el sostén, el olor a perfume que salía de su piel se mezclaba con el aroma a resina. Y entre mágicas piruetas llegaba hasta mi envolviéndome en una fantasía que apenas podía creer. Recuerden que tenía solo doce años y ella catorce. Así que estaba algo más que sorprendido con lo que miraba escondido en el bosquecito. Tal vez por ser ella tan niña carecía de voluptuosidad en su cuerpo. La línea de sus caderas apenas parecía quebrarse y sus senos eran dos agudas protuberancias. Pero todo estaba allí, latente aguardando dentro suyo. Insinuando de manera soberbia la mujer en que estaba apunto de convertirse. Coloreados del mismo tono que sus labios. Rosa pálido. Un poco más oscuro que su piel. Apuntando hacia el falso firmamento, dos pecas gigantes en el universo de lunares que orbitaba su cuerpo. Los movimientos que realizaba con su torso eran precisos. Balanceos cortos y entrecortados, que oscilaban en los rayos de sol que escapaban de entre las hojas de eucalipto sobre sus senos. En eso consistía el juego, los llevaba de la luz a las sombras con distintas frecuencias. Oscuridad remarcada ya que ella mantenía sus ojos cerrados. Los párpados parecían pesarles más que de costumbre. Apenas estaban entreabiertos titilando encima de sus pómulos. La savia que se deslizaba en los troncos y me pegoteaban la mano, parecía haberle besado los labios. Brillaban humedecidos en su rostro teñido de sangre. Las palabras ausentes mantenían cierta complicidad con mi presencia y el silencio escondido bajo esos dos débiles pliegues de carne. Las hojas secas crepitaban y el canto de los pájaros se mezclaba con el sonido que salía desde su estómago. No fueron palabras lo que escuché, sino el más conmovedor y místico sonido que una mujer pueda crear. Ese en el cual se encuentran la vida y la muerte luchando por prevalecer. De esta manera Germán terminó de contar su relato. -Ahora me toca jugar a mi. Dijo su prima, después de haberse sentido sumamente avergonzada. |
Texto agregado el 10-02-2005, y leído por 210
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Lectores Opinan |
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10-02-2005 |
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Me encanto... el final inesperado. Muy tierno, y muy sensual. Cubana |
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