EN EL VAGÓN DE METRO
¿Qué mira por la ventana? La pared oscura, los cables, alguna luz de vez en cuando. Creo que en realidad no ve nada. Está ahí, pensativo, con los ojos abiertos pero sin prestar atención a lo que se ve fuera. Así se evade, y tal. Los ejercicios esos de meditación se hacen con los ojos cerrados, o fijando la vista en un punto concreto, creo. Parece que se le acabaron las pilas. Te fastidias. Y ahora coge un libro. ¿Qué pasa, que no puede estar sin hacer algo? Música, libros, revistas, chicles… Si aprendiera a estar solo consigo mismo de vez en cuando le iría mejor. Me he dejado el móvil, me cago en la mar.
Menuda hembra… ¡qué rica está!, y ella lo sabe. Un par de favores le hacía yo. Está mirando hacia fuera. Un momento… está usando el viejo truco de mirar el reflejo… ¡está mirando al chico sin pilas! Vaya, vaya, vaya, así que espiando, de reojo… ¿Por qué le mirará? Quizá sea su tipo, o quizá sólo le llamó la atención por algo: un movimiento, el peinado; tal vez le recordó a otra persona, o mejor aún: es posible que le conozca pero no se atreva a decirle nada porque no sabe si él se acuerda de ella, y eso le haría sentir vergüenza, o… no, esta no es mi parada. A ver qué hora es… bien, bien.
Hombre, ahí está el del acordeón. No se sube. Será muy pronto para él. A estas horas la gente no echa monedas. “Tu-tu-tu-tuuuu”… Toda la mañana con esa canción en la cabeza, con la rabia que me da. Es curioso como atraen los extremos de las cosas, nos gusten o no. Es como una dimensión… En un extremo lo que te gusta mucho y al otro lo que odias; y en la memoria se quedan esas cosas; en el centro lo que te deja igual. “Ding-dong-ding, próxima estación, bla-bla-bla”.
Vaya zapatos que lleva ese, ya le vale. Tengo una mancha en el zapato… bueno, no se nota mucho, y la gente no suele ir mirando pies… excepto en el Metro, y sin tener en cuenta a los fetichistas de los pies, como Palomeque.
Dos “seguratas” discutiendo con un chaval. Y la peña, ¿por qué se para a mirar? ¡Cómo nos gusta el morbo de meternos en los asuntos de los demás! Ya podrían dejar de subir los precios de las tarjetas y así no se colaría tanta gente. Bueno, y que los que van a trabajar de conductores de Metro se formen sólo durante cuatro días, no es de risa, es de juzgado de guardia. Desde luego, la cosa no va muy bien, no.
¿Mirar el reflejo de alguien es espiarle? Quiero decir que no estás mirando a esa persona, porque si la miras directamente es de mala educación pero, ¿lo es mirar su reflejo?... De hecho, somos distintos a nuestros reflejos, por aquello de la asimetría entre las partes izquierda y derecha del cuerpo, de la cara… ¿Yo soy como me veo en el espejo, o como me ven los demás? Así que siendo rigurosos, mirando reflejos de personas no espiamos a nadie, si no que estamos observando un mundo paralelo. ¿Por qué nos atraen tanto las caras? Porque estamos influidos genéticamente, pero también socialmente. Somos animales sociales, y las caras humanas son estímulos muy poderosos, porque… me ha pillado, me ha pillado, ya me vale… ¿o no se ha dado cuenta? No sé… bueno, es igual, hombre… ¿Dónde se bajará ella? Me he pasado de parada, me cago en la mar. ¿Doy la vuelta?... no. Me bajo en la siguiente y camino un poco, que en el Metro me aburro.
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